Por Diego Cabot - Si
algo hace ruido en la Argentina de estos días es el mercado cambiario. Con las
medidas que el Gobierno publicó ayer, ese lugar ahora parece una coctelera que
adentro no tiene hielo y bebidas, sino tuercas, tornillos y piedras. Aturde.
Se podría empezar a
explicar por varios lugares las medidas que se publicaron en el Boletín
Oficial. Pero vale la pena empezar por el efecto más inmediato de todos:
comprar un dólar para casi todo el que lo requiera es más caro que 24 horas
antes.
Después de esa
certeza, vendrá todo lo demás, como cuánto más arriba está la moneda y, sobre
todo, quiénes podrán acceder a este tipo de cambio. Entonces, ahí sí es donde
retumban los ruidos.
Es posible que
ningún argentino pueda pasar esta prueba simple, prueba que bien podría ser el
cuestionario de esos programas televisivos en los que se gana plata por cada
respuesta correcta. El planteo sería así: “Sin repetir y sin soplar, en 5
segundos, deberá decir qué precio tiene el dólar”.
El participante,
ante semejante pregunta, diría “depende”. Un productor agropecuario que cultivó
maíz recibirá $340 por dólar, pero si alambre de por medio cosechó soja, ahora,
que ya no está vigente la “promo” del tipo de cambio especial, obtendrá por la
venta de su producto el oficial mayorista ($271).
Pero si ese mismo
personaje quiere comprar un billete pagará $552 si recurre a los “arbolitos”
del microcentro porteño, o si está bancarizado, deberá pagar $531,15, si lo
quiere depositar en una cuenta en el exterior, o $495 si es que prefiere
dejarlo en su banco local.
Claro que aquel
pobre participante ya consumió sus segundos, apenas si empezó con el recuento
de precios del dólar en el país y partirá sin una moneda.
Eso sí, desde que
salió de su casa rumbo a grabar aquel programa hasta que regresó es más pobre.
Como todos los argentinos, cada minuto que pasó desde que se publicó la batería
de normas mediante la que se maquilló la devaluación, los ingresos en pesos se
depreciaron y cada uno se empobreció un poco más.
Ahora bien, dicen
que en las devaluaciones hay grandes ganadores. El primero, el Gobierno. El
motivo es simple: este salto del precio del dólar no se hizo mediante la
fijación de un nuevo tipo de cambio sino que se recurrió a la imposición de un
impuesto diferencial (PAIS), a ciertas operaciones de compra de dólares o de
acceso al Mercado Único (MULC). He aquí una licencia del cronista. En realidad,
se llama Mercado Único “Libre de Cambios”, pero hasta ahora no se pudo poner
esas últimas dos palabras en el lugar más intervenido y discrecional de la
economía argentina.
Para resumir, a más
impuestos, más recaudación y más posibilidades de mantener o aumentar el gasto
público en plenos meses electorales. Como se dijo, subirá la recaudación del
impuesto PAIS, creado en el artículo 35 de la ley con la que, en diciembre de
2019, decretaron la emergencia económica, financiera, fiscal, administrativa,
previsional, tarifaria, energética, sanitaria y social.
Entonces, en el
artículo 35 de esa norma se creó el impuesto PAIS, que ahora se cobrará, por
caso, a todos los bienes importados, que pagarán un 7,5% de ese tributo. Es
decir, todos los bienes que se compran en el exterior serán aún más caros.
Cualquier lector podría inferir, esta vez sí en menos de cinco segundos, dónde
impactará ese incremento: en los precios.
Una nota al pie
sobre el impuesto. En esa misma ley se estableció que el 70% de lo que se
recauda deberá destinarse a financiar “programas a cargo de la Anses y las
prestaciones del Instituto Nacional de Servicios Sociales para Jubilados y
Pensionados”.
El 30% restante
tendrá como finalidad solventar “obras de vivienda social, de infraestructura
económica y a fomentar el turismo nacional”. Una maravillosa expresión de
deseos que sirvió para convencer a algún legislador díscolo sobre la necesidad
de crear un nuevo impuesto.
El crecimiento en
la recaudación de este gravamen será importante para que el ministro y
precandidato, Sergio Massa, pueda exhibir alguna meta de déficit fiscal cercana
a la que había prometido el Gobierno ante el Fondo Monetario Internacional
(FMI).
Las medidas no
cayeron bien en la City porteña. El precio del blue, uno de los termómetros de
la desconfianza, aumentó $24 en un día y terminó la jornada en $552.
“Es un parche más
–dice Luis Secco, director de Perspectivas–. Intenta atacar dos de las
dinámicas más inquietantes que enfrenta la economía: la falta de divisas y el
déficit fiscal. Lo hace con un solo instrumento: una devaluación fiscal o
impositiva. Sube impuestos a las importaciones (las encarece) y los reduce en
algunas exportaciones, para incentivar su liquidación. Y en busca de esos dos
objetivos se queda a mitad de camino”.
La conjunción de
medidas, claramente, impactará en la inflación de julio, pero sobre todo, en la
de agosto. No solo que se encarecieron los bienes importados sino que, además,
el Banco Central (BCRA) deberá emitir para pagar la diferencia de precio entre
la compra de dólares caros en el marco del llamado dólar agro y la venta de
dólares baratos a los importadores. Finalmente, ese quebranto será, por un
lado, costo fiscal para el Tesoro y, por el otro, combustible para la
inflación.
Secco intenta,
además, desmenuzar los motivos. “Se podría argumentar a favor de las medidas
diciendo que sin ellas no habría acuerdo con el FMI. Y que de ser así
estaríamos peor. Pero que haya un acuerdo, vale la pena decirlo, no significa
que las dinámicas de crisis se interrumpan. Además, no conocemos qué metas se
han comprometido y mucho menos si serán cumplidas. La experiencia indica que
ambas partes han firmado metas a sabiendas (de ambos lados) que no se pueden
cumplir”.
Cada medida que se
publicó es inflacionaria. Mientras tanto, la campaña del oficialismo necesitará
pesos. Y el Gobierno los entregará, ya que no es posible concebir una campaña
sin billetera veloz.ß
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