Por Claudio
Jacquelin - El comienzo formal de la campaña electoral en los medios de
comunicación trajo menos sorpresas que confirmaciones de hipótesis y
presunciones. Los mensajes negativos contra los adversarios les ganan por
goleada a las propuestas en las primeras acciones. Y en ese terreno el
oficialismo arrancó con ventaja.
La asimetría de la
disputa interna en las PASO de Unión por la Patria, entre Sergio Massa y Juan
Grabois, les facilita la tarea a estrategas y precandidatos oficialistas para
la construcción de su narrativa, a pesar de la crisis económica y la
insatisfacción social que lo golpean .
Los spots de UP
sobreactúan la aparente, precaria y electoralista unidad, tras el caótico
cierre de listas, frente al encarnizado enfrentamiento que se registra en el
interior de Juntos por el Cambio, entre los sectores que se alinean detrás de
Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich.
Así, aunque no
pudieron disimularse incomodidades y ninguneos mutuos, la inauguración formal
del Gasoducto Néstor Kirchner, que, al fin, logró reunir ayer al presidente
Alberto Fernández, a la vicepresidenta Cristina Kirchner y al ministro
precandidato Massa, fue la consagración de las piezas propagandísticas lanzadas
por el sector mayoritario (u oficial) de la UP.
Se trata de amables
tráileres de presentación en los que los representantes de las distintas
facciones comparten sonrisas y actúan empatía con ciudadanos comunes de la
“patria”. Massa; su compañero de fórmula, Agustín Rossi, que atenúa lejanías
con el universo kirchnerista, y el camporista jefe de campaña Eduardo de Pedro
son los protagonistas, obviamente no en su función de ministros, sino en el
papel de candidatos.
Se trata de un
aperitivo para concentrar energías en discursos en los que predomina la instalación
del miedo a cualquier cambio que propongan o representen sus rivales externos,
a los que se demoniza como gestores de un plan de exclusión y represión.
Es esa la
herramienta elegida para disimular la imposibilidad de defender la obra de un
gobierno fallido, del que nadie se hace cargo. La idea fuerza del oficialismo
podría ser “ni continuidad ni cambio”. Puro statu quo. No toquen nada, que todo
puede romperse. No importa que suene demasiado conservador para un proyecto que
alguna vez quiso ser visto como revolucionario. Tiempos de austeridad y
signos de fin de ciclo.
En el horizonte
electoral de Massa y de todo UP aparece el 13 de agosto, fecha de realización
de las primarias, que figura como un día de trámite interno, pero de dura
competencia externa.
Los rivales son los
de afuera y la certeza de que el oficialismo corre la carrera electoral de
atrás extrema la necesidad de mostrar unidos a todos los sectores tanto como la
de limar el potencial de los adversarios cambiemitas. Alinear a los militantes
y votantes detrás del candidato originalmente más lejano del cristinismo
mayoritario, a cuyos militantes Massa hace rechinar los dientes, no es fácil.
La fórmula presidencial necesita ser la más votada individualmente para no
quedar rezagada en la disputa entre fuerzas partidarias, en la que las
encuestas pronostican (hoy) que JxC será la que reunirá más votos.
Antes esas
circunstancias, el ministro candidato está dispuesto a ir tan lejos como las
circunstancias lo demanden, aun a riesgo de quedar pegado hasta a los casos de
corrupción del kirchnerismo más emblemáticos y más repudiados socialmente.
¿Negativa o
sucia?
A pesar de que les
dice a propios y extraños que no le cambiará la vida si pierde la elección
general, Massa también les demuestra a diario que está dispuesto a dejar al
menos buena parte de esa vida en el intento. Incluidos algunos viejos lazos
afectivos.
“Si Horacio
(Rodríguez Larreta) hace campaña en el convento al que José López llevó los
bolsos llenos de dólares, yo voy a ir la semana que viene al acto por los 100
años del nacimiento de René Favaloro y voy a decir que otros no pueden estar
ahí”, dijo a varios interlocutores el viernes último, mientras se jactaba de
haber (literalmente) apretado con información reservada a los empresarios del
transporte a los que acusaba de haber propiciado el paro de colectiveros. Que
quede claro: todo vale.
Para Rodríguez
Larreta, cualquier vinculación con el suicidio del héroe contemporáneo de la
medicina argentina es una de las acusaciones más inaceptables y más dañinas que
se le pueden hacer de su paso por la alta dirección del PAMI a fines de los
años 90 y de su carrera política en general.
Massa lo sabe y
sabe, por lo tanto, dónde golpea al sacarlo a relucir. Es amigo del jefe de
gobierno porteño desde aquella época en la que el duhaldismo los cobijaba. Pero
en campaña electoral el concepto de fair play tiene significados muy
particulares para el precandidato de UP. Esa es la línea por la que van a
correr los próximos meses.
Ayuditas de los
cambiemitas
También es cierto
que los creativos de UP no necesitan hacer demasiado esfuerzo para concretar su
tarea de demonización de los adversarios y sus proyectos para un próximo
gobierno.
Como si no les
sobraran entrenamiento y predisposición a los principales referentes del
perokirchnerismo a la hora de hacerse cargo de los roles de chicos malos que
actúan de párvulos inocentes para mostrar que los malos son los otros, la
oposición cambiemita les facilita aún más el trabajo.
