Sábado 18 - Por Fernando Meaños - Los cambios en el gabinete de Alberto Fernández anunciados
en la noche del viernes fueron profundos y afectaron a figuras importantes de
su gobierno. Tras la derrota electoral en las PASO, su detonante fue la carta pública
de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, en la que reprochó
abiertamente la gestión de la economía. En concreto, habló de “una política de
ajuste fiscal equivocada que impactó negativamente en la actividad económica”.
Pese a tan duros reproches
que no podían tener otro destinatario principal que el ministro de Economía,
Martín Guzmán, la renovación del gabinete no abarcó hasta ahora funcionarios
del área económica. La excepción fue la de Julián
Domínguez, nuevo ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca, en reemplazo de Luis Basterra,
de quien no se habían escuchado noticias desde que se destapó la crisis
política post-electoral.
Fuentes cercanas al Presidente
revelaron a Infobae, que por el momento los ministros cuyos
reemplazos no fueron anunciados seguirán en sus cargos. Eso implica que, además de Guzmán,
permanecerán en sus funciones Matías Kulfas en Desarrollo
Productivo, Claudio Moroni en Trabajo, Gabriel Katopodis en
Obras Públicas y Alexis Guerrera en Transporte. La permanencia
de todos ellos está ajustada a lo que marque una crisis política que nadie da
por resuelta y la dinámica de la elección parlamentaria que tendrá lugar
el 14 de noviembre.
La renovación
tampoco incluyó a dos funcionarias que habían llegado a ofrecer sus dimisiones
en el marco de la presión del kirchnerismo sobre el primer mandatario, como la
titular del PAMI, Luana Volnovich, y la de la Anses, Fernanda
Raverta. Ambas responden en forma directa a Cristina Kirchner y, aunque no son
ministras, manejan dos organismos de presupuestos abultados y relevancia
política.
Otros dos
integrantes del gobierno con responsabilidades clave en la Economía, la titular
de la AFIP, Mercedes Marcó del Pont, y el presidente del Banco
Central, Miguel Pesce, permanecieron al margen de las disputas de esta
semana y no fueron incluidos en ninguna de las dos listas: ni en la de los
funcionarios que pusieron su renuncia a disposición ni en la de los apuntados
por el kirchnerismo como responsables de los errores marcados por la
vicepresidenta en su carta.
Pesce tiene
vínculos personales de larga data con ambos protagonistas de la contienda, el
Presidente y su Vice. Cerca del titular del BCRA destacan que desde ambos
sectores le reconocen que todos los contratiempos de esta semana no impactaron
en el mercado de cambios, un terreno de extrema sensibilidad en tiempo
electorales. Es sabido que nadie gana elecciones con el dólar a los saltos.
El núcleo de las críticas
del kirchnerismo duro se centró en Martín Guzmán y Matías Kulfas. Ambos
ministros resistieron el embate y buscan avanzar con la implementación de
una serie de medidas que, se supone, ayudarán al gobierno a torcer la suerte
electoral de las PASO, entre las que aparecen la convocatoria al Consejo del
Salario Mínimo o la suba del mínimo no imponible para los asalariados de
$150.000 a $180.000.
En el Banco
Central, que preside Miguel Pesce, esperan que Martín Guzmán suba las tasas
para financiar el gasto que pidió Cristina Kirchner
Pero el tema clave
está en el gasto público y en la exigencia a Guzmán de “relajar la mirada
fiscalista”, tal como le pidió Axel Kicillof. La vicepresidenta lo
refrendó en su carta pública: “Faltan ejecutar, según la previsión
presupuestaria, 2,4% del PBI… más del doble de lo ejecutado y restando sólo
cuatro meses para terminar el año… con pandemia y delicadísima situación
social”. Una acusación tan dura prácticamente responsabilizó a Guzmán por
la derrota electoral y lo obligará a acelerar la generosidad de la
billetera para gobernadores e intendentes que quieren recuperar votos. Los
audios de la diputada Fernanda Vallejos seguramente no lo ayudaron
Tal como explicó Infobae, el
Presupuesto estipula un déficit del 4% del PBI para este año, por lo que está
previsto que los 2,4 puntos que según Cristina “falta ejecutar”, sean
efectivamente gastados. No
serán un ahorro (un sacrilegio para el oficialismo frente a una elección) sino
que Guzmán ya tenía previsto gastar la mayoría de ese dinero de aquí al 14 de
noviembre. Por otra parte, el gasto público siempre se concentra en los últimos
meses del año, mucho más en los años electorales.
¿Cómo enfrentó
hasta ahora Guzmán esa embestida? En primer lugar, siempre negó que en su
gestión se haya hecho un “ajuste”, como dijo CFK, porque “reducir el déficit
fiscal no es lo mismo que reducir el gasto público”, como hace “la derecha”. Si
pudo mejorar la situación fiscal durante la primera parte del año,
además, no es porque haya gastado menos sino porque le llegaron ingresos
extra, a través de la suba de la soja, de la ampliación de capital del FMI y de
la suba de la recaudación por el rebote de la economía y el aumento de la
inflación, que infla los ingresos y licúa los gastos reales.
En sus próximos
pasos tras la renovación del gabinete, la prioridad será colocar plata en la
calle. Cualquier impacto en la deuda o en la inflación, será tema de discusión
en otro momento, porque el tiempo corre. ¿Tendrá margen Guzmán, después de
todo lo ocurrido esta semana, para hablar de “tranquilizar la economía” y de la
“sostenibilidad de la deuda”, sus mantras habituales?
Sin ánimos de
agregar internas a un gobierno al que justamente le sobran, en el BCRA
deslizan una queja. Advierten que parte de la ola de gasto que se viene deberá
financiarse con deuda y que para eso el ministro deberá ser “menos amarrete”
con las tasas que hasta ahora vino ofreciendo al mercado. Con mejores
tasas, alegan, podría captar los 4 billones de pesos que hoy se encuentran
“esterilizados” en pases y Leliq. ¿Para qué emitir más, si lo que sobra es
liquidez?, es la pregunta que se hacen en el BCRA. Por esa vía, tendrá que
hacer lo que le pide la política: poner plata en el bolsillo de la gente.
Y cuanto antes, mejor.
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