Por Cecilia Devanna
y Federico González del Solar - La baja participación electoral que se verificó
este año en las provincias y que puede replicarse el próximo domingo en las
PASO a nivel nacional encendió luces de alarma en el Gobierno, donde buscan
apuntalar la asistencia a las urnas como una forma de mejorar la performance
que pueda registrar su principal candidato, Sergio Massa. Paradójicamente,
también en el comando de campaña del jefe de gobierno porteño, Horacio
Rodríguez Larreta, buscarán en los próximos días conquistar al que denominan
“voto invisible”, estimado en más de cinco millones de electores en todo el
país. No es la misma estrategia de Patricia Bullrich, su contrincante en Juntos
por el Cambio, que apostará a fidelizar el núcleo duro del voto
antikirchnerista.
“Casa por casa”,
“puerta a puerta”, así llamó a buscar cada voto Sergio Massa, precandidato
presidencial de Unión por la Patria (UP). Hasta llegó, en su gira federal, a
pedir ir “chacra por chacra”. El pedido no es casual ni azaroso. Con las
últimas elecciones celebradas el pasado domingo en la provincia de Chubut –en
las cuales participó menos del 70% del padrón–, ya son casi 5.360.000 los
electores que en lo que va de este año electoral prefirieron suspender su
juicio electoral en las urnas. Un dato que enciende alarmas en el Gobierno.
En el búnker de la
calle Mitre, en el que se reúne el comando de campaña del oficialismo, están
convencidos de que en las abstenciones registradas en las diferentes elecciones
provinciales están gran parte de sus votantes y es un foco de atención. En esa
mole de hierro y vidrio, de seis pisos hacia arriba y tres para abajo,
sostienen que los votantes que los apoyaron en 2019, pero no los votaron en
2021, no se fueron a otras fuerzas, sino que directamente, desencantados, se
abstuvieron de ir a votar. Y es a ellos, los “desencantados”, a quienes ubican
detrás de las abstenciones, a los que apuntan a encontrar y convencer de que es
hora de volver a votarlos.
En los municipios
la pesquisa es casi milimétrica. Se busca en los padrones a quienes no fueron a
votar en las elecciones de medio término y se los contacta para ver si los
pueden convencer. “Con las fiscalizaciones esos datos se manejan y lo que se
está haciendo es ir a ver a nuestros votantes. Se va, se les llevan papeles, se
les explican las propuestas. Es militancia pura. Nada nuevo”, completó un
hombre al tanto de los detalles más finos de la campaña, que luego admitió que
esa militancia está más exacerbada ante los números de abstenciones que se ven.
Centralmente esos
movimientos se dan en el estratégico conurbano bonaerense, donde radica la
mayoría de los votantes del peronismo.
La obsesión por
alcanzar el piso del 30% en las primarias hace que todos los cañones estén
puestos en revertir el escenario de abstención que hubo en 2021 y que se vino
dando en las provincias.
“Hay segmentos del
peronismo que no votan otra cosa que no sea peronismo. No votan en contra, pero
no van a votar“, explica Facundo Nejamkis, de la consultora Opina Argentina.
“Este votante puede ser movilizado por razones de temor. Un votante peronista
puede ser eventualmente movilizado si Patricia Bullrich se impone en las
primarias”, describe el consultor.
Al mea culpa de
Massa –que admitió “errores” y pidió buscar el voto de los “desilusionados”– y
al llamado a “reventar las urnas” del gobernador de la provincia de Buenos
Aires, Axel Kicillof, se sumó la voz, precisamente en el conurbano, de su vice,
Verónica Magario, que en un acto en Merlo el pasado domingo vigorizó el
estímulo por la vía negativa.
“Cuando la desazón
empieza a calar hondo [...] ahí tenemos que estar los militantes haciendo
comprender que si no vas a votar la estás favoreciendo a Patricia Bullrich, lo
estás favoreciendo a Larreta o lo estás favoreciendo a Milei, y si vos no
querés que vuelvan ellos, entonces andá y poné el voto en estas PASO,
necesitamos dar vuelta esta historia”, arengó la vicegobernadora.
Más allá de la
cosecha del 13 de agosto, la verdadera esperanza del espacio está centrada en
lo que puede pasar después de esa fecha, en una tendencia que creen irá in
crescendo. En las filas de UP admiten que la parada no es fácil, pero se
muestran convencidos de algo: “Se vota a presidente y hay que ver qué pasa
cuando llegue el momento de la elección general, y más aún si hay ballottage y
se tiene que elegir entre dos modelos de país”.
La CGT y la CTA
también juegan en esta campaña de empuje hacia las urnas. Las centrales
obreras, que el mes pasado cerraron filas para alinearse con la candidatura del
ministro Massa, buscan apuntalar la participación electoral sacudiendo a un
electorado dormido. Dirigentes gremiales recorren las fábricas repartiendo las
boletas de UP y algunos están dispuestos a movilizar a sus bases para
garantizar una mayor participación en los comicios. Fuentes oficialistas
aseguran que los movimientos en este sentido son intensos. “Desde Perón que no
jugaba tan fuerte la CGT”, lanzan cerca de Massa.
Las elecciones
legislativas de 2021 son el antecedente más cercano que parece justificar el
operativo estímulo del oficialismo. Entre las PASO y las generales de ese año
la participación aumentó casi 5 puntos y el Frente de Todos logró recortar
significativamente su distancia con JXC, quedando a un punto de Diego Santilli
y Facundo Manes, los candidatos que encabezaban la lista de diputados.
“Al igual que en
las PASO de 2021, parecido en cuanto a la apatía, el triunfo de [Diego]
Santilli y [Facundo] Manes en la provincia de Buenos Aires fue porque un
porcentaje del votante albertista de 2019 se quedó en su casa y no fue a votar.
Vemos un escenario muy parecido, aunque limitado por la interna”, describe
Cristian Buttie, de BC consultores, que considera insuficiente para una
renovación de mandato la base de “25 puntos” que Massa puede ofrecer, más los
“5 o 6 puntos” que pudiera aportar Juan Grabois, su rival en la interna.
“Aunque veremos si se reactiva en el transcurso de esta semana”, se ataja
Buttie.
La puesta en marcha
de la campaña estímulo enfrenta un obstáculo. Los montos que las sanciones
económicas prevén para quien, sin justificación, se ausente el día de los
comicios son de 2012 y, con una inflación interanual corriendo al 119%, han
quedado desactualizados. La penalidad varía de acuerdo con la cantidad de
infracciones que acumule el elector, es decir, cuántas veces no fue a votar, y
oscila entre los 50 y los 500 pesos; una cifra que, para conservar la fuerza
punitoria de 2012, debería tener, si se toma el dólar oficial como criterio de
indexación, un piso cercano a los 2400 pesos y un techo próximo a los 24.000.ß |