Por Walter Graziano - ¿Qué hace un buen y experimentado
jugador de fútbol cuando en plena final de un torneo de gran importancia las
cosas se complican y se reciben un par de goles en contra en pocos minutos?
¿Acelera las cosas y se arriesga a otro gol más en contra, o se detiene por un
minuto a pensar con la cabeza lo más fría posible? Esto último, ¿no es verdad?
Muchas veces en economía, como en el fútbol, eso es lo que hay que hacer a fin de que las cosas
no se compliquen en grado extremo. Y si en este exacto punto el Gobierno se
detuviera un poco a reexaminar la situación en que se encuentra para pensar con
la cabeza fría que hacer, en vez de intentar arriesgadas jugadas de incierto
final, ganaría tiempo y no se metería en más problemas de los que ya está
inmerso.
Al
respecto, si se examina lo ocurrido a lo largo de este año, se descubrirá
que en repetidas veces el Gobierno ha jugado con fuego a pesar de
lo cual las cosas no le han salido -por gran distancia– tan mal como le hubiera
podido ir con apenas un poco menos de suerte de la que ha tenido. El problema
es que intentar todo el tiempo un triple salto mortal puede resultar letal. No
basta con haberse acostumbrado a practicarlo para que las cosas salgan bien.
Veamos lo ocurrido, y cómo se ha respondido a ello, a lo largo de este
accidentado 2021.
Pues
bien, allá por febrero pasado al ministro Guzmán, ante el
hecho de que la inflación se estaba acelerando y superaba ya el 4% mensual en
un año en el que en pocos meses habría elecciones decidió, con la rapidez y
ligereza con que lo podría hacer un inexperimentado adolescente, sumergir a la
Argentina en el enésimo esquema de retraso cambiario que lamentablemente
soporta nuestro país. En aquel mismo momento nada garantizaba que esta
temeraria idea de aminorar el ritmo devaluatorio en medio de una crítica
situación de reservas como la que hace años vive Argentina saldría bien. Más
bien uno podría haber pensado todo lo contrario. Después de todo Argentina es
un país de inversores sofisticados, operadores superentrenados y pequeños
ahorristas avispados. Todos saben que esos esquemas han concluido mal aquí.
Todos menos Guzmán, claro. A pesar de ello el Gobierno entero se embarcó
en ese arriesgado proyecto de atravesar 2021 como si este año fuera un puente a
quién sabe dónde y la verdad es que las cosas le han salido hasta aquí de
manera mucho más razonable de lo que podría haber deparado el destino.
Después de todo la inflación bajó un punto mensual, no hubo los momentos de
zozobra financiera que se vivieron en la última parte de 2020 y aquí estamos,
ya más cerca del fin del año que del inicio y las discusiones económicas acerca
de cómo sigue la película no son muy diferentes ni más dramáticas de lo que
eran ocho meses atrás. Jugar con fuego, indudablemente. Triple salto mortal sin
red que hasta el momento ha salido bien. Ahora, cuánto tiempo más puede salir
bien… ya es harina de otro costal.
Esa
arriesgada movida se vino dando en simultáneo con otra riesgosa jugada que si
bien es de otra índole, tiene indudables consecuencias económicas: se trata de
la política sanitaria. Si con el retraso cambiario se
juega con fuego en lo económico, hay que convenir que en lo sanitario se lo ha
hecho aún más, porque, no nos engañemos, en las farmacias argentinas lo único
chino que debe haber son peines de dudosa calidad, y lo único ruso que los
argentinos compran seguramente es la ensalada homónima en alguna fiambrería. A
pesar de ello se hizo la gran apuesta sanitaria de vacunar a la población de
manera mayoritaria con vacunas chinas y rusas. Algunas de las consecuencias de
esa salida que nadie podía haber previsto en su sano juicio ni en sueños hace
apenas poco más de un año atrás, se pagan caro como por ejemplo cuando escasea
el segundo componente de la Sputnik, o cuando se cae en la cuenta de que las
vacunas chinas tienen menor eficacia. Vaya entonces si se habrá jugado con
fuego en este terreno. A pesar de ello y de todos los tropiezos que hubo y hay
en materia sanitaria el Congreso no ha interpelado a ningún funcionario y las
encuestas señalan que el oficialismo lejos de perder, puede ganar algunos
diputados manteniendo el control del Senado. Otro triple salto mortal que a
pesar de innumerables discusiones no terminó mal.
