Por Fernando
Gutièrrez - Además del imperdible "cara a cara" que enfrentará al
ministro Martín Guzmán con la diputada Fernanda Vallejos en
la comisión de presupuesto de la Cámara de Diputados, la discusión por el
programa económico del 2022 promete traer varias emociones desde el punto de
vista político.
Por lo pronto,
todos se preparan para el que acaso sea el debate más extraño: un proyecto
de ley en el que la oposición macrista está de acuerdo con las grandes
líneas planteadas por Guzmán y una bancada oficialista que hará las principales
críticas e intentos de modificación.
Es cierto que en la Argentina de hoy ya pocas cosas pueden
sorprender, pero que Guzmán tenga que defender su
presupuesto ante los legisladores de su propia fuerza política
y que encuentre respaldo
en el macrismo desbloquea un nuevo nivel de extravagancia política.
Sin embargo, es lo
que está por ocurrir. El proyecto de Guzmán tiene una serie de objetivos con
los que el kirchnerismo ya adelantó que discrepa, porque considera que van en
línea de una política de ajuste fiscal y que no se condice con la consigna de
mejorar el nivel de ingreso de los sectores más empobrecidos.
En el otro bando, los diputados macristas ven como una señal
sana el hecho de que Guzmán continúe en la senda de reducción del déficit
fiscal y que se proponga recortar el rubro de subsidios a los servicios públicos.
Por lo
pronto, Máximo Kirchner, jefe del bloque de diputados del Frente
de Todos, ya avisó que el proyecto enviado por Guzmán "se discutirá".
"Uno puede
prever matemáticamente cuál debería ser tal o este aumento pero también tiene
que ver y mirar y observar cómo está la sociedad. Uno no puede actuar en base,
simplemente, a cuentas matemáticas sino que tiene que ver también cómo eso
impacta en la realidad y en el día a día de nuestra gente", dijo el
dirigente en una entrevista radial cuando le preguntaron sobre las proyecciones
de Guzmán sobre las tarifas de servicios pùblicos.
Traducido, que el resultado electoral impone un cambio de
criterio, y que el hecho de que Guzmán haya sido ratificado en su cargo –con el
llamado telefónico de Cristina Kirchner incluido- no significa que no
haya una clara intención de intervenir los aspectos más polémicos de
su gestión.
Como dejó en
claro con su "honestidad brutal" la diputada Vallejos, la percepción que tienen en el oficialismo
es que Guzmán realizó un ajuste fiscal sobre la base de sub ejecución de
partidas de obra pública y con recortes de ingresos, sobre todo de los
jubilados.
Y ahora se dejó
entrever, además, la preocupación por la intención de Guzmán de "topear" en 1,5% del PBI el monto del
subsidio a los servicios públicos en 2022. Fue un tema por el cual ya hubo una pelea interna este
año, de la cual Guzmán salió mal parado: no sólo no pudo concretar su objetivo
original de limitar a 1,7% del PBI ese déficit sino que intentó destituir al
subsecretario de Energía, Federico Basualdo, quien se oponía a la política de
actualización tarifaria del ministro.
En la redacción del
proyecto de presupuesto, Guzmán insistió con el tema y dejó en claro que los
subsidios indiscriminados deben ser un tema del pasado y que, en
adelante, regirá un esquema segmentado en el cual únicamente aquellos
sectores en los cuales la ayuda estatal se justifique tendrán la tarifa
reducida. La otra cara de esa definición es el reinicio de las subas
tarifarias para la gran mayoría de la clase media, una situación que en el
kirchnerismo ven con preocupación no sólo por el impacto a nivel del humor social que
tendría ese "tarifazo" sino también por la posibilidad de que pueda
funcionar como un aliciente adicional para la inflación.
Massa y Guzmán buscan
un difícil equilibrio
Quien tiene la
difícil tarea de buscar el consenso es el presidente de la Cámara, Sergio
Massa, a quien se le presenta la situación extraña: son mayores los reparos que
le presentan los diputados oficialistas que los opositores.
Ya empezó los sondeos con los jefes de bloques –Máximo
Kirchner y Mario Negri, respectivamente- para tratar de acercar
posiciones. Y tiene en claro que es difícil que la oposición acompañe un proyecto sin que
antes no se haya avanzado dentro del propio oficialismo para limar asperezas.
Es por eso que el
propio Guzmán empezó su difícil misión de equilibrista: defender sus números
sin que eso parezca que está ahondando las desavenencias políticas con el
kirchnerismo.
Lo intentó mediante
declaraciones periodísticas en las que, después de elogiarla
profusamente, dijo que Cristina Kirchner estaba equivocada al hablar de ajuste fiscal. El
argumento de Guzmán es que la disminución del déficit fiscal no necesariamente
implica un ajuste en el gasto público, ya que si la economía está en
crecimiento el gasto puede financiarse con un mayor nivel de recaudación
tributaria.
En definitiva,
trata de mantener su consigna de que "reducir el déficit no es de
derecha", una postura con la que ha ganado aplausos de parte de los
auditorios empresariales pero que nunca ha despertado gran entusiasmo en filas
kirchneristas.
