Por Jorge Herrera - La prima de riesgo-país de Argentina se alejó, bastante, de los niveles imaginables cuando se reestructuró la deuda, incluso llegando en estos días a superar los 1.600 puntos básicos. Así es que, lamentablemente, el riesgo argentino pasó a liderar el ranking de la región y de los emergentes, excluyendo claro a los países en default o en terapia intensiva. Desde setiembre del año pasado las paridades de los nuevos bonos vienen cayendo, tanto los que están bajo legislación local como los que están bajo ley extranjera. Más allá de los manejos del BCRA con su cartera de bonos para intervenir, indirectamente, en el mercado de cambios, el riesgo país está reflejando algo. Es una señal sintomática que hay un problema. Para muchos es que algo salió mal tras el canje de la deuda, sencillamente, porque las expectativas no cambiaron. Hoy el riesgo-país es superior incluso al vigente durante el gobierno de Cristina Fernández cuando se estaba en default. Pero si uno mira el cronograma de vencimientos de deuda en moneda extranjera con el sector privado de aquí en adelante, es insoslayable que no hay grandes compromisos por lo menos hasta 2024/25 (cuando aparecen u$s10.000 millones de capital e intereses). Puede haber algo de intereses, pero poco, unos u$s3.000 millones recién en 2024. O sea, hay por delante 3 años para recuperar el estatus de país normal. Es decir, aspirar a acercarse al pelotón de países como Ucrania o Turquía con primas de riesgo de 450 a 560 puntos. De ahí que el consenso rechaza estar hoy hablando de la necesidad de un nuevo canje de deuda. No tiene sentido. Claro que, si Argentina no logra recrear las condiciones para poder, de alguna forma, refinanciar los vencimientos de capital e intereses, eso indicaría que se están tomando medidas equivocadas, que al fin y al cabo, no generan credibilidad. Ya que cualquiera de esos países con primas de 500 a 600 puntos encuentran financiamiento para 1% del PBI. Lo que se plantea entonces no es en sí la sostenibilidad de la deuda, sino la de las políticas macroeconómicas. Siendo esto así, ¿qué es lo que está pasando o están mirando los inversores? ¿Por qué han perdido tanto atractivo estos bonos? En primer lugar no puede soslayarse que hay un factor negativo que entra a terciar, sobre todo, entre los inversores de renta fija, y es que los cupones no pagan intereses hasta 2024, restándole un gran atractivo. Algunos analistas consideran que esto responde a un problema de diseño de los nuevos bonos, pero ya es tarde, y a un problema de generar confianza. Pero como ya vimos que el cronograma de vencimientos es amigable y da respiro, entonces, lo que en el mercado vislumbran es que el camino hacia un acuerdo con el FMI, llave para aspirar a volver a asomarse a la ventanilla de los mercados de capitales, está lleno de piedras y obstáculos. En buen romance, sin un acuerdo bajo un programa de Fondo la posibilidad de acceder al mercado de capitales para refinanciar los vencimientos se reduce significativamente. Eso es lo que reflejan paridades de poco más del 30%. Implican que el mercado empezó a asignarle una baja probabilidad a la posibilidad de que el Gobierno cierre un acuerdo con el Fondo antes de las elecciones de octubre. Nadie lo ha blanqueado pero el “runrún” del mercado es que el viaje de Guzmán obedece a la existencia de grandes discrepancias en temas centrales que definen la capacidad de repago de la deuda, y por eso no se avanza y se demora el acuerdo. Es que aún si se obtiene un Acuerdo de Facilidades Extendidas (EFF) de hasta 10 años y un período de gracia, digamos, de 3 años el país debe afrontar vencimientos promedios anuales de casi u$s6.500 millones. Y a estos compromisos hay que agregarles los vencimientos de bonos en moneda extranjera. Toda esta cantinela proyecta desde 2025 un flujo de vencimientos promedio cercanos a los u$s15.000 millones anuales (hoy casi 3 puntos del PBI). Muy complicado. Los precios de los bonos son atractivos, sin embargo, no seducen. Se requiere del aval del FMI para barajar y dar de nuevo y volver a los mercados. |