Por
Javier Blanco - La
participación de la deuda en pesos indexados por inflación ya explica la mitad
del total de deuda pública emitida en moneda local, cuando en diciembre de 2019
era tan solo el 33%.
A ese porcentaje
llegó tras la última licitación del Tesoro Nacional de la semana pasada, cuando
captó del mercado unos $146.000 millones (apenas 65% de lo que necesitaba).
Precisamente la mitad de este total la logró mediante letras o bonos que
ajustan por CER (otro 30% lo tomó con papeles que ajusten por variación del
dólar).
Es decir, el 80% lo
captó por instrumentos con alguna cobertura, lo que revela la desconfianza
existente hacia el peso y el poco atractivo que generan los papeles a tasa
(fija o variable) a rendimientos que no aseguran mantener el poder de compra.
El sostenido nivel
de este tipo de colocaciones se dio en el contexto de una inflación que se
mantuvo elevada y fue el resultado de una de las estrategias a las que acudió
la Secretaría de Finanzas para intentar estirar los plazos de colocación,
adaptándose a la búsqueda de instrumentos de cobertura contra la pérdida de
valor del peso por parte de los inversores.
Sin embargo, esta
estrategia tampoco parece haber aportado mucho, dado que el plazo promedio del
total emitido es de 361 días, aunque en las últimas licitaciones se fue
reduciendo y fue de 322 días en la licitación del 3 de agosto.
Los analistas
explican que el aumento de la exposición de la deuda a la inflación no es un
problema en sí, pero advierten que puede ayudar a tender a perpetuarla, en la
medida en que el país no logre escaparle a la actual inercia.
En especial, porque
al estar atada al aumento del costo de vida “no se puede licuar”, que fue el
recurso al que apeló tantas veces el Estado para achicar sus pasivos.
“Desde lo macro es
un tipo de deuda que no genera problemas en sí, porque si sube la inflación el
Estado recauda más y tiene, en la medida en que la recaudación no sea afectada,
calzados de esa manera los pagos”, explicó el economista Andrés Borestein, de
la consultora Econviews.
“Eso no quiere
decir que no pueda volverse problemática, ya que si la inflación se desborda
termina afectando la tasa de crecimiento posible de la economía y generando un
problema de sustentabilidad”, acotó.
Para Borestein, el
dato más importante es que el aumento de esta deuda revela “que el mercado no
quiere arriesgarse a tomar tasa fija o variable, porque no confía en la
trayectoria proyectada por el Gobierno”. “Cuando vos no generás confianza con
tu política monetaria, no te queda otra que buscar deuda ajustada por inflación
o por tipo de cambio. Así queda expuesto el problema de credibilidad”,
concluyó.
El costo del descrédito
Más de la mitad de
la deuda en pesos emitida por la administración Fernández tiene algún tipo de
anclaje en otras variables: básicamente, inflación o variación del tipo de
cambio.
Eso no hace más que
mostrar la desconfianza hacia el peso y el descontento del mercado con las
tasas ofrecidas, aunque en el caso de las fijas ya se estiraron en la primera
licitación de agosto hasta el 45,7% nominal anual, 2,5 puntos por encima del
43,5% que proyecta el mercado (según el REM) para los próximos doce meses.
“Desde principio de
año, lo que más ha crecido de la emisión es deuda ajustable por precios. Esto
es algo que refleja que el Gobierno busca financiarse y la gente, que ve que
existe una tasa de inflación más alta de la que se había esperado, busca
refugiarse. Eso se va a ir notando más en los meses que vienen, porque la deuda
a tasa de interés fija o variable perdió atractivo. Esto porque las tasas,
aunque parecen nominalmente altas, siguen estando por debajo en general de la
inflación pasada”, explicó el economista y exfuncionario Daniel Marx en una
entrevista con el programa Es por acá, de Radio Milenium.
Marx dirige la
consultora Quantum Finanzas, que elaboró un informe para radiografiar el estado
de la deuda argentina. ese trabajo, sobre la base de datos oficiales, estimó
que:
–La deuda bruta
total alcanza un equivalente a US$342.000 millones, con lo que muestra un
aumento de US$18.800 millones desde diciembre de 2019, es decir, desde que
asumió la administración Fernández.
–La mayor parte de
la suba se originó en la emisión de títulos por US$28.700 millones, de los
cuales un equivalente a US$18.0000 millones fueron en pesos ajustables por CER.
–El 21% de la deuda
total es con organismos internacionales (13% con el FMI) y el 65% son títulos
de deuda de largo plazo.
–El 75% de la deuda
bruta es en moneda extranjera, mientras la ajustable por CER ya representa 12%.
La demanda de bonos
CER sigue firme, aunque el mercado proyecta que habrá tres o cuatro meses de
relativa calma inflacionaria, si por tal se entiende un IPC apenas inferior al
3% por mes. El problema es que ese remanso se adivina temporal. “La baja no
será duradera y se volverá insostenible. Cuando las anclas son forzadas y se
acumulan atrasos, la dinámica termina pasando factura más temprano que tarde”,
advirtieron desde Ecolatina.
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