Por Esteban
Lafuente - “Estamos en un momento difícil”, se sinceró el viceministro de
Economía, Gabriel Rubinstein. “Estamos en el final de un ciclo, en una
transición supercompleja”, disparó el diputado Luciano Laspina, uno de los
referentes económicos de Juntos por el Cambio. Fue en un seminario organizado
por la Universidad Di Tella, donde ambos compartieron visiones sobre la
coyuntura.
Rubinstein
describió el contexto posterior a las PASO y dijo que la derrota en las
elecciones y la posterior suba del dólar blue ese lunes “obligaron a anticipar
una devaluación que se había acordado con el FMI”. Confirmó que el plan es
mantener el tipo de cambio fijo al menos hasta octubre y sostuvo que el
Gobierno apunta a enviar un presupuesto 2024 con “superávit primario”.
En su exposición,
el viceministro dijo que el orden fiscal es “un requisito” para una macro
ordenada. “El desafío no es solo llegar a eso, sino mantenerlo en el tiempo. Es
un gran fracaso de la Argentina. Cada vez que lo logró, después no lo sostuvo”,
dijo el economista.
Analizó luego la
historia reciente y planteó que hubo solo dos momentos de “macro ordenada”,
durante la convertibilidad (“hasta el 92 o 93, después se fue diluyendo
fuertemente”), y luego a comienzos de este milenio, tras la salida del uno a
uno. “La experiencia más exitosa fue entre 2002 y 2005. Primero con (Eduardo)
Duhalde y después con (Néstor) Kirchner se logró un superávit primario del 3%
del PBI, ahorro en el país y superávit de cuenta corriente”, dijo Rubinstein,
que en esos años se desempeñaba como asesor del ministro Roberto Lavagna.
Su exposición
destacó el escenario de aquellos años, con superávit primario, acumulación de
reservas en el BCRA (“tenía cerca de US$40.000 millones de reservas netas”),
inflación de un dígito, sin control de precios ni cepo cambiario, e incluyó,
sin mencionarla, una crítica a la vicepresidenta Cristina Kirchner. “Fue una
economía macro ordenada. No había ninguna necesidad de romperla, pero por
distintas razones, esas ínfulas argentinas, hubo un intento de hacer cosas
grandiosas y terminamos bastante mal”, dijo Rubinstein.
Sobre la coyuntura,
insistió en la necesidad del equilibrio fiscal como condición para la
estabilidad cambiaria y planteó que su idea es avanzar en una “salida gradual”
del cepo. “Hay que tener en claro que el objetivo es la unificación cambiaria
lo antes y sensatamente posible”, dijo.
También reconoció
que su idea inicial, al llegar al Gobierno a mediados de 2022, incluía un
“miniplán de estabilización”, que entre otros factores incluía un salto
cambiario. “Tenía mis ideas. No vi un ambiente del todo favorable, aunque vi un
gobierno que había cambiado un poco su visión y quería ir a ese lugar, aunque
sea de una manera más sinuosa o dificultosa. La frustración fue no haber podido
desarrollar eso”, dijo.
Por su parte,
Laspina apuntó contra el Gobierno y el espacio que lidera Javier Milei por ser
quienes “con distintas motivaciones e instrumentos quieren matar al peso”. “El
Gobierno, porque tiene un déficit fiscal enorme que financia con impuesto
inflacionario, emitiendo en lo que va del año 4 puntos del PBI y acumula 17
puntos del PBI en emisión monetaria por asistencia al Tesoro, y del otro lado
la fuerza que quiere matar al peso y cerrar el BCRA”, sintetizó, y describió el
contexto de anuncio de dolarización sin reservas como un escenario de “preludio
de hiperinflación”.
“En el 89 se
alinearon los planetas. Fue una combinación de una situación fiscal y
cuasifiscal dramática con un candidato que prometía salariazo y revolución
productiva. No decía eliminar el peso, sino seguir emitiendo, la gente corrió y
tuvimos una híper”, dijo Laspina, quien describió el “desafío de la
estabilización” como un proceso que incluye revisión de precios relativos
(tarifas, tipo de cambio, salarios) y un cambio en el rol del BCRA. “Para
reducir una inflación de tres dígitos se necesita un cambio de régimen fiscal y
monetario”, completó Laspina. • |