En
materia de las relaciones con el FMI también se
ha jugado con fuego. Argentina es el principal deudor del FMI. En 2022 deberá pagar u$s18.000 millones y en 2023 u$s19.000
millones. Uno hubiera podido suponer que con tamaños vencimientos
aproximándose, arriesgarse a llegar a las elecciones y aún pasarlas sin
concluir de manera exitosa una negociación con ese organismo podía resultar un
escollo insalvable, un pasaporte seguro a una corrida cambiaria flor y truco.
Pero no. Por lo contrario el Gobierno no solo ha logrado que el dólar se
mantenga por debajo de los niveles alcanzados casi un año entero atrás aunque
la inflación en ese período superó el 50%, sino que además cual mago en medio
de un espectáculo saca de la galera un regalo caído del cielo de más de
u$s4.000 millones que el FMI reparte por única vez y con ello consigue pagar
todos los vencimientos del año a pesar de que la situación de reservas debe ser
de las más comprometidas de lo que va de la era posconvertibilidad. Si ni siquiera empezar a negociar con el FMI a pocos meses
vista de una elección, con vencimientos de más de u$s40.000 millones con ese
organismo entre el 2021 y el 2023, casi sin reservas y sin que pase gran cosa
con las variables financieras no es jugar con fuego, entonces es difícil
entender qué lo puede ser.
Si
tanto en materia económica como en materia sanitaria se ha jugado osadamente
con fuego ni que hablar entonces del terreno político. Porque hay que convenir
que cuando el Presidente decidía participar de un ágape en Olivos con más de
diez personas o posar para una foto en la misma quinta en un asado de más de 70
concurrentes no podía pensar que ello no podría tener derivaciones políticas. A
pesar de ello, ni la oposición tensó la cuerda a grado extremo ni la coalición
gobernante se ha siquiera resquebrajado. Por lo contrario, Fernández recibió
más apoyos incondicionales de parte de sus aliados que antes de que estos
sucesos se conocieran. Vaya si el triple salto mortal habrá salido bien que se
atreve –en otra clara muestra de osadía– a difundir en los medios una filmación
del ágape en cuestión, cuestión incentivada y promovida nada menos que por la
Televisión Pública con la asombrosa e inaceptable razón de efectuar un “control
de daños”. Increíble, pero real.
Vale
decir que tanto en lo cambiario, en lo externo, en lo sanitario como en lo
político se ha jugado con fuego y no se han recibido más que leves chamuscones
de los cuales no podría haberse librado ni el más experto de todos los
bomberos.
Llegado
este punto, la gran pregunta –al menos en lo económico- es hasta dónde se va a
seguir jugando con fuego. Porque no hay que equivocarse: la deuda pública en
pesos empieza a vencer en cascada en un proceso que difícilmente va a dar
tregua de aquí a fin de año, la devaluación de 1% mensual acercándose el 2022
va a significar un problema por el retraso cambiario acumulado, la deuda interna que acumula el BCRA es creciente y no hay
ninguna señal de que ese proceso pueda frenarse, las canillas de emisión
monetaria siguen abiertas pero no ya como consecuencia del ingreso de dólares
de la cosecha sino como consecuencia puramente del déficit fiscal y los precios
de la soja y el maíz vienen ahora en un declive que nadie sabe muy bien dónde
puede terminar. Y la verdad es que podríamos seguir nombrando factores
económicos de riesgo un buen rato porque la realidad es que los hay.
En
este punto, si nos guiáramos por la historia, podríamos quizás intuir que la
respuesta del Gobierno a todo esto bien va a ser minimizar todo esto y hasta
mirarlo con un dejo de indiferencia, incluso negar la existencia de graves
riesgos, en lo que sería otro triple salto mortal, el cual, si nos guiamos
puramente por la historia, tiene amplias, grandes probabilidades de salir bien.
Sin embargo, la más elemental lógica desaconseja seguir jugando con fuego en
materia económica. La razón es más que sencilla: basta con que una sola vez el
cálculo falle y las cosas salgan mal para que se esté en una situación de la
que puede no haber retorno.
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