Por Diego Cabot - Si
alguna característica estampará el kirchnerismo en la historia de la burocracia
estatal es la enorme cantidad de empleados públicos que incorporó. Esta vez,
Sergio Massa, ministro de Economía y candidato, fue autorizado a pasar a planta
permanente a 799 personas que hasta ahora tenían contratos precarios.
Sucede después de
que el Gobierno dispuso, poco antes de asumir Massa en el ministerio, un
congelamiento de vacantes en el Estado. En los últimos meses, decenas de
resoluciones autorizaron llamados a concurso para cubrir cientos de cargos en
ministerios y organismos estatales.
El proceso de
“regularización” empezó en 2008, mediante la firma de un convenio colectivo con
la Unión del Personal Civil de la Nación (UPCN). El 5 de septiembre de ese año,
la entonces presidenta Cristina Kirchnery Massa, sujefe de Gabinete,
homologaron el convenio mediante el cual se reguló el empleo público.
Luego avanzaron
con los concursos.
Además de Massa, el
Ministerio del Interior cubrirá 328 cargos en su planta permanente, y el de
Seguridad, 200, entre otros. Estas medidas le quitarán capacidad de acción al
próximo gobierno a la hora de plantearse un ajuste en el gasto en personal.
Según una de las
acepciones del Diccionario de la Real Academia (RAE) una persona incontinente
es alguien que no se contiene. Esa patología se le podría diagnosticar a la
gran mayoría de los funcionarios de los cuatro gobiernos kirchneristas, que no
pueden parar de sumar empleados a la planta permanente del Estado. Para ellos
no hay cepo ni prohibición o restricción que los controle.
Esta vez, Sergio
Massa, el ministro de Economía y candidato que ajusta a gran parte de los
argentinos, tiene autorización para que pasen a planta permanente 799 personas
que hasta ahora tenían algún tipo de contrato más precario.
En los últimos
meses, decenas de resoluciones autorizaron llamados a concursos para cubrir
cientos de cargos en ministerios y organismos estatales. Eso sí, los que no
trabajan en el Estado se encuentran impedidos de participar. Todo es cerrado.
El proceso de
“regularización”, como lo llaman en la Jefatura de Gabinete, no es más que una
negociación que empezó en 2008 mediante un convenio colectivo con la Unión del
Personal Civil de la Nación (UPCN) cuando el 5 de septiembre de 2008, la
entonces presidenta, Cristina Kirchner; el jefe de Gabinete, Sergio Massa, y el
Ministro de Trabajo, Carlos Tomada, homologaron el convenio colectivo mediante
el que se reguló el empleo público.
“En el marco del
Plan Integral de Regularización del Empleo Público iníciese el proceso para la
cobertura de 799 cargos vacantes y financiados de la planta permanente del
Ministerio de Economía”, dice la resolución publicada en el Boletín Oficial.
La contratación en
masa de Massa tiene varios ribetes. Como se dice en los considerandos, la
medida no aumenta “la dotación de empleadas y empleados públicos ni tampoco
incrementa los costos” para el Tesoro.
Lo que se intenta
es pasar contratados a planta permanente, es decir, premiar a los que ya
ingresaron al Estado sin examen u oposición. Los referidos de la política, que
jamás presentaron antecedentes para cubrir vacantes, pasarán ahora de un
esquema relativamente precario a la estabilidad laboral más pétrea que tiene el
sistema laboral argentino.
Las consecuencias
no parecen ser solo presupuestarias, sino que también son operativas. De hecho,
le quitan margen de acción al próximo gobierno. Sucede que los empleados que mayoritariamente
acceden a contratos públicos provienen de los vecindarios cercanos a los
intereses políticos de los funcionarios. “El carguito”, un aspiracional de gran
parte de la militancia, no necesita antecedentes académicos o profesionales,
sino más bien cercanía con el poder de turno. La forma en que se concede ese
ingreso al club del empleo público es mediante contratos.
Esos contratos
empiezan a rodar en un carretel eterno de vencimientos y renovaciones. Pero
cualquiera podría interrumpir ese andar constante y empezar a ordenar el
plantel técnico o, por caso, hacerlo competir por antecedentes con postulantes
externos. “El pase a planta”, otro aspiracional, impide esa posibilidad.
Pero la
contratación en masa de Massa no es todo. El mismo día, la Jefatura de Gabinete
autorizó que se sumen 30 empleados más a la planta permanente de la Procuración
del Tesoro. Mismas condiciones, mismos requisitos. Unos días antes, se fueron 5
para el Ministerio de Mujeres, mientras que el 24 de agosto hubo 16 cargos autorizados
para la Caja de Retiros y Jubilaciones de la Policía Federal, y 200 para el
Ministerio de Seguridad.
Entre julio y
agosto se abrieron dos concursos para 328 cargos en el Ministerio de Interior.
En julio, además, hubo 102 para el Instituto Nacional de Vitivinicultura y 198
para la Jefatura de Gabinete; 19 para el Ministerio de Trabajo, y 17 para el
Consejo Nacional de Coordinación de Políticas Sociales, entre otros.
Un mes antes se
abrió el concurso para pasar a planta permanente 80 empleados de la Superintendencia
de Seguros de la Nación, mientras que la Jefatura de Gabinete se aseguró unos
205 cargos.
El pase a planta
permanente quedó establecido como condición en los acuerdos de paritarias
publicados el 29 de mayo de 2020 y el 1º de junio de 2022. Allí, el Estado se
comprometió a abrir concursos antes del 31 de diciembre de 2023 entre los
propios empleados públicos. Además se pactó la flexibilización de
requerimientos para acceder a los cargos, ya que gran parte del plantel no
cumple con los mínimos requisito para los puestos de trabajo.
En el ocaso de la
gestión, el Gobierno apuró el paso para sumar a la planta permanente. Se
sedimentará otra capa de empleados. Se trata de concursos cerrados que abrieron
la puerta para llegar a la cotizada silla con la llave de la política. Una vez
más, militancia mata mérito. |