Por Carlos Pagni - El
triunfo de Javier Milei en las PASO ha sido una novedad de tal magnitud que
desencadenó, a la vez, otros fenómenos inesperados. Son comportamientos que
corroboran que Una liturgia para inocular a Milei
el país ha
ingresado en una nueva era. Anteayer, en la villa 21-24 de Barracas, se produjo
uno de esos acontecimientos infrecuentes. Más de 40 sacerdotes que trabajan en
barrios populares, encabezados por el obispo Gustavo Carrara, que es el
responsable de la pastoral de villas de emergencia, celebraron una misa para
desagraviar al papa Francisco. Hace cuatro años, el Pontífice había sido
calificado por Milei como una representación de “el Maligno”, que difunde el
comunismo alrededor del planeta. El oficio sirvió también para condenar el
individualismo extremo que caracteriza la visión social del candidato de La
Libertad Avanza.
La realización de
esa ceremonia permite calibrar el estado de alarma en el que entró un sector de
la Iglesia Católica ante el éxito de Milei. Para comprender ese estupor
conviene recordar algunas declaraciones que Jorge Bergoglio formuló en las
numerosas entrevistas que concedió con motivo de los diez años de pontificado.
El Papa alertó sobre al ascenso de una nueva derecha impulsada por el grado de
dispersión que presenta la dirigencia política. No se refiere solo a la
Argentina. De hecho, él suele regalar a los políticos que lo visitan el libro
Síndrome 1933, de Siegmund Ginzberg, un escritor marxista, nacido en una
familia judía de Estambul, que emigró a Italia durante la niñez. El trabajo
reconstruye el clima que se respiraba en Alemania durante la llegada de Adolf
Hitler al poder en enero de aquel año. “Les tengo miedo a los salvadores sin
historia. Cuando veas un salvador sin historia, sospechá”, dijo Bergoglio en
uno de esos contactos con la prensa. También dio otro consejo: “Para discutir
con la ultraderecha hay que hablar de justicia social”.
En la misa de
Barracas se escuchó un eco clarísimo de estas reflexiones. José María Di Paola,
el célebre padre Pepe, realizó durante la homilía una encendida defensa del
Papa. Recordó, sobre todo, su trabajo con los más pobres y sus recorridos por
las villas. De inmediato pasó a criticar a Milei y su menosprecio por la
justicia social. El candidato de La Libertad Avanza repite en todos sus
discursos que, en vez de tratarse de un valor, es una inmoralidad basada en el
robo. Para la Iglesia, confrontó Di Paola, la justicia social tiene raíces evangélicas.
Además de la
homilía del padre Pepe, la multitud que acudió a la convocatoria de los curas
villeros escuchó una declaración. Fue elaborada para dejar a salvo un aspecto
controvertido de la iniciativa. Muchos católicos, entre los cuales se cuentan algunos
sacerdotes, están incómodos con que se entienda que se ha celebrado una misa,
es decir, se ha administrado un sacramento, “contra alguien”. Los que
participaron de esa liturgia aclaran que fue solo en defensa del Papa.
La declaración fue
mucho más explícita. En uno de sus párrafos, leído por el salesiano Carlos
Morena, planteó una duda sobre la estabilidad emocional de Milei y, en
consecuencia, sobre su capacidad para ejercer la presidencia.
Hay que remontarse
mucho tiempo en la historia y aun así es difícil encontrar una intervención tan
clara de un sector del clero para tomar posición en una discusión electoral. La
Iglesia ha participado muchas veces del proceso político, pero, en general, lo
ha hecho para tomar distancia de determinados gobiernos. No para alertar sobre
un candidato. Milei provocó este cambio de actitud. Mejor dicho: el triunfo de
Milei. Porque las diatribas a las que los defensores de Bergoglio contestaron
fueron pronunciadas hace más de cuatro años. ¿Hubo, en aquel entonces, algún acercamiento
del candidato con el Papa, mediado por un empresario amigo de los dos? En el
entorno de Milei dicen que sí. Trivialidades. Lo relevante es que existe solo
un episodio que guarda algún aire de familia con la irrupción del padre Pepe y
sus compañeros en la arena electoral: la recriminación subliminal que se
expandió por las capillas más humildes del conurbano contra la candidatura de
Aníbal Fernández en la campaña de 2015. ¿Milei será la nueva “Morsa”? Para
certificar las presunciones del Papa y sus acólitos llegó a Buenos Aires el
ultraconservador Tucker Carlson, despedido de Fox News porque su militancia en
favor de Donald Trump hasta en esa cadena resultaba excesiva. Carlson, que
cuenta con 10 millones de seguidores en X, se propone globalizar a Milei.