Todos los indicios apuntan a que no le resultará fácil a
Guzmán justificar que en 2022 haya "apenas" un déficit de 3% en un
contexto en el que el Gobierno se propone un shock de ingreso que pueda estimular el
consumo en las clases bajas. Es un momento en el que se habla de ajustes
salariales y de planes de asistencia social por encima de la inflación, así
como de la implantación permanente de un "salario universal" que
llegaría a un universo de al menos dos millones de personas.
Por otra parte, hay
una innegable desconfianza personal hacia Guzmán derivada del hecho
de que el presupuesto aprobado hace un año preveía un margen de déficit de
4,5% pero el ministro terminó el primer semestre con sólo un 0,5% de
desbalance. Fue ante esa situación que todas las consultoras, aun previendo un
aumento del gasto en "modo electoral", consideraron que el rojo de
las cuentas fiscales no superaría este año un 3%.
Guzmán, finalmente,
dijo que aceleraría ciertos rubros vinculados a la obra pública de manera de
que, a fin de año, se estaría llegando a un déficit de 4%. Y justificó que el
medio punto que le falta para cubrir la previsión se explica por el ingreso
fiscal extraordinario ocurrido este año con el boom de los precios
agrícolas.
Los impuestos en la
mira
Lo cierto es que el
kirchnerismo quiere garantizarse que no haya pudor a la hora de usar los
recursos públicos para impulsar la economía. Puesto en los términos de
la diputada Vallejos, que no predomine una "visión
neoliberal" sobre el gasto sino la concepción "keynesiana y kaleckiana".
Es por eso que Guzmán deberá extremar su capacidad de
persuasión hacia la propia interna. Su argumento principal es que en 2022 las
arcas de la AFIP se engordarán con el ingreso de un 46,7% más que este
año. Como la inflación oficial prevista es de 33%, esto implica que la
recaudación tributaria crecerá en términos reales un 10% respecto de este año,
y sin crear ni subir ningún tributo.
Ahí se prevé otro
motivo de debate, porque los candidatos oficialistas dijeron durante la campaña
previa a las PASO que tienen la determinación de promover una "matriz
tributaria progresiva" en la que los segmentos de mayores ingresos paguen
más.
Se habló
específicamente de mayores alícuotas para el Impuesto a los Bienes
Personales, se insinuó una suba en las retenciones a las exportaciones
agrícolas y también en los últimos días se recalentó el debate sobre una nueva
versión del aporte extraordinario a las Grandes Fortunas.
Esta presión
coincide con la política de alivio a los sectores de ingresos medios, y que se
está traduciendo en medidas como la propuesta de Sergio Massa para condonar las deudas con la AFIP y las Anses para
organizaciones sin fines de lucro –como clubes de barrio, fundaciones y
asociaciones civiles-. También se apunta a perdonarle la deuda por IVA y
Ganancias a las microempresas que tengan impagos por montos menores a los
$100.000.
Sumando estos beneficios más las extensiones de moratorias
actualmente vigentes, se prevé que el costo fiscal de esta amnistía alcance los
$13.000 millones. Para tener una dimensión de la cifra, equivale a un 60% de lo recaudado
el mes pasado por el impuesto a las Grandes Fortunas.
Guzmán muestra su
"costado social"
Con ese
marco, la presión kirchnerista se hará más fuerte para garantizar las
fuentes de ingreso que puedan financiar un programa de asistencia social
potenciado. Y en la vereda de enfrente, los más proclives a defender un
presupuesto sin aumentos ni creación de nuevos impuestos –como el que presentó
Guzmán- serán los legisladores de la oposición.
Será, sin dudas, un
debate interesante de ver. Hasta ahora, Guzmán ha demostrado cierta cintura
política para mostrar una vocación de reducción del déficit –y facilitar así el
acuerdo con el FMI- pero al mismo tiempo argumentar que no habrá un recorte de la ayuda
estatal.
Por caso, el ministro dio una respuesta directa a quienes lo
acusan de "insensible" ante el drama social de la pobreza con un
incremento en el gasto destinado a la asistencia social. Pasará a ser de 1,22% del PBI, en
comparación con el 1,17% de este año. Como además se tratará de un PBI más
grande -porque se prevé terminar este año con un crecimiento económico de 8% y
el año próximo sumar
otro 4%-, ese monto representará en dinero un incremento mayor que lo que
refleja el porcentaje.
Sin embargo, esa
"generosidad" del Presupuesto 2022 en materia de inclusión social
implica también un guiño hacia quienes están preocupados por las limitantes
fiscales. Porque Guzmán viene resistiendo la presión de las organizaciones
piqueteras que reclaman la implantación de un "salario
universal".
Esa
iniciativa tendría un costo de 2,9% del PBI, imposible de financiar sin
provocar una turbulencia fiscal, con su correlato inflacionario. De manera
que Guzmán puede afirmar que escuchó el reclamo por una mayor asistencia,
porque está incrementando la ayuda actual, pero con un monto que representa
menos de la mitad de lo que piden los referentes de las organizaciones
sociales.
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