Los empresarios del
campo dieron un juicio lapidario respecto de las medidas compensatorias que Sergio
Massa había prometido
para moderar las distorsiones que generan las nuevas medidas económicas -y en
particular el aumento de precio del maíz-: no van a andar.
En consecuencia, lo
que se verá en las próximas semanas será una suba de los precios, combinada con
una disminución de la producción, dado que buena parte de los
empresarios ya quedan en zona de quebranto por los incrementos
de los costos. Y empiezan las insinuaciones sobre la necesidad de un tipo
de cambio más alto que le mejore la productividad a los sectores en peor
situación.
De hecho, los aumentos
de precios en la hacienda ya empezaron el mismo lunes posterior a los
anuncios de las medidas, en el mercado de Cañuelas, y los expertos del
negocio ganadero hablan de una continuidad en la suba de la carne por una
disminución de la oferta.
Mientras el
secretario de Agricultura y Ganadería, Juan José Bahillo, dijo que
habría compensaciones para evitar que el mayor costo del maíz pudiera
terminar en un traslado a los precios de los alimentos del mercado
interno, las primeras reacciones fueron de escepticismo, y la palabra
"parche" es la que más se repite en el sector.
De hecho, las
frases que se escuchan por estos días son de una elocuencia que exime de mayores
comentarios: "Nos están hundiendo", afirmó Adolfo Franke,
dirigente de la Federación Porcina. "Esto va a ser más
distorsivo que el dólar soja", señala Carlos Achetoni, presidente de la Federación
Agraria. "Por más planes de impulso que nos presenten, con estas
medidas nos dejaron al borde del nocaut", dice Fernando
Córdoba, productor lechero entrevistado en Canal Rural. "Se pone a toda la
cadena al borde del quebranto", advierte el comunicado de
la Mesa Nacional de
Carnes que coordina Dardo Chiesa.
Inflación: preocupación por el repunte de precios
El primer efecto
político de las medidas ya está siendo asimilado por Massa: aquella sensación
de que se estaba viviendo una distensión en el frente de los precios, y que la
economía seguiría en un sendero de caída del IPC mes a mes, acaba de sufrir un
duro golpe.
De hecho, la
mayoría de las consultoras que hacen relevamientos de precios propios ya
tomaron nota de las remarcaciones en las listas que están recibiendo los
supermercados. Y, sobre todo, de cómo el "factor carne", que fue
fundamental para la moderación de la inflación en junio, tuvo un punto de
inflexión y empezó su camino inverso.
Por lo pronto,
aquel aparente consenso respecto de que en julio y agosto la inflación se
mantendría cercana al 6%, ha sido modificada súbitamente, y hoy ya la expectativa del IPC ya
vuelve a ubicarse en un 8%. Las argumentaciones son previsibles: las distorsiones del mercado de
alimentos y, también, en el plano cambiario.
"Extender el
'dólar agro' a cereales como el maíz implica encarecer un insumo relevante
del sector engordador de pollos y cerdos y de los feedlots, mientras que
aplicar un impuesto a las importaciones (aumentar el costo de reposición)
significa encarecer bienes e insumos utilizados en procesos productivos o
consumos finales de la economía, lo que genera un traslado a los precios
internos", apunta Ecolatina.
Mientras que la consultora Equilibra advierte que
por cómo el nuevo panorama cambiario modifica las referencias de los agentes
económicos: "El propio paquete de medidas anunciado tiende a elevar la brecha cambiaria (unifica el dólar solidario al
tarjeta y le pone un piso más alto a la brecha)".
En este clima de
incertidumbre, el hecho de que el Banco Central haya decidido posponer la
publicación de su encuesta REM -originalmente prevista para el 6 de
agosto- hasta después de las PASO no ha hecho más que enrarecer el
ambiente político. Los comentarios apuntan a que se quiere evitar que se dé a
conocer una previsión que registrará una fuerte desmejora respecto del mes
anterior.
Hasta el
propio secretario Bahillo, indirectamente, admitió lo que muchos
creen en el campo: que los aumentos de precios que en principio iban a
producirse dentro de tres o cuatro meses, podrían adelantarse. Entrevistado en
C5N, dijo que por ahora no había riesgo de aumentos en las carnicerías
porque "todavía tenemos alrededor de un mes y medio de buen
abastecimiento", dejando la admisión tácita de que luego habrá
aumentos.
Ante la queja de
los ganaderos que se estuvieron desprendiendo de stock por no poder hacer
frente a los costos, su defensa fue que sigue vigente un subsidio a los
productores que lleven a los animales al feedlot para el engorde.
Sin embargo, en el sector cárnico no sólo no se considera
que ese programa sea una solución, sino que se está pronosticando una crisis en
el sector, con un achique del negocio por parte de los productores con una ecuación financiera más comprometida, a los
que no les alcanzará el aumento de los precios que se pueda convalidar con la
demanda en las carnicerías.
