Por Carlos Pagni - El
gran ensayista Antonio Muñoz Molina publicó en 2013 un excelente trabajo al que
tituló Todo lo que era sólido. Se refería a la sensación de extendida
descomposición que se advertía en España, como en todo Occidente, como
consecuencia del colapso de la crisis financiera de 2008. Muñoz Molina tomó el
título del Manifiesto Comunista, donde Marx y Engels afirmaron que “todo lo
sólido se desvanece en el aire”. Son palabras de las que el observador puede
agarrarse para comenzar a entender, de manera muy tentativa, el resultado de
las elecciones de ayer. La primera evidencia es el agotamiento de todo lo
estructurado. El peronismo oficial frente a la oposición. Horacio Rodríguez
Larreta frente a Patricia Bullrich. Juntos por el Cambio frente a Javier Milei.
No es solo el desafío a los aparatos partidarios. En un sentido más general,
una parte muy amplia de la sociedad se levanta frente al Estado. A 40 años de
su refundación, la democracia argentina se encuentra en una encrucijada en la
que ya ingresaron otras naciones, sobre todo en la región. Un impulso de cambio
al orden establecido, que incluye expresiones de abierta impugnación y que abre
en el horizonte la incógnita sobre la gobernabilidad. Es decir, sobre la
capacidad del sistema para ofrecer las prestaciones por cuya carencia se lo
invalida.
El diseño que
organizó a la política durante, por lo menos, 15 años, terminó anoche de
desfigurarse. Ya no se puede entender el proceso atendiendo a la polarización
entre dos bloques que cubrían toda la escena. Ahora hay cuatro actores. La
Libertad Avanza, Juntos por el Cambio, el peronismo de Unión por la Patria y
una masa de ciudadanos que, en su decisión de abstenerse, determinan el destino
de los otros tres jugadores.
Volvió a
verificarse una abstención muy alta. En las primarias presidenciales de 2019 la
abstención había sido de 23,6%. Ayer fue de 31%. Ya no está la excusa de la
pandemia, que sirvió a muchos dirigentes como coartada para justificar la
inasistencia a las urnas de 2021 como un fenómeno forzoso. Es inocultable que
existe una deserción deliberada.
La conquista degli
astenuti (La conquista de los abstencionistas), se trata de ciudadanos que
entienden el voto más como un derecho que como una obligación. Y resuelven
desistir. Unos lo hacen por desapego. Son los que no asisten a la discusión
pública. Miran la política como algo muy tangencial respecto de otros
intereses: la familia, el trabajo, los deportes. Otros no concurren por un
apego excesivo. Están enojados. No se desentienden. Protestan. Es importante
distinguir entre uno y otro tipo, porque la decisión de los primeros es menos
reversible que la de los segundos. Pero es muy difícil identificarlos. Más
todavía detectar qué los motivaría. Es un problema de gran magnitud para los
que compitan en el próximo tramo de la carrera. Porque ayer el universo de los
que faltaron alcanzó a 13 millones de electores. Allí está la cantera
disponible para modificar la situación relativa de cada candidato.
Milei tuvo un
avance fenomenal. El viernes pasado él y su hermana, Karina, mantuvieron una
conversación con el consultor Federico Aurelio, en la que se interiorizaron del
resultado de los últimos sondeos. Aurelio los entusiasmó diciendo que el
candidato estaba en el techo de la curva que había recorrido, con pequeños
altibajos, durante los últimos meses: 27%. Anoche, con el 80% de las mesas
escrutadas, había llegado al 31%, lo que equivale a casi 6 millones de votos.
Milei demuestra la
posibilidad de avanzar hacia el poder sin estructura. Sus candidatos tuvieron
performances pobrísimas en las elecciones anticipadas de provincias en las que
él conquistó ayer el primer lugar. En Mendoza sacaba anoche 48% frente a 28% de
Juntos por el Cambio. En Tucumán le ganaba al peronismo por 4 puntos: 36%
contra 32%. En San Juan ganó por 34% contra 29% de Unión por la Patria y 27% de
Juntos por el Cambio, que venía de ganar el torneo provincial. Mejor le fue en
San Luis: 48% contra 23% de Juntos por el Cambio, que también había ganado la
provincia. En Jujuy el caso es aún más llamativo: 40,2% contra 23,9% de Juntos
por el Cambio, con el agravante de que el líder de la provincia, Gerardo
Morales, corrió como candidato a vicepresidente de Larreta, en una fórmula que
solo consiguió 18%. En Córdoba, la provincia del macrismo, superó al gobernador
Juan Schiaretti: 33% contra 27%. Juntos por el Cambio se redujo a 25%. Unión
por la Patria solo sacó 8,7%. Detalle importante: ¿adónde irán los votos de
Schiaretti, que fueron en total 900.000?
