Por Joaquín Morales
Solá - La debilidad política es un estado ingrato, incómodo. Lo que antes
sucedía como un mero trámite, se convierte de pronto en la tarea de llegar a
una cima inalcanzable. Es lo que le sucede en estas horas a la vicepresidenta
Cristina Kirchner con los acuerdos para nombrar 75 jueces y fiscales nuevos;
quiere, al mismo tiempo, postergar la jubilación de la jueza Ana María
Figueroa, miembro de la Cámara de Casación, la más alta instancia penal del país.
Los senadores
kirchneristas no lograron convencer por ahora a sus aliados, que antes los
contaban como propios, para que den el quórum indispensable a la reunión del
Senado que aprobaría esos acuerdos. Figueroa integra la sala que debe decidir
si habrá juicio oral y público en la causa Hotesur y Los Sauces, que investiga
el delito de lavado de dinero por parte de la familia Kirchner, y si irá
también a un debate público el caso del memorándum con Irán.
Cristina Kirchner y
sus hijos fueron absueltos en la causa de Hotesur y Los Sauces por increíbles
jueces de un tribunal oral sin que se haya hecho el juicio. Hay jueces
dispuestos a firmar cualquier cosa. Versiones confiables de los tribunales
señalan que la jueza Figueroa ya escribió su voto en la causa Hotesur y Los
Sauces.
Esa sala está
integrada por otros dos jueces: Diego Barroetaveña y Daniel Petrone, que tienen
prestigio de independientes en el Poder Judicial. Al revés, Figueroa exhibió
varias veces su simpatía por el kirchnerismo.
El pliego de
Figueroa forma parte de un paquete mucho más grande: el Gobierno le está
pidiendo al Senado el acuerdo para 75 jueces y fiscales nuevos y que le dé
entrada al requerimiento de acuerdo para 18 jueces más. De esta manera, el
pedido por esos 18 eventuales magistrados podría ser tratado por la comisión de
Acuerdos y después por el plenario del cuerpo. Si ambos pedidos lograran el
acuerdo de la cámara alta, el Gobierno habrá sumado 93 jueces y fiscales
nuevos. Semejante número estaría en condiciones de modificar sustancialmente la
relación de fuerzas dentro de la Asociación de Magistrados y, como
consecuencia, la representación de los jueces ante el Consejo de la
Magistratura, que es la institución constitucional que designa y destituye a
los magistrados. Cristina Kirchner pone siempre la mirada en lugares decisivos,
sobre todo cuando se trata de la Justicia.
Hasta ayer, los
senadores de la oposición no habían recibido ningún llamado de los oficialistas
para convocarlos a una reunión del cuerpo. Mala señal. Por lo general, es el
jefe del bloque oficialista, José Mayans, quien dialoga con la oposición para
organizar las reuniones del cuerpo. Jamás Cristina Kirchner ni la presidenta
provisional del cuerpo, Claudia Abdala de Zamora, hablan con los senadores de
la oposición. Para empeorar las cosas, la vicepresidenta, que es la presidenta
natural del Senado, se limita a abrir las sesiones y después deja la conducción
del debate en manos de Abdala de Zamora. Ella es así; no pierde tiempo en
escuchar a propios ni ajenos.
Sucede ahora que el
kirchnerismo no logró convencer todavía a los senadores peronistas Guillermo
Snopek, Carlos “Camau” Espínola y Edgardo Kueider para que asistan a la reunión
del Senado, cuando el otrora aliado todoterreno Alberto Weretilneck anunció que
no viajaría esta semana desde su natal Río Negro a la Capital.
Weretilneck, líder
de un partido provincial, es ya gobernador electo de Río Negro, pero en octubre
competirán sus candidatos a diputados nacionales; quiere ganar esa elección
también. La condición que pone Snopek, a su vez, es realmente incumplible para
el gobierno nacional, mucho más en tiempos de elecciones. Reclama que el Poder
Ejecutivo y el Congreso dispongan la intervención del Poder Judicial de Jujuy;
Snopek sostiene que la justicia jujeña está controlada por su eterno enemigo
político, el gobernador Gerardo Morales.
Por su parte, el
correntino Espínola se fue del kirchnerismo y cayó en brazos del cordobés Juan
Schiaretti, y el entrerriano Kueider no transige con el reclamo de que las
provincias generadoras de energía eléctrica reciban regalías como las
provincias petroleras.
El futuro de la
camarista
Si finalmente no
hubiera reunión del Senado esta semana, como parece, la suerte de la jueza
Figueroa estaría echada. Ella cumplirá los 75 años que estipula la Constitución
para la jubilación el próximo miércoles 9 de agosto, el mismo día de la semana
en que suele sesionar el Senado.
La jurisprudencia
de la Corte Suprema de Justicia señala que los jueces deben tener el trámite de
la renovación del acuerdo y el nombramiento terminado cuando cumplen los 75
años. Resulta imposible imaginar que el Senado le conceda el acuerdo y el
Presidente firme el nombramiento el mismo día en que la jueza Figueroa cumplirá
esa edad. Sería, por lo demás, una grosería institucional si el Gobierno y el
Senado corrieran de esa manera detrás de la continuidad de una jueza cuatro
días antes de las primeras elecciones presidenciales, que se realizarán el
domingo 13 de agosto.
