Pablo Wende - Si la culpa de la derrota fue el mal manejo económico, ¿no tendría
que haber propuesto un recambio de ese ministerio? Claramente sí, pero no
fue lo que sucedió. Es cierto que cayó el jefe de Gabinete, Santiago
Cafiero, pero siempre fue más bien un comentarista de las medidas adoptadas en
materia económica que un funcionario encargado de diseñarlas.
Más allá de los
enojos de la vicepresidenta, la realidad es que tampoco había un recambio
potable en su propia tropa. En otras palabras, no hay banco de
suplentes. Entre los pocos nombres mencionados para avanzar con un cambio
de ministerio se llegó a mencionar a Fernanda Vallejos (algo
totalmente inviable luego del incendiario audio que se divulgó públicamente)
o Augusto Costa (funcionario de Axel Kicillof también caído
en desgracia tras la derrota en la provincia de Buenos Aires).
Otra posibilidad
era intentar una suerte de giro a la derecha con Martín Redrado. Pero el
economista ya tuvo un fuerte enfrentamiento con Cristina cuando dirigió el
Banco Central y la vicepresidente le hizo la cruz tras la publicación del libro
“Sin reservas”, donde el Golden Boy cuenta con lujo de detalles
el saqueo de las reservas que pergeñó la entonces Presidenta. Por eso, ella lo
“bochó” de entrada cuando Alberto lo propuso para la cartera económica, igual
que hizo con Guillermo Nielsen.
Guzmán quedó
ratificado, pero no fortalecido. Como sucede en tiempos electorales tendrá que
hacer equilibrio entre las urgencias de la política y la delicada situación
financiera y cambiaria que atraviesa el país.
En el arranque de
esta semana se irán desplegando medidas poco originales. Aumentos
extraordinarios para jubilados, planes sociales, alivio impositivo para
asalariados y más dinero para obra pública, además de un nuevo ajuste del
salario mínimo. Hay un proyecto además en el Congreso para dar aumentos
compulsivos a empleados del sector privado. Fue de hecho una de las primeras
medidas adoptadas por Alberto Fernández ni bien ganó las elecciones a fines de
2019.
Más gasto, más déficit
El aumento del
gasto ya estaba previsto por la mayoría de los economistas y elevará
fuertemente el déficit fiscal hasta 4% del PBI este año. Aún así está por
debajo del 4,5% que figuraba en el Presupuesto. Un cálculo del economista
Fernando Marul estima que en este último cuatrimestre el Central le enviará al
Tesoro un billón de pesos. De ese total ya giró casi $ 150.000 millones en lo
que va de septiembre. Faltarían unos $ 850.000 millones más.
Guzmán y la
directora del Fondo, Kristalina Georgieva. Una larga negociación
La decisión del
Gobierno de apropiarse de la Derechos Especiales de Giro que el FMI giró al
Central va en esa misma dirección. Le da espacio al Gobierno para gastar otros
$ 420.000 millones por afuera del presupuesto en caso de requerirlo, sin
necesidad de solicitar todavía más préstamos del Central. La cifra equivale a
1% del PBI.
De acá a fin de
año, por lo tanto, la máquina del gasto estará encendida, mientras que las
reservas seguirán cayendo. Ni siquiera ayudó la tregua tras la derrota del
kirchnerismo en las PASO. Las internas palaciegas en el Gobierno alteraron
a los inversores y el Central tuvo que salir a vender fuerte para evitar un
salto del tipo de cambio. El viernes perdió USD 150 millones, una fortuna
teniendo en cuenta el volumen exiguo que le quedan de reservas líquidas.
Además, también intervino en el mercado de futuros de dólar.
El Central es un
colador. No sólo tiene que intervenir fuerte en el mercado oficial, sino que
además pierde reservas todos los días para que no se escape el tipo de cambio
“contado con liquidación”, es decir que no se siga agrandando la brecha
cambiaria.
Según una
estimación del economista Gabriel Rubinstein, en lo que va de septiembre
acumula una intervención de USD 18 millones diarios con ese fin, contra USD 16
millones del bimestre julio-agosto.
Panorama complejo
El panorama luce
extremadamente complejo para fin de año. Se reedita aquel “plan bomba” que
Cristina Kirchner le dejó a Mauricio Macri. Las similitudes son asombrosas:
fuerte aumento del gasto previo a las elecciones del 2015 (reconocido por la
propia Cristina en su libro “Sinceramente”), reservas internacionales diezmadas,
ventas del Central en el mercado de dólar futuro, tipo de cambio oficial
planchado artificialmente, elevado déficit fiscal, inflación arriba del 50% y
tarifas públicas congeladas. Una economía verdaderamente atada con
alambre.
Macri consiguió
“zafar” de un estallido por la inmensa ola de confianza que generó entre los
inversores ni bien asumió. Eso le permitió liberar el cepo cambiario sin
un salto muy grande del dólar. Su pecado original fue no haber atacado de
entrada el problema del déficit fiscal, que pasaría factura a partir de 2018.
A fin de año le
tocará a Alberto desarmar esta verdadero “bomba” financiera y cambiaria que él
mismo alienta para intentar achicar diferencias en las elecciones. Aunque los
politólogos reconocen que será casi imposible dar vuelta la elección, algunos
objetivos serían alcanzables: recuperar la provincia de Buenos Aires tras
haber perdido por 4 puntos y ganar algunas provincias para no ceder el control
del Senado, como La Pampa y Chubut.
La economía
argentina se encamina así a vivir otro verano caliente. La mega emisión de
pesos de estos meses podría generar un fuerte impacto en el tipo de cambio y en
la inflación, que terminaría el año en torno a 40%. Al mismo tiempo, la escasez
de reservas también impone un límite a la capacidad del Central de defender un
tipo de cambio, que mes a mes se sigue atrasando.
Guzmán extiende las
manos; Pesce tendrá que proveer
La incógnita es a
qué se podrá aferrar el Presidente para encarrilar la economía y evitar un
estallido. Los interrogantes son enormes. El principal es cómo quedará el
equlibrio de poder tras las elecciones del 14 de noviembre. Hasta qué punto
avanzará más el kirchnerismo duro y cómo será la relación con Cristina.
Un acuerdo con el
FMI para “anclar expectativas” es inevitable, aunque la reciente crisis
política sumará dudas sobre su contenido, más allá de la extensión de los
plazos para el repago de la millonaria deuda. Por lo pronto, el jueves próximo
se cancelarán casi USD 2.000 millones que vencen con el organismo con dólares
de las reservas.
Además, habrá que
sincerar el tipo de cambio oficial y salir del congelamiento de tarifas, en
definitiva avanzar hacia un ajuste de las cuentas como suele suceder en años
pares (no electorales).
Pero el principal
desafío de Alberto no pasa sólo por el control de las variables financieras y
monetarias, sino por reencauzar expectativas, algo sumamente difícil para un
Gobierno debilitado por las internas y por un pobre resultado electoral.
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