Hubo varios
indicios que adelantaban el éxito de Milei. En se publicó uno: la nacion la
encuesta del CIAS de Rodrigo Zarazaga, que mostró que en las villas del Gran
Buenos Aires el candidato de la ultraderecha alcanzaba 21% de las preferencias
entre los menores de 25 años. Apenas tres puntos detrás de Massa. Milei pudo
resolver, para un sector de la ciudadanía, el problema de la representación,
que es el que hoy desafía a la democracia. Él no sabe cómo están sus votantes.
Él está como sus votantes. Está enojado, por momentos, enfurecido. El
antropólogo Pablo Semán está estudiando el encanto de Milei entre los jóvenes
de los barrios sumergidos del conurbano bonaerense, y se sorprende ante algunos
rasgos: muchachas que están fascinadas con el candidato mientras sostienen
posiciones feministas, por ejemplo. En casi todos los casos aparece la misma
peculiaridad: Milei es un grito de guerra. Expresa menos una posición
ideológica que un estado de fatiga frente a la política, que se presenta en
otras sociedades con otros nombres y variadas ideologías: Milei, a su modo, es
Trump, Boric, Petro, Bolsonaro, Castillo o Lasso. Supone disidencia. Días atrás
se paseó en una van gritando “que se vayan todos, que no quede ni uno solo”. En
ese impulso, introduce fragmentación. Es legítimo, por lo tanto, sumar los
votos de Milei con alguna parte de los votos que no aparecieron, con una parte
de la abstención. Desde anoche se irá configurando la certeza de que el próximo
Congreso será un espejo astillado. Delicado problema para cualquier candidato
que prometa soluciones rápidas. Delicado problema para una democracia que está
en el banquillo por ineficaz.
Más allá de lo
técnico, el éxito del líder de La Libertad Avanza está ligado a un sortilegio:
como se verificó a lo largo de meses en las encuestas cualitativas, su público
le atribuye un poder ilimitado para resolver el drama económico. La consigna en
contra de la casta se completa con la consigna a favor de la dolarización. Las
curvas que aparecen en las planillas de Aurelio revelan que Milei creció en las
últimas semanas de la mano de la disparada del blue. Una correlación que tiene
todavía mucho para dar.
Un enigma de las
próximas semanas es qué efecto tendrá la marcha triunfal de ayer. ¿Seguirá con
esa velocidad o, por el impulso propio de lo inesperado, el fenómeno Milei se
acelerará?
Juntos por el
Cambio hizo una elección muy mediocre. Se supone que las fuerzas que enfrentan
a los gobiernos deben estar capacitadas para canalizar el descontento. El voto
a Milei, y la renuncia a participar, interpela a Bullrich, a Larreta y al resto
de lo que hasta ahora se llamó “la principal oposición”. Esa fuerza perdió
2.500.000 votos respecto de las parlamentarias de 2021. La duración de la
crisis económica, del estancamiento, que lleva ya por lo menos una década,
corroe la base de Unión por la Patria y de Juntos por el Cambio. Ahí está la clave
de la disidencia que se expande. La fuerza que postula desde anoche a Patricia
Bullrich quedó a 500.000 votos de Milei. Unión por la Patria quedó a 700.000
votos de Milei y 200.000 de Juntos por el Cambio. Esta aritmética esconde los
desafíos
La candidata de
Juntos por el Cambio compondrá ahora con Milei un fenómeno complejo
de cada jugador.
¿Bullrich puede desbordar a Milei? ¿O debe resignarse a salir segunda, evitando
que Massa la supere? En Juntos por el Cambio se verificó la misma tendencia del
cuadro general: lo establecido, Larreta, fue derrotado por algo menos formal,
con menos estructura y menos caja. Bullrich deberá ahora absorber a los
seguidores de Larreta. Es un desafío que ella piensa enfrentar sin recurrir a
la receta de Mauricio Macri, que sería ofrecer al vencido la Jefatura de
Gabinete. La triunfadora de Juntos por el Cambio supone que la consolidación de
esa coalición no se debe dar por la anexión de partes sino por la formulación
de un nuevo liderazgo. Mensaje para Larreta. Y, sobre todo, mensaje para Macri.
