Por Florencia
Donovan - Una sociedad golpeada, económica y anímicamente, pone en alerta a
toda la política “El tema social preocupa y también lo inquieta al Fondo
Monetario Internacional”, admitía un funcionario de peso del Gobierno hace
algunos días. Todavía no había sucedido el terrible crimen de Morena Domínguez,
pero ya en el equipo económico admitían por lo bajo que la tolerancia de la
sociedad a la crisis podría estar cerca de un quiebre. Por estas horas, ese
temor cobra todavía más fuerza.
El Gobierno llega a
las elecciones con todas las variables económicas –salvo alguna excepción– en
pésimas condiciones. Según la consultora Equilibra, todos los indicadores
socioeconómicos del primer semestre de 2023 –entre ellos, la tasa de inflación,
el salario real, la jubilación mínima, la desigualdad y la distribución del
ingreso– presentan un deterioro con respecto a la foto que mostraron para la
misma época en las elecciones de 2011, 2013, 2015, 2017, 2019 y 2021. No por
nada, agrega, el índice de confianza en el Gobierno, que es un buen predictor
del porcentaje de votos del oficialismo, promedia en el semestre apenas 23%
contra el 36,1% de 2017 o 33,4% de 2019.
Una sociedad
golpeada, económica y anímicamente, pone en alerta a toda la política. Pero en
el corto plazo restringe particularmente el margen de acción del Gobierno,
tiñendo de tensión algunas de las medidas que, indefectiblemente, el equipo de
Sergio Massa se había comprometido con el FMI a aplicar apenas superadas las
elecciones primarias, PASO. Por caso, los números finos que maneja Hacienda
muestran que, pese a los esfuerzos de las últimas semanas, con los nuevos
incrementos de tarifas, y los mejores ingresos fiscales generados por el
impuesto PAIS a las importaciones y el dólar agro, el déficit fiscal se estaría
alejando en un punto porcentual de la meta de 1,9% establecida en el nuevo
acuerdo firmado hace apenas días con la línea técnica del FMI. No hay magia en
este frente: o se acelera la quita de subsidios o se apuesta a licuar el gasto
social –jubilaciones y planes– con una mayor inflación. Opciones poco
digeribles en este contexto y en pleno proceso electoral.
La otra promesa de
Massa, la de “fortalecimiento y la armonización del régimen cambiario”, tal
cual reza el escueto comunicado de prensa que difundió en su momento el FMI, no
parece tampoco tan sencilla de cumplir. En el Gobierno vinieron hasta ahora
sorteando las presiones por una devaluación disruptiva del tipo de cambio
oficial y en la City crecen las especulaciones de que, tanto con un resultado
favorable como con uno negativo, Massa buscará hacer lo imposible para seguir
maquillando el desequilibrio cambiario. Un indicio, para algunos en el mercado,
es el hecho de que el Banco Central hubiera estado vendiendo fuerte contratos
en el mercado de dólar futuro en las últimas ruedas. “Los precios de los
futuros marcan que en las próximas semanas podría haber una aceleración del
crawl –por las devaluaciones diarias que hace el Central– con algún adicional
el lunes, pero no un salto abrupto, sino que se especula con algo más entre el
10 y el 15%”, consideró un operador con años en el circuito. Este mes, ya la
tasa efectiva de devaluación mensual del dólar se aceleró con fuerza, a poco
más del 12,5 por ciento. El problema es que, en paralelo, también creció la
brecha con los dólares libres, que corrieron todavía a una mayor velocidad, con
el blue escalando desde comienzos de agosto $32, a $602.
En cualquier caso,
en el oficialismo algunas voces empujan por suplir las presiones del FMI por
una devaluación del oficial, con un nuevo incremento del impuesto PAIS a la
importación de bienes. En las cámaras empresarias circuló que podría llevarse
del 7,5% al 30%, con una excepción para insumos, al 15%. Pero no es tan
evidente tampoco que el FMI avale este nuevo desvío para lograr morigerar el
drenaje de reservas del BCRA. Por lo pronto, porque la aplicación del impuesto
a bienes y servicios, que rige hace dos semanas, ya está teniendo varios
inconvenientes en el funcionamiento. Sin ir más lejos, los medicamentos –que
supuestamente estarían exceptuados– hoy están teniendo que pagarle a Aduana un
7,5% tanto por los insumos como por los remedios importados. “El Ministerio de
Salud está trabajando en cuáles son las partidas arancelarias que tendrían que
estar exceptuadas ya sea de medicamentos o de insumos y principios activos para
la elaborar medicamentos, pero mientras tanto Aduana le cobra a todo el mundo, lo
que va a poner presión sobre los acuerdos de precios”, anticipó una fuente del
sector.
