Por Cristian
Mira - El Escenario - Las pocas esperanzas que tenían en la
Mesa de Enlace y en el Consejo Agroindustrial Argentino (CAA) de conseguir una
flexibilización del cepo a las exportaciones de carne quedaron anuladas a las
cero de ayer con la publicación de la resolución respectiva en el Boletín
Oficial que lo prorrogó hasta el 31 de octubre.
Aunque, como
informó la nacion la semana pasada, el Gobierno había decidido la extensión del
cepo, quienes mantuvieron reuniones del sector privado con el ministro de
Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, abrigaban una leve esperanza de que en la
norma se asumiera el compromiso de promover algunos cambios en el cepo que
aliviaran las tensiones con los productores. Entre otras medidas, esperaban que
se exceptuara de la restricción a la llamada “vaca china”, que se permitiera
exportar a plantas frigoríficas que no habían vendido al exterior en 2020 o que
grupos de productores pudieran presentar sus proyectos. Nada de eso sucedió.
Esos mismos
negociadores creen que si alguna de esas excepciones hubiera sido contemplada
con un plazo de vigencia más breve del cepo, se podía evitar el conflicto.
“Blindaron todo”, dijo un conocedor de las discusiones con el Gobierno.
El motivo de la
intransigencia es simple: las elecciones. En las conversaciones con el sector
privado, los funcionarios se sinceraron. Dijeron que los votos de los
consumidores eran más numerosos que los de la producción y de la industria.
Además, veían que los reclamos del campo no provocaban empatía en los sectores
urbanos. “Seguimos así, estamos tranquilos”, replicaron, frente a los reclamos
de flexibilizar el cepo.
Ese ánimo de
tranquilidad solo fue alterado por Israel. Desde Tel Aviv le hicieron saber al
gobierno argentino que estaban dispuestos a aplicar una política espejo si no
se permitía la autorización de las exportaciones de carne kosher. Israel había
privilegiado a la Argentina en detrimento de otros proveedores, como Polonia,
para abastecerse de los cortes vacunos. Tras las quejas y las advertencias, la
Casa Rosada dio marcha atrás.
En ese contexto, en
el negocio de ganados y carnes vaticinan que se abrirá una nueva etapa de
confrontación con el Gobierno y que se prolongará durante un buen tiempo. En la
resolución conocida ayer se establece que el cupo de hasta un 50% de lo vendido
en 2020 seguirá vigente hasta el 31 de octubre: apenas dos semanas antes de las
elecciones legislativas. Será difícil que el Gobierno adopte una medida que
pueda ser interpretada por sus votantes como una “concesión a los reclamos de
los poderes concentrados”.
Frente a eso, la
dirigencia rural intentará ser más enfática para explicar que con el cepo a las
exportaciones no solo pierden los ganaderos y los industriales, sino que
pierden todos: los consumidores (porque a largo plazo habrá menos producción de
carne debido a que los ganaderos pierden incentivos para invertir), la economía
(porque caerá el ingreso de divisas por exportaciones), los trabajadores de los
frigoríficos (ya hay plantas que operan solo tres días a la semana) y el Estado
(cae la recaudación por la menor actividad económica del sector). Eso fue lo
que ocurrió en los primeros gobiernos kirchneristas desde que Néstor Kirchner
comenzó a intervenir en el mercado de la carne con la suba de derechos de
exportación y, luego, con el cierre liso y llano de las ventas externas. Al
final del segundo mandato de Cristina Kirchner ni los consumidores comían carne
barata ni se producía más carne.
Los expertos del
negocio creen que la politización de la carne vacuna, un mal endémico del país,
puede transformarse en un boomerang para el Gobierno en los próximos meses. Si
prospera el plan de “poner más plata en el bolsillo de la gente” antes de las
elecciones, creen que una parte de ese eventual aumento del consumo irá a la
carne. “Y eso derivará en un nuevo aumento de precios”, vaticinan. Si eso
ocurre, la inutilidad de restringir exportaciones quedará nuevamente
demostrada.
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