Aun cuando Macri fue, con el resultado interno de ayer, un claro ganador. ¿Se
terminará de cumplir lo que había pronosticado? Ballottage entre Bullrich y
Milei. La candidata de Juntos por el Cambio compondrá ahora con Milei un fenómeno
complejo. Compiten pero, a la vez, expresan un giro a la derecha parecido.
El efecto negativo
del avance de Milei para Juntos por el Cambio se expresa, más que en ningún
otro lugar, en la ciudad de Buenos Aires. Allí el postulante de La Liberta
Avanza, Ramiro Marra, sacó 13% de los votos. Es probable que sean adherentes a
Pro, desencantados. La interna de Juntos por el Cambio la ganó Jorge Macri.
Pero por mucho menos de lo que esperaba: 28,7% contra 27,1% de Martín Lousteau.
Agazapado mira el alfonsinista Leandro Santoro: si se produce un ballottage, él
sueña con los votos de Lousteau. Es cierto que Macri tiene derecho a aspirar a
los de Marra, el candidato de Milei. Todo está abierto entre los porteños.
Massa hizo una
pésima elección, de la que solo puede consolarse por el resultado melancólico
de Juntos por el Cambio. Por primera vez en la historia el PJ salió tercero en
una elección presidencial. Ahora deberá sacarlo de esa situación. Las señales
de deterioro son numerosísimas. Pero la más clara, por su potencial simbólico,
es que Malena Galmarini perdió la candidatura a intendente en Tigre. Ganó Julio
Zamora, a pesar de que, con una decisiva intervención de dos jueces de la
Cámara Nacional Electoral, se le había privado de adherir a la boleta de Massa.
Proeza la de Zamora.
La trayectoria de
Massa fue catastrófica en muchos partidos del conurbano bonaerense. En La
Matanza, por ejemplo, Unión por la Patria sacó solo 39%, de los cuales 9%
corresponden a Juan Grabois. Eso sí, ganó por poco el intendente Fernando
Espinoza. Otra sorpresa: el segundo allí, en el corazón histórico del
peronismo, fue Javier Milei, con 23%. Juntos por el Cambio sacó 20%, con un
triunfo relativo de Bullrich, que superó a Larreta en casi todo el conurbano.
Una desmentida más a los pronósticos. Lomas de Zamora fue otra miseria para
Massa, 27%. Con 10% de Grabois. Quilmes, de La Cámpora, es otra lágrima: 26% y
10% de Grabois. A Massa le dieron de probar su propio jarabe, el que en 2009 él
le suministró en Tigre a Néstor Kirchner: los intendentes repartían su propia
boleta también con la de Milei.
Los dirigentes de
La Cámpora preferían anoche no conectar con el naufragio. Celebraban que su
candidato, Daniel Selci, derrotó a Juan Zabaleta en Hurlingham.
En la elección
nacional, del 27% que sacó el oficialismo, 6% corresponde a Grabois. Massa
obtuvo 21%. ¿Podrá Cristina Kirchner desentenderse de este resultado, que se
produce bajo su inapelable liderazgo? Tiene el consuelo de una performance
aceptable de Axel Kicillof en Buenos Aires: un modesto 36% contra 32% de Juntos
por el Cambio. Pero a la vicepresidenta le va a ser difícil obturar un
movimiento de renovación. En Juntos por el Cambio se corroboró una tendencia
general: contra lo que creía Larreta, el candidato a presidente impone a su candidato
a gobernador. Bullrich hizo ganar a Néstor Grindetti sobre Diego Santilli. Una
alerta para Kicillof.
En lo inmediato, la
ecuación Massa Grabois expresa un problema material que comenzará a desplegarse
en las próximas horas. Grabois pondrá condiciones para adherir a Massa en el
tramo por venir. Allí se expresarán la señora de Kirchner y su grupo. Pero el
candidato, que además es ministro de Economía, está obligado a realizar un
ajuste que ya viene anticipando. Debe conseguir que el Fondo Monetario desembolse
en agosto lo que él le debe a Qatar y a la Corporación Andina de Fomento. La
discusión por la política económica en el seno del oficialismo será más ácida.
Habrá que ver qué efecto tiene sobre el dólar, que es el driver del voto de
Milei.● |