Pero el de las
farmacéuticas no es el único ejemplo. También las automotrices se quejaron ante
las autoridades de que las piezas para producir los vehículos estaban tributando
el 7,5% del impuesto PAIS, y la poderosa Asociación Nacional de Fabricantes de
Vehículos (Anfavea) de Brasil hizo llegar su malestar. Mientras que quienes
producen bienes de la canasta básica, que según el anuncio inicial debían
quedar exceptuados del impuesto, se encuentran con situaciones irracionales. En
una reunión de Junta Directiva esta semana en la Unión Industrial Argentina
(UIA), un dirigente relataba que mientras las latas para envasar alimentos no
perecederos se habían encarecido un 7,5% por el tributo PAIS, una marca de
fideos italianos estaba pudiendo importar sin pagar extras. Es la Argentina del
absurdo.
Lo que es evidente
es que el BCRA ya casi no tiene reservas para nadie. Muchos de los permisos de
importación, SIRA, cuyo plazo de pago vencían en las últimas dos semanas, se
están “reperfilando”. Sin necesidad de nuevas normas, el Gobierno desempolva
herramientas no convencionales para trabar el acceso a los dólares de las
empresas, como bajar discrecionalmente los montos de Capacidad Económica
Financiera (CEF) de los importadores, que luego impiden acceder a los permisos.
Como siempre en el Estado, hay canales alternativos para sortear las trabas. No
solo hay relatos de que en hoteles de Puerto Madero se pueden destrabar
trámites, sino que ahora hay quienes hablan de encuentros en Unicenter y hasta
en una casa del barrio cerrado Santa Bárbara. Hay compañías que aumentaron en
un 300% sus importaciones versus el mismo período de 2022, cuando la mayoría
muestra una caída en el volumen de dos dígitos. También, como siempre sucede en
casos en los que la discrecionalidad es la norma, hay excepciones a las
restricciones para empresarios amigos del poder: un hombre del rubro
energético, de buen vínculo con el massismo, logró recientemente incluso que le
adelanten yuanes para precancelar una deuda financiera en el exterior. Un
afortunado y un visionario que ante la inminencia de una devaluación no quiere
quedar endeudado en dólares. No solo Doña Rosa se cubre de cara a una elección.
Lo cierto es que la incertidumbre con respecto a la política que vaya a aplicar
el oficialismo el día después de las PASO ya no solo se alimenta de encuestas
que no alcanzan para predecir el comportamiento del electorado. Ahora, el temor
a una reacción social pesa tanto como el resultado de las urnas. El economista
Emmanuel Álvarez Agis hace números y desliza que el Gobierno todavía tiene un
pequeño margen para postergar las exigencias del FMI: con el swap de China
alcanzaría para pagar los vencimientos que quedan hasta noviembre y así y todo,
dice, todavía quedarían unos US$6500 millones del préstamo.
Pero el escenario
no es estático. Todo puede cambiar también el domingo a la noche. Una victoria
contundente de la oposición también deja el ministro Sergio Massa, hasta ahora
referente indiscutido de los actores económicos –no solo el FMI– a merced de
quien quiera que emerja como la cabeza dentro de los equipos económicos de
Juntos por el Cambio. “Hoy están todos preocupados por a quién le tienen que
mandar el WhatsApp el lunes”, ilustró el presidente de un banco líder. “Es de
esperar que la oposición dé algún mensaje si hace una buena elección”, aseguró.
Pero en las filas de Juntos por el Cambio nadie quiere adelantar estrategias.
Solo una fuente reconoció que podrían llegar a salir a marcar la cancha si la
diferencia es contundente. En el Gobierno, hay quienes ya levantan bandera y
aseguran que no descartan que exista “una conspiración” de la oposición en
función del resultado electoral.
Con o sin
colaboración de la oposición, lo que le espera al oficialismo a partir del 14
de agosto no es nada fácil. Esa misma semana vencen los acuerdos de Precios
Justos y ya hay muchas empresas que vinieron participando del programa por la
promesa de que así no tendrían inconvenientes para acceder a las SIRA, que hoy
ya no tienen incentivos a seguir participando. Rubros claves como la yerba
tienen comprometidos aumentos fuertes, del 15%, mientras que el precio de la
carne promete seguir escalando. Hasta ahora, la Secretaría de Comercio vino
privilegiando habilitar algunos aumentos antes que arriesgarse al
desabastecimiento de las góndolas. Las consultoras ya descuentan que el piso de
inflación de agosto será del 8 por ciento. Con más inflación, el tipo de cambio
bajo presión, sin la certeza del apoyo del FMI, y ahora el clima social
enrarecido, el combo es cada vez más inquietante. Todo tiene que ver con todo.● |