Sin embargo,
Cristina Kirchner podrá seguir insistiendo hasta diciembre, cuando ocurrirá el
cambio de gobierno, con los 75 nuevos y fiscales que requieren el acuerdo del
cuerpo y con los otros 18 que esperan que el cuerpo les dé ingreso formal a sus
pliegos. Si eso ocurrirá -o no- dependerá en gran medida del resultado de las
elecciones presidenciales. Dependerá, en definitiva, de si la actual debilidad
política de Cristina Kirchner se agravará aún más después de los comicios.
Patrulla perdida
Como una patrulla
perdida de una guerra perdida, la comisión de Juicio Político de la Cámara de
Diputados continuó ayer con el juicio a los jueces de la Corte Suprema de
Justicia. Los líderes de esa comisión son los diputados Leopoldo Moreau y
Rodolfo Tailhade, dos expresiones del extremismo cristinista. Los sentaron como
testigo a Silvio Robles, un cercano colaborador del presidente de la Corte
Suprema, Horacio Rosatti, a quien Cristina Kirchner detesta porque contribuyó
de manera decisiva a derrumbar la conformación que ella imaginó para el Consejo
de la Magistratura. La Corte declaró inconstitucional esa integración, porque
no respetaba los equilibrios que estipula la Constitución, y repuso la ley
sobre el Consejo de la Magistratura que había hecho derogar la actual
vicepresidenta en sus tiempos de senadora. Robles leyó primero un escrito en el
que acusó a la comisión de Moreau y Tailhade de haberlo “acusado falsamente” y
de intentar “crear una historia sobre la base de fantasías o calumnias”.
Robles aseguró que
“es mentira” que tenga un departamento en Nueva York; que nunca estuvo prófugo
de la Justicia (estaba de vacaciones y no tenía ninguna citación judicial); que
no tiene propiedades en Miami, como dijeron en esa comisión, ni tampoco visitó
esa ciudad durante este año, y que un hijo suyo recibió en su casa la visita de
personal civil que dijo pertenecer a una fuerza de seguridad, situación que,
según adelantó ante los diputados, ya fue denunciada penalmente. “Todo para
atacar y presionar a un ministro de la Corte Suprema de Justicia”, dijo en
clara alusión al juez Rosatti. Robles denunció que él y su familia fueron
“objeto de la agresión de quienes obtuvieron o inventaron informaciones
personales a través de mecanismos ilegales”; se refirió así a la pinchadura de
sus teléfonos y a la difusión de supuestas conversaciones suyas.
Versiones
insistentes en medios judiciales aseguran que la nueva marea de presiones a la
Corte Suprema de parte de la inmoderada comisión de Juicio Político de
Diputados tiene como propósito prorrogar una sentencia sobre el fondo de la
cuestión en la denuncia del gobierno de la Capital por la quita de una parte
importante de la coparticipación, decisión que tomó el Presidente mediante un
simple decreto.
La Corte Suprema ya
firmó una cautelar sobre el pedido de la Capital, por la que no solo congeló la
dejueces cisión de Alberto Fernández; también obligó al gobierno nacional a
restituirle parte de los recursos que le sustrajo al gobierno capitalino. Pero
la administración nacional jamás cumplió con esa orden del máximo tribunal de
justicia del país y este nunca dispuso el embargo de las cuentas del gobierno
federal. Para el kirchnerismo, en cualquiera de sus variantes, las decisiones
de la Corte Suprema son de cumplimiento optativo desde que gobernaban Santa
Cruz,
En algunos papeles
de la comisión de Juicio Político apareció también el nombre del juez Daniel
Petrone, el mismo magistrado de la Cámara de Casación que tiene que decidir si
se hará el juicio contra la familia Kirchner por supuesto lavado de dinero en
hoteles y edificios de su propiedad. Funcionarios judiciales dijeron que esa
mención busca del mismo modo demorar la decisión del tribunal que integra
Petrone sobre el juicio por lavado, cuya resolución se espera desde que terminó
la feria de enero último. ¿Qué tiene que ver Petrone, juez de la Cámara de
Casación, con un juicio político a la Corte Suprema, que es otra instancia,
distinta y superior? Nada.
Una de las más
grandes derrotas de Cristina Kirchner en sus mandatos presidenciales sucedió
cuando la Corte Suprema declaró inconstitucional la llamada ley de
“democratización de la justicia”. Otra enorme derrota reciente de la
vicepresidenta fue cuando la Corte declaró inconstitucional el Consejo de la
Magistratura que ella diseñó para el señorío de la política y no de la
justicia. Todo indica que vive las vísperas de una nueva derrota, que podría
ocurrir si le resultara imposible alargar la permanencia de la jueza Figueroa
en la Justicia y nombrar a cerca de 100 nuevos jueces y fiscales. La debilidad
política es más amplia y vasta que el mero hecho de asomarse a un fracaso
electoral.
Versiones
insistentes aseguran que la nueva marea de presiones tiene como propósito
prorrogar una sentencia sobre la quita de la coparticipación de la ciudad
El Gobierno viene
incumpliendo la restitución de esos fondos |