Por Natalia
Donato - Una de las
autocríticas, y pase de facturas, que surgió tras la derrota electoral del
domingo fue que debería haberse inyectado más dinero en el bolsillo de los
argentinos, especialmente en aquellos sectores vulnerables, los más afectados
por la crisis económica agravada por la pandemia. La economía fue la gran
culpable del fracaso en las PASO y la demanda del sector más kirchnerista
dentro de la coalición gobernante es aumentar el gasto, que hoy debe
financiarse con emisión monetaria, aún con los riesgos que ello conlleva: más brecha
cambiaria y más inflación a mediano plazo.
La crisis generada
al interior del Frente de Todos -a partir del resultado electoral y del reclamo
de cambios de gabinete por parte del ala K, resistidos por el albertismo-
desencadenó en la renuncia de una decena de ministros que responden a Cristina
Fernández y en un escenario de inestabilidad política que forzará la definición
de un rumbo en materia económica.
Lo que parece más
claro, perdida la elección y con miras a revertir los números, es que durante los
próximos dos meses habrá más pesos en la calle. Entre los analistas, hay plena
coincidencia en que hasta noviembre habrá mayor gasto destinado a los sectores
más afectados por la caída de los ingresos, el desempleo y la inflación, y
que habrá mayor emisión monetaria para financiarlo. Ello -advierten-
generará más presión sobre el tipo de cambio, pero no recalentaría los precios,
al menos en los próximos meses. Poco más, poco menos, las cartas para este
2021 están echadas y algo más de asistencia del BCRA al Tesoro que lo previsto
no modificará tanto el escenario.
Pero así como los
economistas coinciden en ese punto, también afirman que no puede sostenerse
esta misma política por los próximos dos años. La afirmación, viable en países
con economías más sólidas, de “es preferible un poco más de inflación pero no
abortar el crecimiento” -que se sostuvo, incluso, durante parte del gobierno K
en el pasado- no aplica para la Argentina actual, con niveles de inflación del
50% y fuertes desequilibrios macroeconómicos. Para crecer, hay que bajar la
suba de precios, aseguraron a coro varios economistas consultados
por Infobae.
“No se puede volver
a crecer si no se baja la inflación. No hay casos en el mundo de crecimiento
con niveles de inflación del 50%. Desde octubre del 2015, la caída del salario
real fue del 20% para el sector privado registrado; del 30% para el sector
público, y del 40% para el informal. Hace cuatro años que la Argentina tiene
niveles de inflación superiores al 40%; no hay manera de que el salario le
gane”, aseguró el economista de Analytica, Ricardo Delgado.
Lorenzo Sigaut
Gravina, de la consultora Equilibra, precisó que en el corto plazo el Gobierno
podrá volcar más dinero en la cancha aumentando el gasto y la emisión, incluso
dando una señal al sector privado de que la situación cambiaria se tensará un
poco más. Sin embargo, a partir de mediados de noviembre, cuando se termine la
campaña, no habrá margen para mantener esta política expansiva si el
oficialismo quiere llegar sano y salvo y tener chances de competir en las
elecciones del 2023, de acuerdo con el analista.
Para Sigaut
Gravina, el Gobierno tiene dos caminos posibles: 1) apostar a corregir
algunos desequilibrios en 2022, pagando los costos políticos, para poder volver
a tensar la cuerda al año siguiente, que es electoral. En este caso, podrían
ajustar las tarifas de servicios públicos para reducir el peso de los subsidios
-hoy se ubican en 3% del PBI- y el tipo de cambio, en el marco de un acuerdo
con el FMI, lo que llevaría a tener algo más de inflación el primer año, pero
luego ir reduciéndola y poder empezar a crecer en 2023; 2) La otra
alternativa sería no realizar ajustes y seguir aumentando el gasto financiado
con emisión. En este caso, no se lograría reducir la inflación y podría darse
un escenario de estanflación, dijo el analista.
Consultado al
respecto, el titular de Econviews, Miguel Kiguel, afirmó que “hoy las
chances de reactivar la economía a través de políticas keynesianas es muy
difícil porque el país no tiene un problema sólo de demanda, sino de confianza
y de oferta”. Recordó la etapa del kirchnerismo en donde se priorizaba la
actividad a costa de unos puntos más de alza de precios, pero “era otra
Argentina, con niveles mucho más bajos de inflación y capacidad ociosa”. “La
inflación ya es muy alta. Fue saltando de escalón, primero pasó del 12% al 20%,
luego al 35%, y ahora está en el 50%. Estás en un terreno muy peligro porque el
próximo salto es a 70% y ya se vuelve inmanejable”, dijo el economista, quien
manifestó que luego de las elecciones de noviembre el objetivo deberá ser
acordar con el FMI, bajar la inflación, la brecha cambiaria y acumular
reservas.
También coincidió
con esta posición Gabriel Rubinstein: “No se trata de bajar la inflación o
aumentar el crecimiento. En la Argentina no funciona así, pero si se logra
un acuerdo con el FMI que inspire cierta confianza, se va cumpliendo y se dan
las condiciones para tener menos déficit y menos emisión, bajará la brecha
cambiaria y la inflación. Eso será lo que impulsará una mayor inversión y
crecimiento”. Y remató: “No es viable esta idea de ‘le doy a la maquinita para
generar más crecimiento’, porque si hacés eso, habrá más brecha, más temores y
menos inversiones”.
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