Por Sofía Diamante
- Con el objetivo de mejorar el resultado electoral en noviembre, la
vicepresidenta Cristina Kirchner pidió en una carta abierta al Presidente que
se siente con su ministro de Economía “para mirar los números del presupuesto”.
Y remarcó que todavía faltaba ejecutar para este año 2,4% del PBI, $1 billón,
según sus cálculos, si $420.000 millones equivalen a un punto del producto.
“Señalé que creía
que se estaba llevando a cabo una política de ajuste fiscal equivocada que
estaba impactando negativamente en la actividad económica y, por lo tanto, en
el conjunto de la sociedad y que, indudablemente, esto iba a tener
consecuencias electorales. No lo dije una vez… me cansé de decirlo… y no solo
al Presidente de la Nación”, escribió en su página web.
Martín Guzmán no tardó
en responderle con acciones. Realizó un truco contable con los derechos
especiales de giro (DEG, el dinero del FMI) para ampliar la capacidad de
financiamiento del Banco Central; autorizó una suba del 13% del salario mínimo
para lo que resta del año y actualizó el monto a partir del cual se empieza a
pagar el impuesto a las ganancias. Para los próximos días se espera que se
oficialice el pago de un bono a los jubilados y pensionados que cobran el haber
mínimo y se está analizando el regreso del Ingreso Familiar de Emergencia
(IFE), pese a que anteayer se anunciaron medidas de apertura de la economía.
Si bien estas
medidas podrían generar un alivio en el ingreso de los ciudadanos, no hay
seguridad de que, en primer lugar, los beneficios se vean reflejados en la
calle antes del 14 de noviembre, y segundo, que ayuden a remontar la elección.
De hecho, en 2015, la Argentina tenía el salario mínimo en dólares más alto de
toda la región y aun así perdió el oficialismo. La entonces presidenta admitió
en su libro Sinceramente que había inyectado un punto del producto a la
economía para que Daniel Scioli sea elegido presidente y no alcanzó. En 2015,
el salario mínimo terminó en $5588 a un dólar oficial de $9 (US$621), mientras
que, con los aumentos anunciados esta semana, el salario mínimo será en
noviembre de $31.938. A un tipo de cambio oficial de $100, son US$320, casi la
mitad de hace seis años.
Hay otras
diferencias económicas también para destacar entre aquel año y el actual, que
muestran que una situación mejor para los votantes no necesariamente se traduce
en el resultado electoral. En ese entonces no había datos oficiales del Indec y
por lo tanto se desconocen los números oficiales de desempleo y pobreza, ya que
se consideraba “estigmatizante” medirlos. Pero según números del Observatorio
de la Deuda Argentina de la UCA, el desempleo en 2015 era de 9,4% y la pobreza
del 30%, menores a los números actuales: 9,6%, según difundió ayer el Indec
para el segundo trimestre, y 44%, respectivamente, pandemia mediante.
“Hay muchas medidas
que se están anunciando que probablemente no se vean reflejadas en el bolsillo
en 40 días. El año pasado, algunas personas tardaron cuatro meses en cobrar el
IFE. Además, la gente perdió la confianza en que el Gobierno puede gestionar la
economía. Alrededor de un 70% plantea que no lo están haciendo bien. Por lo
tanto, van a agarrar la plata, pero no necesariamente le darán el voto de
confianza, sobre todo después del quiebre de la coalición de la semana pasada”,
opina Mariel Fornoni, directora de la consultora Management & Fit.
Para la analista,
el Gobierno “subestimó el resultado electoral”. “Hacen hincapié en el plan de
vacunación, que es una necesidad básica, pero no es un factor motivador de
largo plazo; nunca se habló de educación o de inseguridad. Cristina Kirchner
solo menciona sus causas en la Justicia y eso empezó a impactar. Gran parte de
la gente siente que en definitiva la abandonó y que ella se está dedicando a
solucionar sus problemas personales. En la provincia de Buenos Aires ya tiene
casi la misma imagen negativa que Mauricio Macri y eso llama la atención”,
indicó.
Todos los analistas
de opinión pública coinciden en que los resultados de la elección no tienen una
explicación monocausal. Sin embargo, Lucas Romero, director de Synopsis
Consultores, señala que los liderazgos feudales tienen como sesgo feudal la
concepción de que con dinero se resuelven todos los problemas.
“Cristina Kirchner
no se hace responsable de la derrota electoral de 2015, porque en definitiva la
perdió Scioli. Y si bien es cierto que el salario medido en dólares era muy
alto, no se percibía una mejora en el poder adquisitivo”, señala Romero.
Para esta elección,
el analista coincide con la vicepresidenta en que la principal preocupación de
los votantes del oficialismo es la economía. “El factor es predominante en la
base electoral del kirchnerismo. También fue muy dañina la foto de Olivos,
porque le desarticuló la estrategia de campaña al Gobierno de que no pudieron
cumplir con poner en marcha la economía porque había una pandemia. Hablar de
ese tema se volvió un lugar incómodo. Otro factor que incidió fue el de la
escolaridad, que fue muy mal manejada por el Gobierno”, argumentó.
Jorge Giaccobe, de
la consultora homónima, cree que el Gobierno no piensa que podrá dar vuelta la
elección con los anuncios económicos. “Si realmente creyeran que pueden dar
vuelta la elección, no se hubieran matado hacia adentro, se hubieran puesto a
trabajar en las medidas para mejorar el bolsillo sin la parte sanguinolenta de
la discusión interna”, analiza.
Y señala que “la
economía siempre es el driver principal que cambia el humor de los argentinos”.
“Hay una parte de los argentinos lo suficientemente sencilla que dice
directamente que si no está bien con el bolsillo, cambia su voto; hay otra
parte que no le gusta decir eso y acusa a la corrupción o al avasallamiento de
las instituciones o al mal funcionamiento de la Justicia para manifestar su
malestar económico. La inseguridad también es un driver de conflicto y algo que
todavía vemos en el resultado electoral son las consecuencias que tienen que
ver con la cuarentena y el encierro”, concluyó.
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