Sábado 31 - Por Diego Cabot - La pandemia ha cambiado –o acelerado– algunos procesos. Uno de ellos, en el transporte, utilizado muy por debajo de lo que sucedía antes de la primera cuarentena, en marzo de 2020. sin embargo, los subsidios a un sistema que necesita adaptación a los nuevos tiempos se mantienen como si nada hubiese sucedido. En junio pasado, cada uno de los 18.859 colectivos que integran el área metropolitana (AMBA) recibió $737.000. La cifra puede interpretarse como una necesidad de emergencia o como un dispendio innecesario, algo así como un respirador artificial a un esquema que agoniza. Pero permita el lector darle algo de contexto como para entender de qué se trata. El Ministerio de Salud, el que conduce la ministra Carla Vizzotti, terminó mayo con $73.123 millones de ejecución presupuestaria para pelear con el coronavirus y comprar vacunas. Los colectivos que transitan por el área metropolitana –vacíos en muchos casos, o con pocos pasajeros en la mayoría–, en ese mismo tiempo, utilizaron $67.000 millones. Ahora bien, si se suman los coches del interior y los ómnibus de larga distancia, la cuenta de aporte a los transportistas subiría a $75.000millones. Bienvenido el lector a la Argentina, ese país en el que se utilizaron más recursos para lubricar el maltrecho sistema de transporte que para luchar contra el virus en el peor momento de la pandemia. Las cuentas, que realizó la nacion y que fueron cotejadas con los ministerios de Transporte de la Nación y de la ciudad de Buenos Aires, surgen de datos públicos que mes a mes compila el Gobierno a través de sus publicaciones oficiales. Ayer, por caso, el ministro de Transporte, Alexis Guerrera, se refirió a estos cálculos en su cuenta de Twitter: “Los datos en la nota de @diegocabot en @lanacion con respecto a los subsidios al transporte son correctos”. Después vino la parte de buscar responsables, siempre, según su visión: “@mauriciomacri dejó un esquema desigual de distribución de recursos que buscamos revertir trabajando en una ley federal que cambie el paradigma”. De allí surge que, durante junio, fueron destinados $6046 millones a los colectivos de la llamada Jurisdicción Nacional (son aquellos que en su recorrido tocan el territorio porteño) y $1287 millones a los que no salen de los límites de la General Paz y el Riachuelo. Además, fue un cheque de $6135 millones a los bonaerenses, que se mueven por el cordón metropolitano. Ese monto, que sumado es de $13.469 millones por mes, deberá dividirse por 18.259, que es el número de unidades denunciadas por los transportistas como operativas. Si andan y circulan todas es difícil de saber, hay poca información. Pero sobre lo que no hay dudas es que cobran por todas. Este berenjenal de millones esconde una profunda inequidad. Los 18.259 colectivos metropolitanos se reparten más de 13.000 millones de pesos por mes, mientras que las 13.500 unidades que conforman el parque del interior, $1500 millones de pesos por mes. La gran mayoría de los gobernadores han depuesto sus atisbos federales, aquellos que lucieron con fiereza para que la entonces gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal, también se hiciese cargo de la mitad de los subsidios al transporte provincial. Todos hicieron lo mismo, solo que el peso que le generaba al fisco bonaerense era determinante para los planes de la mandataria. Luego, su sucesor, Axel Kicillof, desoyó aquel pacto y jamás puso una moneda para pagar. Desde su arribo a La Plata, el dinero lo aportó la Casa Rosada. Varios líderes provinciales se molestaron, pero se encuadraron frente al Instituto Patria; optaron por callarse la boca y volver a guardar, envueltos en celofán, los libros sobre federalismo. La pandemia dejó al descubierto la necesidad de replantear un esquema que tiene un uso muy distinto al anterior a la cuarentena. Anteayer, por caso, el informe de movilidad del gobierno porteño daba cuenta de que en el subte viajaron 265.000 personas, un 3% menos que el martes pasado, pero apenas 24% del volumen habitual que viajaba antes de la cuarentena, cuando las seis líneas y el premetro trasladaban 1.112.000 pasajeros. En el tren se realizaron 624.000 viajes (2% menos que la semana pasada y 43% del volumen habitual que se trasladaba antes de iniciado el aislamiento social) y los colectivos, que son responsables del 80% de los viajes que se hacen en transporte público, movieron 5,165 millones de pasajeros, 5% menos que el martes pasado, pero 55% de la gente que se transportaba un día habitual antes de marzo de 2020. Desde aquel cierre de actividades hasta hoy han pasado 16 meses, pero nadie parece mirar con atención qué sucederá en este rubro. Por ahora, no hay debate. Eso sí, el subsidio entonces era alrededor de 50% menos por mes. “En estos meses de la pandemia confirmamos la necesidad y la urgencia de tener un transporte público flexible, que nos permita dar respuesta a una demanda cambiante. No solo los costos siguen subiendo, sino que la tarifa no acompaña. Y la recaudación aún no recuperó los niveles prepandemia”, confiaron en el gobierno porteño. Como la jurisdicción del transporte es nacional, en Uspallata miran de reojo lo que sucede. Sin embargo, hay zonas de Buenos Aires que han quedado “apagadas”, con poco movimiento. Pero en 16 meses nadie miró con intenciones de planificar lo que vendrá. Hasta ahora, la Nación no cambió ninguno de los parámetros operativos de las líneas del AMBA desde enero 2020. Dicho de otra manera, no redujo recorridos, ni ramales ni servicios en lugares donde ya no hay demanda. Tampoco se incrementaron opciones donde se necesitaron refuerzos, como en las líneas paralelas a los servicios ferroviarios que fueron restringidos en su capacidad de ocupación, por poner un ejemplo. Claro que este no es un tema que ocurre solo en la Argentina. “Estamos viendo que todas las ciudades del mundo tienen en jaque sus sistemas de transporte, con pérdida de demanda permanente. Y es a través de sus sistemas de colectivos que está logrando flexibilidad, ya que los trenes y los subtes tienen infraestructura rígida”, comentaron en el gobierno porteño. Los números que se desprenden de las cifras oficiales muestran una enorme similitud frente a lo que ocurría en aquellos tiempos previos. Por caso, solo para poner un ejemplo, Microómnibus Norte, dueña de la línea 60, en enero de 2020 declaró que servía su recorrido con 312 unidades que consumían 716.561 litros de gasoil para recorrer 1,960 millones de kilómetros por mes. En esa operación trabajaban 873 empleados. Si se miran los parámetros de junio de 2021, un año y medio después, la foto es similar. Los dueños de la línea 60 son subsidiados por la misma cantidad de colectivos (312), pero con la diferencia de que ahora consumen 882.928 litros para recorrer 1,685 millones de kilómetros. En la empresa se mantienen los mismos 873 empleados. Nada cambió en esta línea y tampoco en las decenas que la nacion miró con detalle. Por ahora, la planificación hacia un sistema de transporte distinto, resultante de los cambios de hábitos y movilidad de los pasajeros, no están en el horizonte. Todo se arregla con plata que disfrutan transportistas y gremios, ambos sentados a la misma mesa del banquete fiscal. El rango de aporte asombra. Y en el juego de las prioridades presupuestarias, colectivo mata coronavirus. @Alexisguerrera Ministro de transporte Los datos en la nota de @diegocabot en @lanacion con respecto a los subsidios al transporte son correctos. @mauriciomacri dejó un esquema desigual de distribución de recursos que buscamos revertir trabajando en una ley federal que cambie el paradigma.
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