Por Liliana Franco - Las negociaciones entre el equipo
económico y los técnicos del Fondo Monetario Internacional (FMI)
atraviesan por un momento de particular tensión, según coinciden en señalar tanto en el
Palacio de Hacienda como noticias provenientes de Washington. La línea del
Fondo sigue insistiendo con la necesidad de llevar adelante medidas de
austeridad, en tanto que el ministro Sergio Massa no está dispuesto poner en juego la actividad económica,
según señalan en su entorno.
Uno de los aspectos
centrales de los pedidos argentinos es que el país obtenga fondos adicionales.
En principio, se estima que el FMI podría llegar a enviar
-una vez concluido el acuerdo- unos U$S 2.000 millones – más los reembolsos
estipulados.
La política fiscal es otro de los temas controvertidos.
Los técnicos no aceptan la petición del equipo económico de elevar en el orden
del 2,5% del PIB la meta del déficit fiscal para el año. Por el
contrario, habían planteado la necesidad de una reducción a 1,6% del
desequilibrio primario.
La solución a la
cual estarían arribando sería intermedia: mantener el 1,9% estipulado en
el acuerdo, a pesar de que la sequía también tuvo impacto en los
ingresos fiscales.
Esta meta de 1,9%
-de por si exigente-, implica una fuerte restricción del gasto público que
resulta difícil de cumplir en medio de un proceso electoral, presunción que
comparte el organismo multilateral.
Debe tenerse en
cuenta que la recaudación tributaria se muestra afectada por la sequía y su
impacto en las exportaciones, además la desaceleración del consumo interno por
la dinámica inflacionaria. En el primer semestre del año
la recaudación cayó 4,4% interanual (suponiendo una inflación de 7% para
junio).
En este sentido,
este miércoles, mediante la decisión administrativa 540/23 se modificó el
presupuesto nacional incrementándose los recursos en $ 21.735,0 millones y el
gasto total en $ 95.641,9 millones siendo el impacto sobre el resultado
financiero negativo en $73.906,6 millones.
En las
negociaciones “todos juegan a hacer creer que se creen” comentan en Washington.
De hecho, el acuerdo a lograr durará solo hasta diciembre. Es que, en el
organismo saben que será necesario “barajar y dar de nuevo” con el nuevo
gobierno.
Mientras se espera
llegar a un acuerdo, el Gobierno decidió postergar los
pagos al FMI por más de U$S 2.500 millones concentrándolos al 31 de julio,
según confirmó un portavoz del FMI.
Reservas
El FMI sí admitiría el costo que representó la sequía al conceder al país
una rebaja en las metas de reservas en divisas. Cabe recordar que
el acuerdo original establecía como meta que el Gobierno acumule un stock de
reservas netas de u$s 9.100 millones para junio, cuando las reservas netas
cerraron en negativo en u$s 5.000 millones, según cálculos de la consultora
Econométrica.
Las negociaciones
con el Fondo adquieren particular importancia en momentos en que las reservas
del Banco Central siguen cayendo. En el primer semestre del año
las reservas brutas bajaron u$s 16.700 millones, según un cálculo de
Econométrica.
Durante el mes de
junio en particular, el BCRA vendió u$s 944 millones en el mercado oficial de
cambios, operación que fue posible sólo porque se activó el swap con China.
Según el criterio
del FMI, para estimar las reservas netas del BCRA, se le restan los pasivos en
dólares que tiene la propia entidad. Esto es, a las reservas brutas (u$s 27.900
millones), se restan principalmente los encajes (u$s 10.500 millones), el swap
chino (U$D 18.100 millones) y la deuda con el BIS (u$s 3.100 millones),
dejando unas reservas netas con un saldo negativo de u$s 5.000 millones.
Lo único que tiene
propio el BCRA, concluye Econométrica, son u$s 4.000 millones en lingotes de
oro, parte en Buenos Aires, parte en Londres. Pero dado que las reservas netas
son negativas en -u$s 5.000 millones, implica que ni vendiendo todo el oro el
BCRA puede hacer frente a todos sus pasivos externos.
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