Que sean los curas
villeros quienes se pronunciaron sobre el candidato de La Libertad Avanza tiene
varios significados. Por un lado, deja en evidencia el silencio de otros
sacerdotes. Es llamativo: un sector del clero cree que la situación es tan delicada
que merece una misa, pero el Episcopado sigue sin pronunciarse. Sin ir más
lejos, 30 obispos y 800 sacerdotes están reunidos desde el lunes en Córdoba y
todavía no salieron en defensa del jefe de la Iglesia universal.
Por otro lado, la
identidad de estos vindicadores de Bergoglio está asociada a una preocupación:
el mensaje de Milei está calando en las franjas más vulnerables de la sociedad,
en especial entre los jóvenes. Fue también un hombre de la Iglesia, el jesuita
Rodrigo Zarazaga, quien una semana antes de las primarias detectó, a través de
una encuesta presencial realizada en las villas del Gran Buenos Aires, que
entre los votantes de menos de 25 años la simpatía por Milei llegaba al 21%.
Cuatro puntos menos que la adhesión a Sergio Massa. Se trata de otra novedad
difícil de decodificar, sobre todo para los parámetros conceptuales de Di Paola
y sus hermanos: se expande en los barrios populares la prédica de alguien para
quien la justicia social es poco menos que un delito. Un detalle: mientras se
llevaba adelante la liturgia en la villa 21-24, el candidato de ultraderecha
atraía a los vecinos de las zonas postergadas de La Matanza y Merlo, en una
caravana que las de Carlos Menem en las postrimerías de los 80.
Los organizadores
de la misa pusieron un empeño especial en que no quedara identificada con los
competidores de Milei. Se encargaron, por ejemplo, de disuadir a algún miembro
del equipo de campaña de Massa que quería participar. No lo consiguieron del
todo. Entre los asistentes estuvieron el exembajador en la Santa Sede Eduardo
Valdés; el ministro de Defensa, Jorge Taiana; el excanciller Felipe Solá. Los
voceros del ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro, difundían el link a
través del cual realizar la conexión online con la ceremonia. En el comando de
Massa ayer celebraban: necesitamos que ahora lleven la misma iniciativa al
norte del país, donde Milei también tiene un atractivo descomunal, similar al
del conurbano.
El peronismo,
amenazado
Otra rareza: el
peronismo se siente amenazado por un líder de la ultraderecha que se presenta
como un fundamentalista del mercado. Es comprensible la alegría de ese partido.
Los sacerdotes que celebraron la misa de Barracas prestan un servicio
invalorable a una dirigencia oficialista que, carcomida en la capacidad para
representar a su antigua base, debe defender la justicia social avergonzada por
cifras ominosas: 40% de pobreza, más de 120% de inflación. La prédica de la
solidaridad y la justicia social sale ahora de la boca de gente que, por su estilo
de vida y el compromiso con sus creencias, no podría ser incluida dentro de la
“casta”. Gigantesca paradoja: los discípulos dilectos de Bergoglio terminan
prestando un servicio involuntario al dirigente político por el que su padre
espiritual siente más antipatía: Sergio Massa.
El
candidato-ministro sigue disimulando que su carrera es un vía crucis. Divulga
fantasmagóricas encuestas en las que aparece dirimiendo una segunda vuelta con
Milei. Es el principal argumento para crear una expectativa que le permita
reclamar ante gobernadores e intendentes que no promuevan el corte de boleta
contra su candidatutular ra. Con la autoridad que le otorga su propia foja de
servicios, Massa pide que no lo traicionen. La primera prueba la tendrá este
sábado, cuando se reúna en Tucumán con gobernadores peronistas en un acto
organizado por Juan Manzur, quien después de no ser vicegobernador tampoco pudo
ser candidato a vicepresidente. Esta segunda frustración se la debe a Massa,
que derribó su fórmula con Wado de Pedro.
El ministro del
Interior es el jefe de campaña de Massa. Casi ni se lo nota. Por suerte
apareció Malena Galmarini, que tomó el quinto piso del edificio donde trabaja
el equipo de su esposo. Allí ella señala traidores y promete venganzas. Nadie
sabe si quiere sacar a Massa de la depresión de la derrota o si se trata solo
de encontrar una terapia ocupacional que la libere de su propio fracaso ante
Julio Zamora en Tigre. De Pedro aprovecha que vinieron a reemplazarlo. Ni
siquiera asiste a las reuniones convocadas por Alberto Dalla Via en la Cámara
Nacional Electoral para organizar el debate entre candidatos del 1º de octubre.
