Poe Diego Cabot - El
impuesto a las ganancias, quizás el tributo más justo que pagan las sociedades
maduras, ha quedado nuevamente en medio de una fuerte polémica producto de la
improvisación y las miserias electorales. El esquema que lo regula, a partir de
los cambios que propuso el Gobierno, es una estructura emparchada, llena de
baches legales, que consagra una enorme injusticia entre quienes trabajan por
su cuenta, emprenden y dan trabajo y los que se ganan la vida en relación de
dependencia.
Eso no es todo:
dentro de este universo empezarán a penarse el mérito y las mayores
responsabilidades. En poco tiempo, los jefes cobrarán menos en el bolsillo que
sus empleados. Maravillas de una Argentina que agobia con impuestos.
Ganancias se
posicionará como otro de los impuestos que se cobran por el dinero que pasa por
las cuentas de los trabajadores o los autónomos. No se trata de gravar el
acopio de dinero que queda después de sostener a una familia, gastar en
educación, esparcimiento o salud. Se sumará a Ingresos Brutos y al impuesto a
los créditos y débitos que no les importa si lo facturado, en el primero caso,
o lo que pasa por una cuenta bancaria es ganancia o no. Todo tributa por el
monto bruto.
Además del costo
fiscal, la polémica se instaló no solo por el piso de 15 salarios mínimos
vitales y móviles (SMVM), sino por el abandono que se hizo de los autónomos y
por la falta de equilibrio a la hora de calcular el impuesto a los que sí
quedaron dentro del régimen de aportes.
No hay dudas de que
los asalariados en relación de dependencia que cobren menos de 15 SMVM no
pagarán nada. Eso merece un asterisco: los $1,77 millones que ahora surgen como
piso para estar exento cambiarán en pocos días, ya que el decreto establece que
será de acuerdo con lo que se fije en el indicador de octubre. Es decir que
podría aumentar al menos 10%, por lo que quedaría cerca de los $2 millones.
Lo que no debe
confundirse es el piso para no pagar ($1.770.000 millones) y el mínimo no
imponible. Suena técnico, pero es vital para entender. Sucede que el que cobra
$1.770.001, es decir, una moneda de aro dorado y centro plateado, por encima de
ese piso no paga por el excedente de este monto, sino que lo hace desde el
mínimo no imponible. Por lo tanto, como aquellos no se actualizaron desde
enero, pues la retención lo llevaría muy por debajo del sueldo de bolsillo del
que cobra un peso menos.
Así las cosas, en
el mercado laboral se quita todo tipo de incentivo a crecer, ya que un aumento
de sueldo por mayores responsabilidades podría ocasionar que el superior cobre
menos que el dependiente.
Este ridículo
impositivo ya sucedió en épocas del segundo mandato de Cristina Kirchner.
Entonces, la norma exceptuó a quienes estaban por debajo de un ingreso. La
excepción fue a la persona y no al universo de quienes estaban en similares
condiciones. Se pudo haber dado el caso de un empleado que quedó fuera del
alcance y luego ascendió, cobró más, pero nunca fue obligado a tributar.
“La Constitución
dice que la igualdad es la base del impuesto. Eso no es ni debe ser literal,
sino medida en base a lo que cada uno pueda contribuir. El tratamiento
particular que se pretende dar a los empleados en relación de dependencia es
contrario al principio de igualdad. Con manipulaciones sencillas se puede
abusar de los límites para quedar fuera del impuesto. Quienes trabajan en forma
independiente o manejan pequeños comercios entran al impuesto a tasas del 35%,
igual que una corporación de 1000 empleados”, dice Fernanda Laiún, especialista
en impuestos del estudio Laiún, Fernández Sabella & Smudt.
Cesar Litvin,
tributarista del estudio Lisicki Litvin & Asociados, sostiene que el tema
no es la alícuota, sino las escalas. “El mundo tiene alícuotas altas. Ganancias
es el impuesto más justo porque pagan los que más tienen. Pero el problema es
que no existe la inflación. Además, el contribuyente argentino tiene una enorme
carga impositiva en el consumo, que en los alimentos está entre el 40 y el
60%”, dice.
Ahora bien, qué
sucede con los autónomos, los grandes relegados de las decisiones impositivas
en el país. Quizá la respuesta la dio un gobernador peronista cuando le
acercaron un proyecto de ley para reformar también ese régimen. Con esa
sinceridad bizarra que caracteriza a muchos dirigentes, sentenció: “Lo que pasa
es que los autónomos pueden manejar sus ganancias, con gastos falsos o
cualquier artilugio contable”. Algo así como asumir la ineficiencia de la AFIP
y desde esa hipótesis legislar y entregar incentivos para que se pasen a la
economía en negro o al dibujo tributario.
“El sistema debe
ser repensado en su integridad para garantizar la equidad y la igualdad a
partir de su universalización utilizando una razonable aplicación de categorías
y porcentajes medidas por la capacidad contributiva”, finalizó Laiún.
Mientras, el
Gobierno adopta decisiones espasmódicas. Eso sí, en su deambular se hace
acompañar por los gremios, verdaderos lobistas del cambio de Ganancias.
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