El proceso por el
cual un arándano viaja desde un campo hasta una góndola al otro lado del mundo
ocurre en menos de 48 horas. Un productor puede cosechar durante la mañana,
empacar por la tarde y esa misma noche realizar el enfriado de la fruta.
Durante la madrugada del día siguiente viajará en camión al aeropuerto, volará
y arribará a destino, sea Estados Unidos, Israel o Europa. Otra parte de la
cosecha saldrá por vía marítima, cuyo viaje demorará entre 17 y 25 días según
el puerto de destino.
En los últimos años
los envíos por mar cobraron mayor protagonismo debido a que los precios
internacionales disminuyeron al haber más oferta y demanda, entonces los viajes
por avión quedaron sólo para ocasiones especiales debido al alto costo
logístico.
Alejandro
Pannunzio, presidente de la Asociación de Productores de Arándanos de la
Mesopotamia Argentina (APAMA) y del Comité Argentino de Arándanos (ABC),
explicó a Ámbito: “Todo comenzó cuando la producción se expandió a nivel global
y apareció Perú como gran competidor. De no tener arándanos pasó a exportar 160
mil toneladas. Hoy cultiva en 14 mil hectáreas y proyecta aumentar 30% su
producción en 2022.
El desarrollo del
cultivo en Argentina durante esos años fue casi opuesto. En 2008 se cosechaban
arándanos en 4600 hectáreas y hoy sólo quedan 2350. Pasamos de 20 mil a 11 mil
toneladas.
Ambas situaciones
no fueron una casualidad. Perú aprovechó el aumento del consumo global y asignó
políticas expansivas en su economía afianzando tratados de libre comercio con
el Pacífico y aplicando leyes laborales flexibles que permitieron aumentar la
inversión y el desarrollo de un sector que brindaba una clara oportunidad.
Aquí la actividad
dejó atrás aquel boom que supo tener en el inicio del nuevo siglo. “Hoy quedan
poco más de 100 productores, una mitad en el litoral, otro tanto en Tucumán y
una pequeña parte en Buenos Aires. No todos están integrados, es decir que unos
pocos tienen la posibilidad de empacar y exportar, con lo cual pierden competitividad
y el control de su producto hasta que llega a una góndola”, aseguro Pannunzio.
La actividad
requiere de mano de obra intensiva en alta temporada. En cosecha, por cada
hectárea se necesitan entre 10 y 20 personas, porque el arándano se recoge de a
una fruta cuyo peso oscila los 2 gramos. Por hectárea se obtienen 15 a 20 mil
kilos que deben ser tratados con el mayor de los cuidados para no dañar el
fruto.
Esta economía
regional que se desarrolla en la Mesopotamia, Tucumán y Buenos Aires, recibió el
beneficio de la quita de retenciones y también el subsidio de un 50% a la
energía eléctrica, que los productores de Entre Ríos percibirán de manera
retroactiva a enero de este año. Este tipo de medidas sirven para fomentar las
exportaciones aunque todavía pesa sobre el sector una fuerte presión tributaria
y un diferencial cambiario que golpea igual o más duro que los derechos de
exportación.
“Por cada dólar que
en el mercado bursátil oscila los 170 pesos, a nosotros nos dan 86. Esa
diferencia, que alcanza a todos los cultivos, no llega al interior del país
como desarrollo de la economía y queda en las arcas del estado”, sentenció
Pannunzio.
Desde el Comité
Argentino de Arándanos confirmaron que las exportaciones argentinas de estos
productos alcanzaron los u$s41 millones durante el año pasado y recientemente
se organizó una ronda de negocios con empresarios de supermercados de Arabia
Saudita, un mercado que podría abrirse esta temporada y que al incluir a
Bahrein, Omán y Yemen, podría representar cerca de u$s15 millones anuales.
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