Los intereses de Massa quedaron a cargo del otro delegado, Juan Manuel Olmos,
quien llegó a un primer e inesperado acuerdo con Karina Milei, “el jefe” de
campaña de su hermano: que el público no pueda hacer preguntas. Aventaron dos
fantasmas: la inflación descontrolada y el mercado de venta de órganos. Pacto
Olmos-Karina. ¿Un espejo que adelanta? Patricia Bullrich, representada por su
leal Martín Siracusa, desde que el ultramauricista Hernán Lombardi empezó a
faltar a las reuniones. ¿Las críticas a Macri habrán convertido a Lombardi en
el Wado de Patricia?
Los desaires de De
Pedro son solo un aspecto de las mortificaciones que Cristina Kirchner y La
Cámpora imponen a Massa. El candidato había cerrado un acuerdo verbal con las
grandes petroleras para reducir un 8% el precio del crudo de la variante
Medanito. Como nada es gratis, se les concedió a las empresas que pesifiquen
las retenciones a las exportaciones, para pagarlas en seis cuotas sin interés a
partir de marzo. A Carlos Castagnetto, tirecordaba de la AFIP y casi un
pariente más de los Kirchner, le pareció un abuso. Firmó una resolución por la
que el diferimiento tendrá un costo de 5,6% de interés. Es otra de las
excentricidades de estos días: un conjunto de experimentados hombres de
negocios, nada menos que vinculados al petróleo, creyó en la palabra de Massa,
sin chequear qué pensaría la vicepresidenta.
El mismo percance
tuvo Santiago Peña, el presidente del Paraguay. Confió en que Massa dejaría de
cobrar un peaje unilateral en la Hidrovía, como había prometido, sin advertir
que ese negocio está en manos de La Cámpora. Los funcionarios de esa agrupación
quieren seguir percibiendo un canon para compensar a las empresas contratistas
que realizan el dragado. “Santi” Peña respondió: “A Massa no le compraría un
auto usado”. Se ve que los petroleros no lo escucharon.
La misma
subordinación obligó a Massa a imponer una suma fija para mejorar los salarios.
Fue una exigencia de Cristina y Máximo Kirchner. Pero varios gobernadores se
desacataron. Entre ellos, una difícil de imaginar: Alicia Kirchner. El rigor de
la familia conductora hizo que el ministro pagara un costo también frente a las
autoridades del Fondo Monetario Internacional.
Para justificar
ante su jefa que debía devaluar 20% la moneda, Massa alegó que se trataba de
una conquista, porque le habían pedido 100%. En Washington dicen, con todas las
letras, que es mentira. Y que opera contra los intereses de él mismo: ahora
muchos esperan el 80% que falta.
Mientras tanto, en
algún lugar de Ciudad Gótica, los Massa vigilan sus negocios. En la empresa
AySA, por la que Sergio le transfiere a Malena miles de millones de pesos,
comprarán 600 autos Renault, modelo Kangoo Express, por el equivalente a 42.000
dólares cada uno. Es decir, 10.000 dólares más caros de lo que se puede
conseguir en el mercado.
El dirigente de La
Cámpora y vicepresidente de la empresa, Martín Reibel, no intervino en el
proceso.
No es el único
reducto del Estado donde se realizan pases de dinero de último momento. En
Mendoza, el gobernador Rodolfo Suárez precipita la concesión de yacimientos de
potasio a un empresario incógnito. Y en la ciudad de Buenos Aires circula una
versión, cada vez más insistente, que afirma que Eugenio Burzaco fue desplazado
del Ministerio de Seguridad con la excusa, arbitraria, del crimen del ingeniero
Mariano Barbieri. La verdadera causa es que Burzaco se habría negado a firmar
una megalicitación por los servicios de seguridad privada. Al parecer, urgidos
por la recaudación de la campaña, algunos dirigentes establecieron compromisos
con empresas a cuenta de concesiones en distritos que después no se ganaron.
Ahora las cuentas no cierran. Jorge Macri, probable futuro jefe de gobierno,
mira a la distancia como quien dice “no es problema mío”. Secretos que se
guardan bajo siete sellos en algún lugar del Uruguay. Toda la política trabaja,
en plena pelea proselitista, para Javier Milei. Para dicha de Bullrich y de
Massa, aparecieron los curas villeros.ß
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