Por Joaquín Morales
Solá - Cristina Kirchner y la jueza Ana María Figueroa están dispuestas a
arrastrar a la Justicia hasta la vergüenza y el barro. Figueroa es magistrada
(¿o era?) de la Cámara de Casación Penal, la más alta instancia penal del país,
pero cumplió el 9 de agosto los 75 años que fija la Constitución para que los jueces
se jubilen.
Figueroa, que
ocupaba la presidencia del cuerpo, es una jueza cercana al kirchnerismo; de
hecho, validó verbalmente la teoría cristinista de la “persecución judicial” a
la vicepresidenta. Por indicación de Cristina Kirchner, el gobierno de Alberto
Fernández le pidió al Senado un nuevo acuerdo por cinco años más para Figueroa
(trámite que establece la Constitución como requisito obligatorio para seguir
siendo juez después de los 75 años), pero la vicepresidenta no consiguió hasta
ahora el quorum necesario para que la Cámara alta sesione. Sucede el hecho
absurdo de que los bloques de la oposición no quieren que el Senado sesione
porque en cualquier momento el kirchnerismo podría incorporar el tratamiento
del acuerdo de Figueroa, que va acompañado del acuerdo a 73 nuevos jueces, casi
todos muy cercanos a la vicepresidenta.
En un momento
crucial en el que la política debate sobre cómo serán los próximos cuatro años
y, sobre todo, cómo serán los próximos casi cuatro meses que le quedan de
mandato a Alberto Fernández, la vicepresidenta tiene la mirada fija en la
Justicia, porque está segura de que lo que viene será algo muy distinto de lo
que ella promovió durante los últimos 20 años. Para ella, es probable que ganen
Javier Milei o Patricia Bullrich, pero no cree (hace rato que no cree) en un
triunfo de Sergio Massa. Solo acompañó la nominación presidencial del ministro
de Economía porque intuye que puede hacer mejor elección que cualquier otro
candidato peronista y que, de ese modo, ella se quedará con importantes bloques
parlamentarios. Solo cree en eso. Su fe electoral se limita a esa módica
convicción.
Ayer, sucedió un
hecho estrafalario en la Cámara de Casación. Figueroa había pedido licencia
como presidenta de esa cámara cuando cumplió 75 años; también anunció entonces
que no firma ría ninguna resolución hasta contar con el acuerdo del Senado.
Pero ayer cambió de opinión. Ante una convocatoria extraordinaria para una
reunión del plenario de jueces de esa cámara que iban a tratar el caso
Figueroa, fue esta la que se sentó en el sillón del presidente, dijo que
reasumía sus funciones y que hubo un error cuando los otros jueces creyeron en
su licencia como titular del cuerpo. La cámara había quedado bajo la
presidencia del vicepresidente, el juez Mariano Borinsky, quien no le disputó
la función que Figueroa se autoatribuyó. Figueroa hizo un largo alegato en el
que mezcló denuncias paranoicas sobre su puestas persecuciones a ella con
acusaciones de misoginia sobre los demás magistrados. Los otros jueces habían
llevado a la reunión la idea de crear una nueva mesa directiva con Borinsky
como presidente; con Daniel Petrone como vicepresidente primero, y con Diego
Barroetaveña como vicepresidente segundo. Pero la decisión debe Figueroa a de
regresar a su cargo de presidenta impidió que lo jueces avanzaran en su
definitivo relevo, a pesar de que un grupo de magistrados mantuvo su objeción a
las pretensiones de la jueza alzada contra la Constitución.
Sin embargo, el
juez Carlos Mahiques fue el único, según trascendió, que no reconoció la
presidencia de Figueroa, que se dirigió siempre a Borinsky como titular del
cuerpo y que pidió que se votara el desplazamiento de la jueza cuestionada y el
nombramiento de un juez subrogante en su lugar. No tuvo los números suficientes
porque muchos prefirieron darle la oportunidad de una licencia. El juez
Alejandro Slokar hacía a su vez de abogado defensor de Figueroa; Slokar
simpatiza también abiertamente con el kirchnerismo. Llama la atención que no
hubiera una mayoría necesaria en la Casación como para reclamarle a Figueroa el
respeto a la ley o que no haya existido una conducción en esa cámara en
condiciones de fijarle a la jueza sus definitivos límites.
Una de las
preguntas que circulan en los tribunales es si Figueroa realmente sigue siendo
jueza o ya no lo es. Desde la reforma de la Constitución de 1994, la Corte
Suprema de Justicia tuvo dos jurisprudencias sobre la edad límite de los jueces
para ejercer sus cargos. La reforma incorporó que los jueces deben jubilarse a
los 75 años, salvo que cuenten en el momento del cumpleaños con un nuevo
acuerdo del Senado por cinco años más. Sin embargo, la Corte que existió en
tiempos de Carlos Menem declaró nulo de nulidad absoluta ese artículo en el
llamado “caso Fayt”; de esa manera, el máximo tribunal del país le permitió al
entonces juez Carlos Fayt seguir siendo miembro de la Corte. Mucho tiempo
después, en 2017, una Corte Suprema con otra composición cambió radicalmente la
jurisprudencia del tribunal en el llamado “caso Shiffrin” y estableció que los
jueces deben respetar ese mandato constitucional sobre la edad de los
magistrados. Una corriente de jueces interpreta que, luego de la última
resolución de la Corte, los jueces deben contar el día de su cumpleaños número
75 con un nuevo acuerdo del Senado y hasta con el decreto del Presidente que
los designe nuevamente. Si no tuvieran ambas cosas (y es el caso de Figueroa),
cesan automáticamente en el ejercicio de sus cargos, sostienen esos
magistrados. De ahí, entonces, el enorme escándalo que promovió el caso de
Figueroa.