Dólar
para el campo: pesimismo y reclamos
El descontento que
se percibe en el sector del agro apunta, sobre todo, a que el propio Gobierno
asume las distorsiones generadas por la "devaluación fiscal" más el
nuevo dólar de exportación para el maíz. Fue el propio Massa quien, en la
Expo Rural de Palermo, admitió que las medidas "pueden ser
cuestionables pero tienen que ver con la realidad del momento".
Esa frase fue decodificada
entre los empresarios agrícolas como que a ellos les había tocado ser la
variable de ajuste, en un plan de emergencia dictado por urgencias las
necesidades fiscales y de reservas.
El Gobierno, a través del secretario Bahillo, intentó
contener el descontento con la promesa de medidas compensatorias, pero la
primera reacción fue el descrédito. Se asume que lo que se ofrecerá podría ser algo similar a lo
ocurrido el año pasado con sectores como el de la lechería, que recibieron un
pago para compensar que la soja para el consumo interno se había encarecido
como consecuencia del dólar especial de incentivo exportador.
La situación hace
recordar a lo ocurrido en enero pasado, cuando después de haber implementado
dos versiones del "dólar soja"- Massa había anunciado un
"programa de fortalecimiento productivo" dirigido a los perdedores de
esa política: los sectores porcino, avícola y lechero.
Indicó que las medidas tendían a "compensar y
equilibrar lo que a veces sucede cuando los precios relativos están
desordenados, que unos ganan muchos y terminan perjudicando a otros, que son de los que agregan valor. Ahí aparece el Estado como
puente, como vehículo para tratar de construir un equilibrio y
fortalecer".
En concreto, se
pagó a los sectores que usaban la soja como insumo, una compensación de $30.000
la tonelada. Pero los supuestos beneficiarios nunca se mostraron contentos
del todo. Desde el OCLA (Observatorio de la Cadena Láctea Argentina)
dijeron que el "dólar soja" había subido los costos de producción un 5%, y que el efecto agregado
de la sequía dejó a muchos productores debajo de su punto de equilibrio.
Su estimación es
que ahora, con la suba en el precio del maíz, los costos se incrementarán
hasta en $18 por litro.
"Se le
reconocer un tipo de cambio de $340 al maíz, cuando la leche necesita
$380, porque ha caído un 20% la exportación en el primer semestre. Estamos
exportando leche en polvo a $270 menos el 9% de retención, mientras compramos
insumos a proveedores que piensan en un dólar de $550", fue la elocuente
definición de Jorge Girauldo, dirigente de OCLA.
En la misma tónica
se expresaron en el sector de la producción porcina. Argumentan
que el maíz constituye el 70% del costo de alimentación animal, que a su
vez representa la mitad del costo total. Traducido a plata, el impacto del
"dólar maíz" implica un encarecimiento de $80 por kilo de cerdo
producido.
Pero, además, se
quejan de que el impuesto de 7,5% a la importación de bienes tendrá
un impacto en los costos de productos veterinarios y micronutrientes, que
ya se venían encareciendo a un ritmo acelerado.
"Nosotros le previnimos al Gobierno que esta medida
sería muy negativa. No nos pudieron resolver el tema del IVA, no nos dieron
financiamiento y ahora nos cargan de costos por no haber podido
resolver la macro. Es un golpe que muchos productores no van a poder
soportar", advierte Franke,
de la Federación Porcina.
Y ahora, la industria Pyme quiere un dolar a $340
Pero como si no
fuera suficiente con el mal clima existente en el campo, Massa también está
sufriendo otro costo colateral de las medidas: la queja de los
industriales pyme, que piden un tratamiento cambiario específico.
Es para el ministro/candidato una de las peores noticias,
porque las pymes manufactureras son, precisamente, uno de los sectores más
presentes en su discurso. El ministro realiza con frecuencia
eventos para anunciar créditos a tasa subsidiada, asistencia técnica y ayuda de
promoción exportadora. A diferencia de lo que ocurre con el agro, tiene la
esperanza de encontrar entre los pequeños
industriales un auditorio amigable y que sintonice con su política intervencionista.
Sin embargo, lejos
de mostrarse complacidos, los empresarios congregados en IPA (Industriales
Pymes Argentinos) retomó un pedido que ya había presentado el año pasado,
cuando se empezaban a hacer evidentes los problemas de la distorsión cambiaria.
Pide el establecimiento de un
"dólar pyme" que sirva como incentivo para la exportación.
El titular de
IPA, Daniel Rosato, denunció que las ventas al exterior están
sufriendo un derrumbe de 20%, algo que se cuantifica en u$s420 millones. Y se
queja de la diferencia de trato respecto del sector agrícola porque afirma que,
a diferencia de lo que ocurre con el campo, la industria genera un flujo
exportador permanente y estable, sin ciclos estacionales.
Y paradójicamente,
basa su reclamo en con una de las líneas recurrentes en el discurso peronista:
recordó que "a diferencia de los sectores primarizados", su
exportación tiene valor agregado y es generadora de empleo.
Hablando en plata, ¿cuánto piden los industriales que se les
reconozca por sus exportaciones? Una cotización de $340, o dicho de otra
forma una devaluación del 26%. Es decir,
lo mismo que al maíz, pero no de forma temporaria sino permanente. |