Por Claudio
Zlotnik - El inicio de septiembre marcará algo más que el inexorable cambio en
el almanaque. El mes de la primavera podría implicar, además, una reversión en
el flujo de divisas en el sensibilizado mercado cambiario. La lupa
está puesta en la oferta y en la demanda de dólares, que en la última parte del
año podrían tener un giro respecto de los meses anteriores.
Para decirlo con
claridad: ni funcionarios ni economistas del sector privado aguardan que la
tensión desemboque en una crisis cambiaria. Al menos en el canal
"oficial". Sí, en cambio, la incertidumbre puede trasladarse al
mercado de los dólares "alternativos".
El Banco Central
vino tomando medidas para achicar lo máximo posible la demanda de divisas en el
"contado con liqui", y lo logró: las ventas en ese canal, que
apuntaban a unos u$s600 millones mensuales, no sumarían más de u$s200 millones
cada mes, de acuerdo a las estimaciones que hacen en distintas consultoras
financieras.
Por otro lado, el
Gobierno se acaba de asegurar los u$s4.335 millones en DEGs enviados
por el propio Fondo Monetario, que ya engrosaron las reservas internacionales.
Por eso mismo, las denominadas reservas "netas" -que estaban en torno
a los u$s5.500 millones- ascendieron a unos u$s10.000 millones.
El problema es que ese "regalo" del Fondo
Monetario, así como llegó, se va a ir.
Eso sucederá en
exactos 30 días -el 22 de septiembre- saldrán los primeros u$s1.880 millones
correspondientes al vencimiento con el FMI. Y dentro de 121 días -el 22 de
diciembre- habrás que pagar otros u$s1.880 millones.
Quiere decir que de
los u$s4.355 millones habrá que devolver u$s3.760 millones antes de fin de año.
Así lo
determinó Cristina Kirchner, a pesar de la sugerencia en contrario de
Guzmán, que prefería utilizar los DEGs del FMI para reforzar las reservas y
evitar cualquier zozobra en el mercado cambiario. La
vicepresidenta privilegió sacar de la campaña electoral el acuerdo con el
FMI. El compromiso de Alberto
Fernández es que ese pacto deberá refrendarse en el Congreso.
El FMI también
recomendó que esos DEGs fortalecieran las debilitadas arcas del BCRA. De hecho,
en el acuerdo que se firmará con la Argentina, el Directorio plantea un
objetivo de crecimiento de las reservas, además de la tradicional meta fiscal.
La lupa, entonces,
estará en lo que suceda con la demanda de divisas en el canal de las
importaciones. Algo se vio el jueves de la semana pasada, cuando el Banco
Central se vio obligado a vender nada menos que u$s150 millones en una sola
jornada para abastecer el apetito de empresas que van en busca de dólares
"baratos". Los dólares "oficiales'' que el BCRA vende a menos de
$100.
El superávit comercial viene
dando números holgados, que llevaban algo de paz al tensionado
mercado cambiario. Ese superávit fue de unos u$s1.500 millones mensuales.
Sin embargo, ese
saldo podría caer en las próximas semanas: por un lado debido a la
estacionalidad (que seca la oferta de los exportadores por el fin de la
cosecha) y, por el otro, por la mayor demanda de los importadores.
Estimaciones de
distintas consultoras dan cuenta de que ese superávit podría caer a no más de
u$s1.000 millones mensuales a partir de septiembre. Lo que dejaría la cuenta
del balance cambiario muy justita.
¿Qué decisión
tomará el Gobierno? ¿Negará las divisas a las empresas, que necesitan de
insumos y productos para atender la mayor demanda, ante el repunte de la
actividad económica? En una palabra: ¿Qué preferirá la Casa Rosada? ¿Correr el
riesgo de taponar la tan ansiada recuperación de la actividad económica? ¿O
correr el riesgo de una presión sobre la brecha? O sea, ¿una corriente alcista
del "contado con liqui" o del "blue"?
Desde los despachos oficiales, los principales
funcionarios del equipo económico intentan llevar tranquilidad. Sostienen que el escenario es
"perfectamente manejable".
Ninguno de los
funcionarios consultados por iProfesional admite que vayan a tomarse medidas
restrictivas adicionales. Pero, ya se vio, las medidas no se anuncian; se toman
cuando apremia la necesidad de asegurar las divisas y la paz cambiaria.
Hasta ahora, el
Gobierno alentó la expectativa de que el acuerdo con el FMI llegaría antes de
fin de año. Incluso con la posibilidad de que el vencimiento de diciembre
-también por u$s1.880 millones- pudiera ser refinanciado, con el objetivo de
quedarse con esos dólares en las reservas y despejar incertidumbres.
Sin embargo, justo
antes del fin de semana, fue el propio Alberto Fernández quien dio
un mensaje contradictorio.
"Todavía no
hay acuerdo con el Fondo Monetario. No estoy apurado por firmar un acuerdo con
el FMI, los que me apuran son los que quieren que me haga cargo de la deuda de
ellos", aseguró el jefe de Estado en la mañana del viernes.
Fernández dio
alguna precisión de las diferencias técnicas con el organismo. "Para
resolver el problema de la Argentina tengo que discutir las tasas de
interés que hoy el Fondo está cobrando y tengo que discutir los plazos en
los que el Fondo quiere recuperar ese crédito", dijo.
Se sabe: el Fondo
podría rebajar esa sobretasa que cobra al país por el sobreendeudamiento (el
propio FMI le prestó bien por encima de su cuota). Pero no abriría la
posibilidad a que el acuerdo supere los diez años de plazo. Así lo
indica su propio estatuto; y cambiarlo demandaría tiempo y un consenso entre
los principales países socios, que hoy claramente no existe.
De todas formas, el
Presidente dejó abierta la chance a que el acuerdo avance
luego de octubre. A fin de ese mes se llevará a cabo la cumbre del G20 en
Italia. Y allí, tanto los países europeos como Estados Unidos podrían habilitar
la ansiada rebaja de la sobretasa. Es lo que el propio Fernández reclamó a sus
pares de Europa en su última gira por el viejo continente.
Ese acuerdo
contemplaría una rebaja de la tasa de interés que paga el Gobierno, que hoy
está por encima del 3% anual, que es el triple de lo que cobra el organismo
porque la Argentina excedió su cuota para obtener el préstamo más grande en la
historia del Fondo.
La gran cuestión que resta develar es si el Fondo reclama un
ajuste cambiario como condición para firmar. No porque el tipo de cambio
en la Argentina se encuentre atrasado. No lo está, y de hecho existe un superávit comercial importante,
que en junio último trepó a los u$s1.500 millones.
El problema es la
brecha, que el Gobierno no logra achicar a pesar de las sucesivas medidas que
se fueron tomando, inclusive en las últimas semanas.
Ahí está el nervio
del debate. Tanto para los técnicos del FMI como para los funcionarios
oficiales. Y para las empresas y para los operadores del mercado. La brecha es
la "culpable" de la incertidumbre, por así decirlo.
¿Y entonces? Con el
arranque de septiembre comenzará -otra vez- un testeo casi diario sobre el
mercado cambiario. La Argentina, un país que parece jugar su suerte en el día a
día.
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