Por Florencia
Donovan - “Vamos bien, estamos encaminados, aunque siempre hay que dejar una
puerta de escape”, reconocía ayer una fuente del equipo del ministro Sergio
Massa sobre las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI) ante
el vencimiento del lunes por US$2700 millones, que evalúan pagar con yuanes por
las demoras de un acuerdo. El optimismo en el Gobierno está bastante menos
inflado que el que intenta mostrar el candidato Massa. Hasta anoche no estaba
siquiera previsto que el ministro viajara a Estados Unidos.
Pero hoy podría
haber novedades: según informó anoche la agencia Bloomberg, hoy se firmaría el
acuerdo a nivel técnico (staff level agreement o SLA, por sus siglas en
inglés), aunque el desembolso de los fondos debe aprobarlo el directorio del
organismo, cuya reunión se haría tras el receso de verano, que comienza este
fin de semana.
“Estamos en la
parte de redacción del documento”, aseguran en Economía. Con o sin SLA firmado,
cobraba fuerza en las últimas horas la idea de volver a pagar los US$2700
millones que vencen el lunes con yuanes prestados por el Banco de China, aunque
la operación pone fuerte presión sobre las arcas del Banco Central (BCRA).
Pese a que en algún
momento se especuló con la idea de entrar en mora temporariamente con el Fondo
–“si tenés un acuerdo técnico firmado, no es tan grave demorarse 15 días en el
pago”, esgrimían–, las fuentes reconocen que Massa internamente insiste con la
idea de pagar. Sin reservas internacionales disponibles, para el BCRA, no hay
mucha alternativa que hacerlo en gran parte con yuanes.
A diferencia de lo
que esperaba Massa y prometió a los propios, el SLA no sería más que un puente
para no generar más ruido en el mercado de cambios en pleno proceso electoral.
Pero no será una llave de plata para que el ministro se garantice que no tendrá
que sortear momentos de turbulencia hasta octubre. El FMI sólo convalidaría los
desembolsos necesarios para cubrir los vencimientos que hay con el propio
organismo de crédito, y lo hará sólo una vez que el acuerdo con el staff sea
validado por el directorio del organismo.
Existe un hartazgo
generalizado en el FMI con la Argentina. No hay más margen para promesas. De
hecho, el Fondo esta vez está pidiendo que las medidas antecedan a la firma de
cualquier documento. De otra forma, ningún gobierno hubiera siquiera soñado con
avanzar aún con una devaluación fiscal a tan poco de medirse en las urnas. Y
menos aún, seguir anunciando aumentos de servicios, como el informado esta
semana para las boletas de electricidad de los consumos de agosto de los
usuarios de altos ingresos de la zona metropolitana de Buenos Aires, que apenas
estaban terminando de digerir el aumento aplicado en junio. Una vez más, el
desparpajo del peronismo puede con lo que nadie puede.
La realidad es que,
además de la devaluación fiscal anunciada esta semana –con el impuesto PAIS
para las importaciones, y el nuevo dólar agro–, el FMI viene exigiendo que la
Argentina ajuste el tipo de cambio oficial. “El Fondo lo que pide es que
mejoremos la tendencia de las reservas”, reconoce una fuente al tanto de las
conversaciones. En las negociaciones con la Argentina no sólo se juega la
suerte del gobierno de Alberto Fernández –o mejor dicho, el de Sergio Massa–,
también la carrera de la línea de técnicos del FMI y hasta de la propia
directora gerente del organismo, Kristalina Georgieva, cuyo mandato vence el
año que viene.
Sin intenciones de
devaluar antes de la PASO, Massa busca demostrarles a los accionistas del Fondo
que, con las medidas de esta semana, ya logró el objetivo. “El BCRA compró hoy
[por ayer] por cuarta jornada consecutiva en el mercado de cambios”, dice el
comunicado que los equipos de prensa de Economía, del Banco Central y hasta del
Ministerio del Interior difundieron ayer entre la prensa. Si hay algo en lo que
el ministro es experto es en hacer llegar sus mensajes.
Entre los
economistas privados, dudan de que vaya a ser suficiente. “Cambiariamente, [las
medidas] tienen un aire a devaluación, pero cuantitativamente quedan muy a
mitad de camino –dice en el informe semanal de MacroView, la consultora de
Carlos Melconian y Rodolfo Santangelo–. No cambiarán la dinámica del mercado
cambiario: las importaciones no cederán con un impuesto de 7,5% y habrá que ver
cuántas exportaciones se adelantan a $ 340. Las medidas podrían ser
interpretadas como el paso previo a un salto devaluatorio posterior”, agrega.