Varios jueces aseguran
también que la continuidad de Figueroa en la presidencia de la cámara podría
servir para cuestionar en el futuro todas las decisiones de esa crucial
instancia penal del país. De todos modos, la mayoría de los jueces de la
Casación anticiparon que en la reunión de hoy del cuerpo se aprobará el pedido
de licencia extraordinaria de Figueroa, se designarán nuevas autoridades del
cuerpo y se nombrará al juez subrogante que reemplazará a la jueza refutada.
“Figueroa solo tiene a Slokar y a Ángela Ledesma. A nadie más”, aseguran. Si
todo resultara así, los jueces de la Casación le habrán pasado el problema a la
Corte Suprema, que deberá decidir sobre la licencia de Figueroa. Es improbable
que el máximo tribunal trate esa licencia porque estaría desdiciéndose;
aceptaría la condición de jueza de quien, según la Corte, no reúne ya las
condiciones para serlo.
Un aspecto
especialmente polémico fue la decisión del Consejo de la Magistratura de
pagarle íntegro a Figueroa el sueldo de agosto, cuando supuestamente ella dejó
de ser jueza el 9 de ese mes, cuando cumplió 75 años y no tenía el acuerdo del
Senado para seguir en el cargo. Versiones del Consejo de la Magistratura
señalan que la culpa radica en la Cámara de Casación porque no le informó
formalmente de la situación de Figueroa. Funcionarios de la Casación aseguran,
a su vez, que esa instancia se pudo demorar unos diez días, pero que la
comunicación sobre Figueroa salió en agosto hacia el Consejo y hacia la Corte
Suprema. Nadie se pone de acuerdo.
Para peor, esa
jueza integra la Sala I de la Cámara de Casación junto con los jueces
Barroetaveña y Petrone, ambos considerados magistrados buenos e independientes.
Esa sala debe revisar el sobreseimiento de Cristina Kirchner y sus dos hijos,
Máximo y Florencia, en el caso Hotesur y Los Sauces por supuesto lavado de
dinero en hoteles y edificio de la poderosa familia política. El sobreseimiento
lo decidió un tribunal integrado por los jueces Daniel Obligado y Adrián
Grünberg con la disidencia de la jueza Adriana Palliotti. El mismo juez
Obligado, como integrante de otro tribunal, sobreseyó a Cristina Kirchner,
también antes del juicio, por el caso del memorándum con Irán, denuncia que
inició el fiscal Alberto Nisman pocos días antes de ser asesinado. La misma
sala de Casación que integran Figueroa, Barroetaveña y Petrone tiene también
que resolver si revoca o no este sobreseimiento. Obligado es el mismo juez que
le permitió al exvicepresidente Amado Boudou, en medio de la cuarentena por la
epidemia de Covid, cumplir en su casa la condena efectiva a prisión por el
“caso Ciccone” con el argumento de que debía ayudar a cuidar a sus hijos.
Obligado nunca falta ni tampoco cree conveniente un imprescindible juicio para
establecer si un poderoso es culpable o inocente.
Otra pregunta común
en los tribunales refiere a por qué Cristina Kirchner le dedica tanto esfuerzo,
energía y tiempo a una jueza que integra un tribunal en el que está en franca
minoría. La respuesta más habitual es que se trata de un mensaje de la
vicepresidenta a los jueces que la ayudan en las varias y muy complicadas
investigaciones judiciales que la asedian. Cristina Kirchner sabe desde hace
tiempo que el gobierno de Alberto Fernández será el último gobierno
kirchnerista por mucho tiempo al menos. Sean los cambiemitas o los libertarios
lo que vendrán, lo cierto es que la Justicia se encontrará liberada para
aplicar sentencias sobre la corrupción en tiempos de los Kirchner. Por eso, la
vicepresidenta no solo quiere tener un gesto con Figueroa, que siempre le fue fiel,
sino también darles acuerdo a 73 jueces nuevos. En rigor, mucho creen que
Figueroa es solo la máscara de la operación política para nombrar a esa camada
de jueces propios. Tal inferencia es lo que espolea a la oposición de Juntos
por el Cambio a no dar quorum en el Senado; teme que en cualquier reunión del
cuerpo se filtre el acuerdo a Figueroa y a los otros jueces.
Cristina Kirchner
no se equivoca. Ayer se conoció un informe de Fabiana León, la fiscal del
tribunal oral que juzgará la causa de los cuadernos, la mejor biografía escrita
sobre la corrupción kirchnerista. León señala que hay 159 imputados y 26
calificaciones jurídicas. Se juzgarán en esa causa 540 hechos de supuesta
corrupción. Se ofrecieron 899 testigos. Son cifras enormes, casi inasibles.
Tanto la fiscal León como los jueces que integran ese tribunal oral (Enrique
Méndez Signori, Germán Castelli y Fernando Canero) tienen fama de
independientes y honestos. No hay tregua para Cristina Kirchner. Esa
investigación la inició el periodista Diego Cabot y la perfeccionaron luego el
entonces juez Claudio Bonadio, ya muerto, y el fiscal Carlos Stornelli. El
comienzo del juicio se demora por varias razones. Una de ellas son los
innumerables planteos que más de 150 estudios jurídicos hacen permanentemente
para postergar el momento en que se conocerá cómo fue todo aquello.ß |