Por Fernando
Gutiérrez - Sergio Massa ya aprendió la lección: después de la imprudencia de haber pronosticado
que la inflación bajaría a razón a un punto cada dos meses de manera tal que el IPC de abril ya
se ubicaría debajo del 4%, ya no ha vuelto a arriesgar cifras. Pero, de todas
formas, apuesta a que el "timing" de los precios le jugará a
favor en su carrera electoral.
Lo cierto es que tras el pico de abril con su 8,4%, comenzó
un descenso, que podría tener su punto mínimo justo cuando se estén celebrando
las PASO. El consenso de los economistas es que el IPC de
junio se ubicará por debajo del 7% -los más optimistas hablan de un 6,4%-, lo
cual dará pie a que la campaña oficialista ponga foco en la
"estabilización".
En cuanto al dato
de julio, se publicará el martes 15 de agosto. Es decir, dos días después
de que se hayan celebrado las elecciones primarias. En este caso, la fecha ya
estaba estipulada en el calendario original, y no formó parte de la
polémica que envolvió al director del Indec, Marco Lavagna -uno
de los principales asesores de Massa-, quien había alterado las fechas de
publicación para que no coincidieran con momentos de veda electoral.
Ante las críticas,
Lavagna debió dar marcha atrás con su decisión, y se mantuvo la fecha original:
el IPC de abril se publicó el viernes 12 de mayo, justo antes de las elecciones
en Salta y Tierra del Fuego.
Pero, contra todo
pronóstico, fue a partir de ese momento que la candidatura de Massa volvió a
afianzarse.
Tras imponerse holgadamente en la elección salteña,
el gobernador Gustavo Sáenz le comentó a Massa que sus opositores de
Juntos por el Cambio habían machacado durante toda la campaña con las críticas a la inflación. La visión del salteño era que la incidencia del tema inflacionario
en la opinión pública era menor a la que se refleja en los medios de
comunicación, siempre que
se cumplieran ciertas condiciones: que se mantuviera el esquema de
paritarias para garantizar el nivel de consumo y que hubiera estabilidad
cambiaria.
En línea con esa
recomendación, Massa puso el foco en medidas pro-consumo, como la
elevación en el tope de crédito bancario para los pagos con tarjeta, así como
la disminución de la tasa de interés del programa "Ahora 12".
Un imprevisto cambio de clima
Paradójicamente, en
abril, cuando el IPC registró el doble de lo que Massa había predicho, fue
cuando llegó un momento de fortalecimiento político para el ministro. Y lo raro
es que vino de la mano de la escapada del dólar blue: su
decidida intervención en el mercado cambiario mediante operaciones con
bonos le valió el elogio de Cristina Kirchner, que vio allí un gesto de
rebeldía contra el Fondo Monetario Internacional, ya que el organismo no
autoriza el uso de reservas para incidir en el tipo de
cambio.
Ya con la
candidatura confirmada, Massa uso en práctica su nueva estrategia: no hablar
más de cifras, sino de los conceptos de "estabilidad" y de
"normalización progresiva". O, más explícitamente, que se ahuyentaron
los fantasmas de una crisis hiperinflacionaria.
En la medida en que
cada mes el IPC dé algunas décimas menos que el anterior, será
políticamente un argumento a favor, aun cuando se trate de niveles altos.
Para ello ayuda el
respaldo que el ministro recibió por parte de la cúpula de la central
sindical CGT, quien manifestó su confianza ya desde hace meses, cuando el
debate interno por las candidaturas no estaba saldado en el peronismo. La CGT
valoró gestos de Massa, como el haber exonerado del impuesto a las
Ganancias los adicionales de convenio, que incluye a los bonos por
productividad, viáticos, horas extras y otros, que hasta ahora estaban
gravados, y por eso le dio un explícito apoyo en el acto del 1° de mayo, justo
en el peor momento de la inflación.
El pacto con el sindicalismo implica la habilitación a que
los grandes gremios tengan una revisión permanente de las paritarias, que de
hecho son ajustadas a ritmo trimestral según la evolución del IPC.
Mientras tanto, el
secretario de Comercio, Matías Tombolini, renegoció con las grandes
empresas alimenticias otro acuerdo por 90 días -es decir, coincide con la etapa
previa a las PASO-, en la que se mantuvo la tasa de ajustes mensuales de
precios de 3,8% para la canasta de 2.000 productos esenciales y de 5% para
el resto.
Por otra parte, el
equipo de Massa negoció con fabricantes de
electrodomésticos y de indumentaria para que contuvieran los aumentos hasta
después de las PASO.
La ayuda de las carnicerías
De momento, las
señales del mercado apuntan a una tregua de los precios, en un
"timing" que favorece al ministro. Al alivio de mayo, que
registró 7,8% -es decir, una caída de seis décimas respecto del mes previo- le
seguirá otra baja en junio.
Ayudó para esa baja
la moderación en los precios regulados, como la medicina prepaga, los
colegios, el transporte y los servicios públicos.
