Por Joaquín Morales Solá - Importantes remarcaciones de precios convivían en las últimas horas con los ataques a supermercados y comercios en el interior del país. Una inflación en alza es la consecuencia natural de la devaluación aislada del peso que el Gobierno resolvió de manera desprolija y por indicación, según dejó trascender, del Fondo Monetario. Todos los productos industriales argentinos necesitan de insumos importados.
Esos insumos importados se pagan, por lo tanto, con dólares, y los propios alimentos tienen precios internacionales, valuados según la moneda norteamericana. La situación social osciló entre la pretensión del gremio camionero, que pidió un explosivo 140 por ciento de aumento salarial, y los trabajadores que están en el mercado laboral informal, muchos de los cuales quedaron inmediatamente sin trabajo después de la devaluación. El propio Gobierno oficializó los brotes de rebeldía social cuando el ministro de Seguridad, Aníbal Fernández, se refirió públicamente a esos episodios de violencia. Extraños, por cierto. Comerciantes de Once y de Flores cerraron sus negocios para prevenir ataques, pero la propia policía de la Capital aclaró que no hubo ningún hecho delictivo en esos barrios. Mientras el propio Aníbal Fernández aclaró que no sabía si había intencionalidad política en los ataques a comercios en el interior del país, un gremialista ultrakirchnerista, Daniel Catalano, acusó de la autoría intelectual de esos hechos a una inverosímil confabulación entre Javier Milei y Patricia Bullrich. Una deducción propia de los conspiranoicos ideológicos, que creen en la perpetua conjura de las ideas, sobre todo si están asociados a pensamientos de centroderecha. Y si la realidad choca contra sus teorías, peor para la realidad. Vale la pena subrayar que Bullrich y Milei son ahora adversarios electorales, porque Bullrich necesita ocupar el lugar expectante en el que quedó el candidato libertario después de las elecciones del 13 de agosto.
Si bien Bullrich
tendrá que realizar una hazaña electoral en los próximos dos meses, hasta las
elecciones generales del 22 de octubre, Sergio Massa es el candidato que
objetivamente está en peores condiciones. Es el ministro de Economía de un país
que está entrando en una zona donde la inflación mensual será seguramente de
dos dígitos, al menos durante agosto y septiembre, los meses previos a los
comicios generales. Su viaje a Washington de estos días concluirá con algunos
dólares como para pagarle los vencimientos al Fondo Monetario; también anunció
un crédito del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) por 1300 millones de
dólares para antes de fin de año, aunque no aclaró cuánto antes de fin de año.
Información clave para saber cómo llegará la administración de Alberto
Fernández al final de su mandato. De todos modos, esos aportes son inferiores a
los dólares de los encajes que el Banco Central ya usó de las reservas. Los
encajes son parte de los ahorros en dólares de los argentinos que el Banco
Central retiene como garantía de los ahorristas.
Algunos economistas
detectaron que ciertos precios aumentaron entre el 25 y el 50 por ciento en los
últimos días, pero aclararon que la mayoría de los incrementos fueron de entre
el 10 y el 15 por ciento. “La economía ya estalló”, concluyó un observador
político, aunque aclaró que se trata de un estallido dentro de las condiciones
de un gobierno peronista. Esto es: no habrá, ni debería haberlo, un final
anticipado del gobierno de Alberto Fernández. Massa tendrá que explicar esas
adversidades políticas y también su condición de primer candidato peronista en
la historia en salir tercero en una elección nacional. Ese fracaso político, de
enorme magnitud, no lo elimina como candidato. Hasta es posible que Massa
aumente el número de votos que tuvo hace diez días. Sucede que él está en
condiciones de colocar a sus dos contrincantes, Milei y Bullrich, en el espacio
de la centroderecha o de la
“derecha
neoliberal”, como la llaman peyorativamente. Si lograra erigirse como el único
(e increíble) referente del progresismo, lo votarán no solo el peronismo y el
kirchnerismo, sino también algunos argentinos que detestan todo lo que está a
la derecha de ellos. Ninguna de tales especulaciones podrá comprobarse antes de
que ocurran las condiciones económicas que acompañarán al país en las
elecciones de octubre.
Por ahora, Massa
está solo. El Presidente prefirió el lugar de la sombra, tal vez porque cree
que ese es el mejor aporte electoral que él puede hacerle al peronismo. “Si lo
vetaron como candidato a la reelección, ¿qué ayuda podría darle ahora al
peronismo? Ninguna”, cizañean a su lado. La vicepresidenta se ocultó en la hora
de la desgracia, que es la estrategia histórica de los Kirchner para hacer
frente a la desdicha. Lo mismo hizo su hijo, Máximo, tan entusiasmado antes en
hablarle a una sociedad que, según se demostró hace diez días, ni siquiera lo
escuchó. El oficialismo tiene sencillamente la dificultad de explicar el
presente.
