Por Daniel Gallo - La
inseguridad no se mete en el tramo final de las campañas electorales. Está
siempre ahí. No es casualidad que un tema de alta preocupación pública
“irrumpa” en la agenda política. Si se piensa solo en el efecto del azar, habrá
que creer que alguien está jugando a los dados. Es que pasó lo mismo mientras
candidatos pedían el voto de confianza en la elección legislativa de 2021.
Pocos días antes de la votación un asesinato conmocionó a todos: el kiosquero
Roberto Sabo fue baleado en Ramos Mejía. Las escenas se repiten. Tensión e
incidentes frente a una comisaría. Un mayor detenido por ese crimen en el que
estaba acompañado por una menor de 15 años, que no fue juzgada por ser
inimputable. Ayer otros delincuentes mayores fueron imputados por el atroz
homicidio de Morena Domínguez. Tenía solo 11 años y estaba por entrar en la
escuela cuando fue atacada por motochorros. También sobrevuela el caso la
sombra de otro menor inimputable. Nada cambia, pero todos se sorprenden.
Los motochorros
también salen de cacería sin que nada los detenga. Todo intento de frenar esa
modalidad choca contra una pared invisible. Incluso se aprobaron leyes
especiales. Nadie se molesta en cumplirlas. En mayo de 2019, la Legislatura
bonaerense promulgó una norma para prohibir en forma parcial que dos personas
circulen en una moto. Quedó a criterio de los municipios definir zonas y
horarios de la veda. Nada se avanzó desde ese momento, pese a que se trata de
la forma de atraco más temida. Quizá la más violenta, también. Al menos cuando
se pensó esa ley antimotochorros se estableció que esos delincuentes causaban 4
de cada 10 homicidios en ocasión de robo. Sin embargo, la promesa más fácil de
cumplir estaba grabada en el mítico anillo de Julio Humberto Grondona: todo
pasa.
Ese pensamiento
deja sin resolver dos debates en cuestiones de seguridad: motochorros y menores
inimputables. No hay nada de asombro en que esos temas aparezcan cuando se mira
hacia otro lado. El tiempo solo trae urgencia. Y hoy se llega a nivel de
emergencia.
Los motochorros no
son un invento argentino. Hace varios años, una conversación en España con
venezolanos que dejaron para siempre su país puso en claro lo que podía
provocar esa modalidad de robos. Contó ese inmigrante que le había costado
muchos meses no sentir en las rutas europeas el miedo que le provocaba escuchar
una moto acercándose cuando manejaba un automóvil. Ese temor se siente ahora en
el conurbano. Así lo relataron ayer madres de los compañeros de escuela de
Morena. Tienen pánico cuando escuchan una moto. Robos hay en cualquier lado y
de todas formas. Pero pocos generan ese sentimiento de alerta como los
realizados con una moto.
Los antecedentes
internacionales marcan que prohibir la circulación de dos personas en una moto
causa un impacto en el delito. Esa fue la fórmula aplicada en Bogotá por
Antanas Mockus en su tiempo de alcalde por el Partido Verde.
En una conversación
con LA NA-CION en 2012 explicó las variantes que utilizó para no quedar
atrapado en un debate entre derecha e izquierda a la hora de trazar un plan de
seguridad. Dejó entonces una frase interesante: “Creo que primero hay que
combatir directamente a la violencia y después las condiciones de ilegalidad”.
Aquí importa más
formar una comisión para analizar el tema. Hace siete años motochorros mataron
a Brian Aguinaco en Flores. Tenía 14 años. Poco cambió desde entonces; nada, en
realidad.
Permiso para
matar
Algo similar ocurre
con la edad de imputabilidad de los menores. Y con las penas que corresponden a
los adolescentes punibles de 16 y 17 años, con condenas limitadas incluso en
casos de homicidios.
El menor de 14 años
que fue demorado en la búsqueda de los asesinos de Morena no quedó implicado
directamente en ese crimen. Su expediente delictivo señala que poco puede
faltar para que uno de sus robos derive en una muerte. Tiene 21 arrestos en
menos de dos años. Por su edad, entra y sale de comisarías. En un caso claro de
la llamada puerta giratoria. Sin una reforma legal, tiene por delante algo más
de un año en el que puede matar gratis. Y parece que le gusta empuñar un arma.
No es un caso aislado.
En el asesinato de
Aguinaco fue condenado el delincuente que conducía la moto. Es mayor de edad.
El tirador fue un adolescente de 15 años y 9 meses. Por solo tres meses
mantenía ese raro permiso para matar que se da a los adolescentes argentinos.
Esa protección legal alcanzó también a los dos motochorros de 15 años que en
abril pasado asesinaron en Villa Soldati a Lourdes Avendaño Rojas. Los casos se
suman, pero nada cambia. No es azar ni sorpresa que menores formen parte de
bandas de motochorros. Es un vacío legal que aprovechan estos grupos para
descargar las culpas si alguna vez sus integrantes son descubiertos. Por eso
los episodios no disminuyen, sino que aumentan.
La inseguridad
puede no resolverse solo con reformas que apunten a frenar la actividad de
motochorros y que definan nuevos márgenes de imputabilidad. Pero son los temas
prioritarios, porque en cada caso de fuerte conmoción social aparecen
motochorros o menores.●
En mayo de 2019, se
aprobó en Buenos Aires una ley para prohibir en forma parcial la circulación de
dos personas en una moto, pero no se definen zonas ni horarios de la veda
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