En muchos casos,
los precandidatos del kirchnerismo solo tienen que ponerle música a la letra
que ya escribieron y difundieron en la interna de Juntos por el Cambio.
Es lo que hicieron
anteayer dos halcones sin frenos del oficialismo como Axel Kicillof y Gildo
Insfrán cuando dramatizaron sobre la llegada de un eventual gobierno de la
actual oposición y pronosticaron “asesinatos” y “derramamiento de sangre”.
Lilita Carrió ya
había anunciado algo muy similar hace exactamente un mes cuando, para abortar
un acercamiento de Mauricio Macri y Patricia Bullrich a Javier Milei, había
dicho que eso llevaría a un programa de “ajuste muy brutal sobre las clases
medias” y a imponer “un orden en el que hay que reprimir hasta matar si es
necesario, violando los derechos humanos”.
A juzgar por los
resultados, Carrió parece haber sido mucho más escuchada por los kirchneristas
que por sus adversarios cambiemitas, a los que les dirigió el anatema.
Sin lugar para
tibiezas
Los flamantes spots
de Bullrich refuerzan su identidad y perfil tanto como alimentan prejuicios ajenos.
Con ejes claros en
el orden, la fuerza y el coraje, la narrativa plantea primero con quiénes no se
puede dialogar antes que con quiénes va a construir.
Entre los excluidos
y criticados no solo están quienes representan al oficialismo. También es muy
fácil advertir como contradestinatario de su planteo a su rival Rodríguez
Larreta y quienes lo representan en las listas.
Así rechaza o
relativiza el consenso como herramienta para terminar con los problemas más
profundos del país, “porque no estamos viviendo en un país normal”, y se
propone maximalismos sin matices. “Si no es todo, es nada”, concluye después de
decir que “el cambio va a tener que defenderse más en la calle que en la teoría
económica”. De acuerdos parlamentarios o políticos no hay mención. Ella acelera
a fondo y avanza vertiginosamente en línea recta, como se la muestra sobre un
auto deportivo en otro de los spots lanzados ayer.
Para Bullrich, toda
su agenda y sus energías se concentran en el 13 de agosto, cuando dirimirá en
las urnas la disputa con Larreta, a la que le ha dedicado casi todo su foco en
el último año y medio. Eso la llevó a emparejarlo o superarlo en las
preferencias de los votantes (según quién mida), después de haber arrancado en
manifiesta desventaja contra quien hace apenas 18 meses aparecía como el
presidente más probable. Los últimos sondeos son motivo de inquietud y mucho
trabajo para el equipo del jefe de gobierno porteño y de cierta euforia para la
exministra de Seguridad de Mauricio Macri.
Por eso, la campaña
de esta refuerza su nítido perfil de dureza. De ahí no se bajará. Muchos menos
de cara a las PASO. Es su distintivo y su activo.
Hace un año, el
consultor Patricio Hernández empezó a medir dirigentes en función de cuán
nítida era su identidad, para lo cual definía “que un político tiene un elevado
nivel de nitidez cuando podemos agrupar las sensaciones o emociones que provoca
en el electorado en pocas etiquetas”. Es decir, una forma fácil de
clasificarlos y elegirlos, que era lo que parecían privilegiar los votantes.
En esas mediciones
los políticos “más nítidos eran (y son) Cristina Kirchner, Mauricio Macri,
Patricia Bullrich, Javier Milei y Axel Kicillof”.
En un segundo
escalón, en cuanto a nitidez, quedaban aquellos para los cuales los consultados
necesitaban entre cinco y diez etiquetas para definirlos.
Ahí aparecían Massa
y Larreta. Ambos compartían la etiqueta “ambiguo”, aunque el cambiemita sumaba
a ese calificativo tres etiquetas positivas y una neutra, mientras que el
ministro candidato reunía dos neutras y dos negativas, señala Hernández. De
todas maneras, el ministro de Economía empezó a sumar puntos en una etiqueta
clave como la de “presidente”, que en su caso supera a la de “ventajita”,
aunque por poco.
A Larreta la falta
de nitidez; sin embargo, no parece haberle modificado la orientación de su campaña,
al menos en el lanzamiento. Su mira sigue pareciendo más posada en el 22 de
octubre, fecha de la elección presidencial, que en la interna, aunque su equipo
sigue buscando cómo hacer pie para la eliminatoria del 13 de agosto.
Así, reafirma la
idea de ampliación de la base de sustentación más allá del núcleo duro de Pro y
de los halcones de Juntos por el Cambio, como lo expresó en la conformación del
binomio presidencial con Gerardo Morales y en la conformación de las listas de
candidatos, en las que ubicó en lugares claves tanto a liberales, como José
Luis Espert, como a peronistas, como Miguel Pichetto.
Al mismo tiempo,
Larreta endurece su discurso frente al oficialismo y el populismo en general,
aun a riesgo de resultar forzado y de subrayar la falta de nitidez de su
figura.
Su desafío será
lograr que la amplitud sea más valorada que la dureza. Sin margen para el
error. Y en un contexto que tiende a endurecerse.
Por ahora, el
comienzo oficial del proceso electoral muestra que la campaña negativa (y hasta
sucia) es más potente que la propositiva. Ahí el oficialismo arrancó con
ventaja.ß
Por la candidatura,
Massa asoma dispuesto a dejar parte de su vida y refuerza su vínculo con el
kirchnerismo
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