El actual auditor
general de la Nación, Jesús Rodríguez, quien ocupa ese cargo en representación
de la oposición, recordó en un interesante análisis que el Real Instituto
Elcano, un prestigioso think tank español, registró el pobre desempeño de la
economía argentina en el período 2000-2023. Dieciséis de esos veintitrés años
estuvieron bajo gobiernos kirchneristas. La conclusión fue que hubo 10 años de
crecimiento negativo; 16 años de inflación anual del 10 por ciento; dos años de
déficit fiscal superior al 3 por ciento; 9 años de déficit fiscal superior al 5
por ciento, y 13 años de una relación deuda pública-PBI superior al 50 por
ciento. Jesús Rodríguez también consigna que el gobierno de Alberto
Fernández-Cristina Kirchner provocó una inflación anual de tres dígitos por
primera vez en el siglo que corre; que empobreció a la sociedad, porque la
riqueza por habitante es inferior a la del inicio de su mandato, y que empeoró
la distribución del ingreso, porque, según datos del Indec, la participación de
los salarios en la renta total se redujo del 51,8 por ciento al 44,9 por ciento
del ingreso entre 2017 y 2022. Una brutal caída de casi 7 puntos porcentuales
en el ingreso de los asalariados. El funcionario subraya por último un dato
fulminante para el relato kirchnerista: el actual gobierno es el que más
incrementó la deuda a lo largo de toda la historia argentina. Lo hizo al ritmo
de 25.000 millones de dólares al año.
Y dice algo más: la
actual administración –la cuarta kirchnerista– “se benefició de un entorno de
precios internacionales para nuestro comercio exterior como ningún otro
gobierno desde la inauguración democrática en 1983”. Tuvo más viento a favor
incluso que Néstor Kirchner. Vayamos a los números concretos: el valor de las
exportaciones argentinas en los 43 meses que van de diciembre de 2019 hasta
junio de este año alcanzó los 261.000 millones de dólares, un incremento del 23
por ciento con relación al mismo período de la administración de Cambiemos. La
razón de ese monumental aumento de los ingresos de dólares al país fue la
guerra que le descerrajó Putin a Ucrania (y el consecuente aumento de los
precio de los alimentos), al revés del argumento oficial según el cual esa
guerra fue una de las causas de la desventura del Gobierno.
En ese contexto, de
relato carente de verdades por un lado y de oferta de soluciones facilistas por
el otro, debe moverse Patricia Bullrich, que carece de la condición de economista
(que, bueno o malo, sí tiene Milei) y de la credencial de supuesto especialista
económico que sacó Massa cuando ingresó
Bullrich anunciaría
en breve a su equipo económico, liderado por Melconian
Cerca o lejos de
Macri, todos saben que el problema de Juntos por el Cambio se llama Milei
El gobierno de
Fernández provocó una inflación anual de tres dígitos por primera vez en el
siglo que corre
al Ministerio de
Economía. Trascendió cerca de la candidata presidencial que la próxima semana
anunciará a su equipo económico, que estará liderado por Carlos Melconian, uno
de los mejores comunicadores económicos del país, y estará secundado por
Enrique Szewach, Luciano Laspina y hasta Hernán Lacunza, que fue jefe de los
equipos económicos de Horacio Rodríguez Larreta. “Todos nos conocemos desde la
gestión de Macri, porque todos fuimos funcionarios de su gobierno. Y todos nos
llevamos muy bien”, dijo uno de ellos, que pidió que no se lo nombrara. El
desafío de Juntos por el Cambio consiste, en efecto, en que debe competir con
un economista (Milei) en medio de una profunda crisis económica y con un
candidato oficial que cuenta con los siempre pródigos recursos del Estado,
aunque se trate del ministro de Economía de una economía desquiciada.
Hay una casi
palpable preocupación en la coalición opositora. La propia Elisa Carrió aclaró
que su renuncia a la candidatura a parlamentaria del Parlasur se debió pura y
exclusivamente a razones de salud. Debe guardar un reposo casi absoluto durante
tres meses, señaló, después del ictus que sufrió en Santa Fe durante la campaña
electoral. “Soy amiga de Patricia Bullrich y la apoyo incondicionalmente en su
campaña presidencial”, precisó. Aunque la relación entre ellos se enfrió en los
últimos meses, Carrió aclaró que su renuncia no tuvo nada que ver con sus
diferencias con Mauricio Macri. Cerca o lejos de Macri, todos saben que el
problema que tienen los cambiemitas se llama Milei, no Macri. Y lo seguirá
siendo en los largos 60 días que faltan para las elecciones generales. Un
período tan largo como la eternidad para la condición cambiante y tornadiza de
la política argentina. |