Por Fernando Bertello - Mucho hermetismo, información compartida en dosis escasas, con muy pocos y no con los actores claves del negocio, y una relación donde se rompió la confianza, con una palabra presidencial devaluada. Entre que el 17 de mayo pasado el presidente Alberto Fernández convocó a los exportadores para decirles que cerraba las exportaciones de carne vacuna, dejando fuera de la restricción las cuotas que tiene asignadas el país, y el llamado ayer para que las entidades del campo estuvieran en una reunión de anuncio del plan ganadero, pasaron muchas cosas. Pasaron un cepo que bajó al menos un 35% las ventas al exterior, según se desprende del último informe de la Cámara de la Industria y el Comercio de Carnes (Ciccra). Y transcurrieron 14 días corridos de un cese de comercialización de hacienda por parte de la Mesa de Enlace contra esa medida. También quedó en evidencia la discrecionalidad con la que se vino manejando el Gobierno en este tema. Primero, sin hablar con los productores, aplicó un cierre de exportaciones al avisar de la medida solo a los frigoríficos. Después, sobrevino el ensayo de una negociación con parte del sector, otra vez sin los productores. En rigor, cuando el Consejo Agroindustrial Argentino (CAA) le pidió una audiencia a Fernández, concedida al otro día por el mismo jefe del Estado, se iba abrir una mesa de diálogo por el cierre de las exportaciones. Esa mesa, como ya había ocurrido antes, solo fue ocupada por los exportadores. Arrimó propuestas el mismo CAA para un plan ganadero que es la zanahoria que el Gobierno ofreció ayer a los dirigentes de la Mesa de Enlace. Un plan ganadero mientras, a la par, habrá una vuelta de tuerca al cepo a las exportaciones. El CAA, vale indicar, no negoció nada sobre restricciones, más allá del acercamiento de las propuestas para el plan ganadero. El CAA es la agrupación favorita del Presidente, con la que prefiere hablar antes que con la Mesa de Enlace, a la que recién ayer recibió luego de un pedido de audiencia de hace casi tres semanas. “Sabemos temas generales, suspensión de exportación de siete cortes, cupos de exportación al 50% más cuotas e Israel, pero desconocemos aún la letra escrita sobre cómo serán asignados esos cupos”, decía ayer por la mañana un empresario de la carne. “No hay nada”, señalaban, en tanto, con un dejo de resignación, fuentes de la Mesa de Enlace que buscaron saber algo más de con qué los esperarían en la Casa Rosada. Ya en febrero pasado, la Mesa de Enlace se había visto con Fernández luego de que el mandatario amenazó con aplicar cupos y con un aumento de las retenciones. En este contexto de hermetismo, donde el Gobierno puso en un puño a un sector que el año pasado exportó por un volumen récord de 900.000 toneladas y US$2700 millones, hay otro condimento: la poca gravitación del Ministerio de Agricultura de la Nación, que conduce Luis Basterra. Desde el Gobierno usan esa cartera para poner el marco legal, como ya lo hicieron cuando se formalizó el cierre de las ventas al exterior. Pero no tiene peso para discutir y poner en blanco sobre negro los temas claves. En rigor, quien vino teniendo preponderancia en las discusiones con la industria frigorífica fue el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, que tuvo contactos para insistir ante dirigentes con el fin de que asistieran a la Casa Rosada. En este contexto, el campo se asoma a lo ya conocido: más restricciones mientras se le ofrece la zanahoria de un plan ganadero. La fórmula del kirchnerismo se repite: en 2006, cuando cerró las exportaciones de carne vacuna, el entonces presidente Néstor Kirchner ensayó lo mismo. Se avanzó en el anuncio de un plan ganadero con la contradicción de trabar el mercado. Con el kirchnerismo, sobre todo luego con Cristina Kirchner, hubo una política de restricciones que llevó a la pérdida de más de 12 millones de cabezas de ganado y a la insignificancia de la Argentina en el mundo como exportador. El precio al público bajó algo en los primeros meses, pero después tuvo una estampida. La historia dejó su lección.
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