Por
Javier Blanco - Pese a las
promesas de Alberto Fernández en campaña, y como consecuencia de la emisión
monetaria, la deuda remunerada del Banco Central (por Leliq y pases bancarios)
superó los $4 billones. El pasivo aumentó 3,67 veces respecto del final del
mandato de mauriciomacri. Su costo creció 2,25 veces: hoy llega a $117.300
millones por mes. La contracara es la asistencia que le pidió el Tesoro para
financiar su gasto: $2,8 billones en 20 meses.
La deuda remunerada
del Banco Central (BCRA) marcó un nuevo récord, al superar los $4 billones al
cierre de la semana pasada. “Entre los bancos y los jubilados, me quedo con los
jubilados”, fue uno de los caballitos de batalla de Alberto Fernández en su
campaña presidencial. Pero ese enorme pasivo creció 3,67 veces, en $2,92
billones en su administración: era de $1,09 billones cuando asumió y alcanzó
los $4,01 billones el último jueves.
Su expansión fue
tal que, aunque la tasa de interés que el BCRA paga cayó 27 puntos (de 63% al
36% nominal anual promedio, entre lo que abona por pases pasivos y Leliq) y se
mantiene estable desde hace más de un año, el costo mensual de esa deuda
aumentó de $52.100 millones a $117.300 millones, es decir, en $65.200 millones,
o 2,25 veces.
Lo que impulsó el
crecimiento de $2,92 billones que mostró este stock en 20 meses fue la enorme y
sostenida emisión monetaria para financiar al Gobierno. En ese tiempo, el
Ministerio de Economía, a cargo de Martín Guzmán, pidió y obtuvo asistencia
financiera del BCRA por $2.844.182 millones ($2,8 billones): $757.220 millones
en concepto de “adelantos transitorios” (AT) y $2,086 billones por la remisión
de utilidades, que, en verdad, son el resultado de las devaluaciones del 50% y
40% que registró el peso en 2019 y 2020, respectivamente.
La depreciación del
peso fue lo que le permitió indexar por esa misma proporción los papeles
nominados en dólares que tienen en su activo (muchos sin valor de mercado) para
anotarse en el balance ganancias contables.
Claro que, como
sabe que la emisión espuria no es inocua en términos inflacionarios, el propio
BCRA retiró del mercado casi todo lo que inyectó. La mayor parte fue colocando
títulos a los bancos (Leliq) o tomándole préstamos (pases pasivos), aunque otro
13,5% se esfumó por haber vendido dólares de sus reservas en el mercado (lo que
le permite absorber pesos) o al sector público para que atienda pagos de deuda,
importaciones de vacunas o de energía, lo que supone una emisión sin impacto
monetario, ya que se trata de divisas que se giran al exterior.
Pero la playa de
estacionamiento alcanzó una dimensión tal que no hace más de erosionar la
escasa confianza que los agentes muestran hacia el peso, en un contexto de
inflación elevada, pese a un dólar “pisado” y una infinidad de precios y
tarifas congelados. Eso queda reflejado en la deuda que asume el ente
monetario, que adquirió un monto tal que supera en un 36% a la base monetaria
(BM), que está hoy ubicada en $2,94 billones y, aunque subió 71% desde que
asumió Fernández, lo hizo para mantener medianamente constante la oferta
monetaria, considerando que en el período la inflación acumulada llegó al 68,9%
según el IPC hasta julio último.
El resumen de datos
solo muestra que la capacidad de esterilizar pesos del BCRA, en la medida en
que no se reactive la demanda genuina, está desafiando sus límites, al afectar
en modo visible un patrimonio que no es para nada saludable. Más aún cuando la
política económica oficial no logró generar credibilidad.
Para el economista
Jorge Vasconcelos, investigador jefe del Ieral, el aumento exponencial de la
deuda revela el escaso compromiso que la clase gobernante tiene con la salud
del peso y hacia el rol del BCRA. “El déficit fiscal, que se ha vuelto crónico,
se financió con emisión en la primera versión del cepo, pero a un ritmo más
acotado, y con deuda en el gobierno de Cambiemos. Y ahora se financia con
emisión y deuda, las dos cosas al mismo tiempo. El resultado de eso es la
década de estanflación que vinimos y nos empobrece cada vez más”, describió.
Vasconcelos detalló que la “deuda remunerada del BCRA se incrementa algo más de
US$20.000 millones al tipo de cambio oficial desde diciembre de 2019, y la
deuda pública del Tesoro Nacional en otros US$20.000 millones desde diciembre
de 2019 a junio de 2021 (pasó de US$323.000 millones a US$343.000 millones)”.
Además precisó que
el problema es esa dinámica. “No es casual, sino causal, que cada presidente
tenga una inflación más elevada en su primer año y medio de gestión. En los
primeros 18 meses de Fernández, la variación mensual del IPC fue de 3,025%, con
un anualizado de 43%; cuando en igual período posterior a diciembre de 2015, la
anualizada había sido de 32,2% y del 24% en el último mandado de CFK”, detalló.
Estas cuestiones
explican por qué la economía argentina se contrajo 16% en la última década,
comportamiento que “no fue la norma en la región, donde el PBI per cápita
creció 3,6% entre 2011 y 2019”, lapso en el que cayó 12% aquí, según Ecolatina.
Como resultado de este estancamiento, la Argentina cayó al puesto 175 sobre un
total de 192 países incluidos en un ranking de crecimiento de la década en
cuestión.
Elnivelquealcanzaronlosmilesde
millones de pesos estacionados en el BCRA afecta, además, a las expectativas
inflacionarias y su crecimiento endógeno; es decir, por la contabilización del
pago de intereses, pasó a ser un problema, porque crece a una tasa que se
acerca ya al ritmo de la inflación (su valor real dejará de licuarse) y mayor
al ritmo de ajuste que se permite del dólar oficial.
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