Pero lo más
importantes es la evolución del rubro alimentos: por primera vez en el
año, esa categoría tuvo una variación menor al IPC general. En mayo
fue de 5,8%, lo que implica una fuerte disminución de 4,2 puntos respecto de lo
que se había registrado en abril.
Hay algunos
factores estacionales que antes habían jugado en contra de Massa y ahora juegan
a favor. Uno de los más importantes es el precio de la carne, que tiene
bruscos cambios de ciclo. Así, en el trimestre final del 2022, la carne
aumentaba a un ritmo tres veces menor que el promedio de los alimentos, pero en
el verano aceleró. Y, como en la canasta del Indec la carne vacuna tiene
una fuerte ponderación, cada vez que hay aumentos en las carnicerías, el IPC se
ve impactado.
No es de extrañar que el peor momento de la inflación este
año haya coincidido con aumentos mensuales de 7,1% para el asado y de 9,8% para
el cuadril. En cambio, en mayo ya se notó el cambio
de tendencia: el asado apenas tuvo una variación de 1,7% y el cuadril de 2,1%.
¿Por qué ocurre
esto? Tiene mucho que ver con la sequía: ante el encarecimiento del maíz y
los forrajes, los ganaderos prefieren enviar mayor cantidad de animales a
faena. En su ecuación económica, tiene más sentido disminuir su
stock antes que engordar las vacas a un costo que no podrán recuperar.
Eso implica una oferta mayor a la habitual en las
carnicerías. El ciclo de aumento de la faena empezó
en el verano y recién ahora está teniendo su mayor impacto en los precios. Los
expertos del negocio cárnico creen que por lo menos hasta septiembre puede
mantenerse esta situación.
Pero claro, el
próximo cambio de ciclo también puede ser brusco, porque una vez que en el
campo cambia la situación, los ganaderos pasan a la estrategia inversa, con una
actitud defensiva para recomponer su stock vacuno. En otras palabras, sobrevendrá otro período de
grandes aumentos en la carne, que podría iniciarse en octubre.
¿Se puede sostener?
Pero en el mientras
tanto, el Gobierno disfruta su momento de tregua y hasta puede darse el lujo de
no tocar la tasa de interés y de ralentizar el "crawling
peg" sin que eso implique un agrandamiento de la brecha entre el
tipo de cambio oficial y el paralelo.
Los relevamientos
semanales que hacen las consultoras privadas dan cuenta del alivio: el
reporte
En cuanto a la
inflación de junio, casi todos los pronósticos apuntan a un índice que empiece
con 6, y que la situación pueda extenderse también hasta julio.
El Gobierno trata
de imponer su visión de que, ahora sí, se ingresó en la normalización, y que el
pico de comienzo de año se explica por el impacto de la crisis climática en el
campo. "Ahora vemos que puede estar comenzando un camino de descenso y la
actividad sigue muy productiva, con trabajo. Es difícil dominarla, pero estamos
en ese camino", manifestó la ex ministra Silvina Batakis.
Sin embargo, los economistas no se muestran tan confiados
respecto de que haya ocurrido un cambio de tendencia definitivo. Más bien al
contrario, abundan las advertencias respecto de la fragilidad
del nuevo escenario de estabilidad.
La
consultora Ecolatina pone el foco en la ausencia de
"anclas" y la distorsión de precios relativos. "El
Gobierno no dispone de margen para apelar a las tradicionales medidas
desinflacionarias pre-electorales: congelar las tarifas de servicios públicos o
atrasar el tipo de cambio", señala en su último
informe. Y deja ver su pesimismo respecto de que el índice pueda seguir bajando.
Por su
parte, Eco Go, la consultora dirigida por Marina Dal Poggetto,
alerta: "La tendencia parecería ser
más al alza más que otra cosa y la fragilidad del sistema indicaría que
cualquier mínima disrupción podría impulsar una nueva aceleración de los
precios".
Pero, como siempre,
quien causó más comentarios en el mercado fue el siempre escuchado Domingo
Cavallo, para quien después de las PASO la inflación podría tomar un nuevo
impulso que la lleva al escalón del 9% mensual.
Cavallo fundamenta
su pronóstico en el peso del gasto público, que viene creciendo a un ritmo 50%
más rápido que el presupuestado. "A su vez, el déficit total se triplicó
con respecto al registrado en los cinco primeros meses de 2022", añadió.
Además, su presunción es que la renegociación con el FMI no le dejará margen al
Gobierno para seguir ralentizando la tasa devaluatoria, por lo que podría
aparecer allí otro factor inflacionario para la última parte del año.
Pero Massa, de
momento, tiene su foco en el domingo 13 de agosto. Y, hasta allí, los números
parecen jugar a favor de su campaña electoral. Por lo menos, podrá
mencionar la palabra "estabilidad" sin ponerse colorado y
hasta contestarles a quienes habían agitado una posible
hiperinflación.
Claro, después
viene la elección de octubre, y ahí probablemente los mismos factores
estacionales que ahora juegan a favor, empiecen a ponerse en contra. El desafío
de Massa es que el propio resultado de las PASO le otorgue
margen como para mantener la estabilidad a partir de ese momento. |