El impacto en el
dólar
Los movimientos que
mostraron las cotizaciones de los dólares libres en las últimas ruedas parecen
estar abonando la misma teoría. El FMI, por su parte, se guarda una carta de
oro: aún entregándole al Gobierno un SLA firmado, el directorio del organismo
–el que tiene la última palabra, y además, el que termina por liberar los
desembolsos de fondos– sólo tratará el caso argentino después de las
elecciones. Hasta ayer, no figuraba en la página del FMI ninguna reunión en el
calendario del directorio del organismo en lo que queda del mes. El Fondo entra
en receso la próxima semana por las vacaciones del verano boreal.
Massa tiene una
campaña mucho más complicada que la de cualquier otro candidato. No sólo tiene
pocos logros para mostrar de cara a las PASO, sino que, incluso saliendo airoso
de la primera encuesta nacional, tendrá que sortear dos largos meses hasta
octubre.
Las inconsistencias
de la política macroeconómica no sólo tienen al mercado cambiario en vilo. El
nuevo impuesto a las importaciones tendrá no sólo impacto sobre la inflación de
agosto, sino también sobre el nivel de actividad. Una vez más, habrá algunos
suertudos; aquellos tocados por la varita del Secretario de Comercio, Matías
Tombolini, que todavía debe definir qué productos de la canasta básica quedan
exceptuados del nuevo impuesto.
Asimismo, el
excesivo intervencionismo del Gobierno y su predilección por los mercados
regulados hacen mella en la economía real. En las últimas horas, trascendió la
renuncia del presidente de la Federación Argentina de la Industria Molinera
(FAIM), Diego Cifarelli; en la cámara arrecian las internas por la asignación
por parte del Gobierno de una porción mayoritaria de los subsidios del Fondo
Estabilizador del trigo argentina (FETA) hacia la empresa Molino Cañuelas.
Entre los
inversores y los hombres y mujeres de negocios, las encuestas cotizan por estas
horas más que nunca. Aunque ya nadie se atreve a dar ninguna por buena. El mercado
todavía tiene muy fresco el recuerdo de 2019. Para los grandes inversores y
tenedores de acciones y de bonos, la suerte del mercado no sólo está atada el
FMI, sino que depende, sobre todo, del resultado de la PASO. Pero se ha vuelto
imposible predecir el comportamiento de un electorado que no quiere mostrar sus
cartas.
Un dato
llamativo
Según Isonomía, el
49% de los que participan de una encuesta afirma que todavía no decidió a quién
votar. Existe una apatía creciente en la población: es cada vez más grande,
además, la proporción de personas que directamente eligen abstraerse y no
seguir las noticias. En 2017, un 77% de los encuestados afirmaba estar muy o
bastante interesado en noticias versus 48% en la actualidad.
Pero algunos
sondeos explican al menos el nerviosismo que existe en el oficialismo. En un
zoom con inversores, desde Delphos Investments, una de las pocas consultoras
que en 2019 advirtió sobre la posible derrota de Mauricio Macri en las PASO,
afirmaron esta semana que sus números le estaban arrojando un triunfo claro de
Juntos por el Cambio sobre el peronismo.
“Podrían llegar a
los 40 puntos, con un peronismo en 30, hasta podrían llegar a ganar en primera
vuelta”, arriesgaron. Sus cálculos se basan en encuestas y en un análisis de
las elecciones pasadas: “La Provincia de Buenos Aires, es 37% del electorado,
ahí por la performance de últimas elecciones, JxC tiene un piso de 34% y techo
de 40%, por lo que le sumaría 15 puntos del total. Después, en Córdoba, Santa
Fe, CABA, Mendoza y Entre Rios, donde saca entre 45 y 50%, son otros 14 o 15
puntos totales. Sólo saliendo segundos en Provincia de Buenos Aires, más el
centro del país, suma lo mismo que el peronismo. Todo el resto del país es 31%
del padrón, con una elección moderada, suma ahí otros 9 puntos”. Sólo el 13 de
agosto a última hora se sabrá si los cálculos son certeros.
Lo que está claro
es que una mala elección del oficialismo podría hacer que la tarea de Massa se
vuelva una tarea ciclópea las semanas que vienen. Difícil imaginar una gestión
donde ya no sólo el Presidente sea débil, sino también en la que el Ministro
haya perdido su mayor credencial: la de un candidato con posibilidades.ß |