Por Javier Blanco -
El presidente del Banco Central (BCRA), Miguel Pesce, advirtió ayer que el
mundo se encamina a un cambio de paradigma que desatará nuevas presiones
inflacionarias al comenzar a agotarse la posibilidad de seguir expandiendo la
actividad económica sin ellas, un escenario que se pudo aprovechar en las
últimas décadas por los “bajos salarios que se pagaban en China”.
La descripción se
basa, según contó en su ponencia de cierre de las Jornadas Monetarias y
Bancarias 2023, en coincidir con la apreciación que al respecto realizaron los
economistas Charles Goodhar y Manoj Pradhan en su libro La gran reversión
demográfica.
El énfasis que puso
en hacer esa descripción, en momentos en que la Argentina pelea el podio en el
ranking de países con la tasa de inflación más alta del mundo, es paradójico,
aunque el lema con que se había convocado a este evento convidaba a revisar los
“Desafíos para la estabilidad macroeconómica y financiera en el actual contexto
internacional”.
Tal vez fue el
atajo que Pesce encontró para no referirse de modo concreto a la compleja
situación local al respecto, la que consideró ya parte de “nuestra
idiosincrasia”.
“La Argentina es un
país que convive con inflación sostenida desde los años 1950, a excepción de la
década de la convertibilidad. Es algo que se manifiesta con más fuerza cuando
resurgen las restricciones externas o internas a nuestro crecimiento económico
y nos ha dejado una muy fuerte y marcada inercia”, sostuvo.
Como vinculó las
restricciones internas a los déficits locales en materia energética y
pronosticó que las inversiones por madurar permitirán evitar ese problemas,
dejó flotando la idea de que la oportunidad de avanzar en la lucha contra la
inflación les aparecería a las próximas administraciones.
Su tesis es que los
procesos inflacionarios “se evitan creciendo” y aventuró que la Argentina
contará en los próximos años con un boom de exportaciones que tenderá a
asegurar un “largo período de superávit en la balanza comercial”, escenario que
podría ser propicio para ir contra esa “inercia”.
Pesce expuso tras
una rueda cambiaria en la que la entidad a su cargo sacrificó otros 38 millones
de dólares y 406 millones de yuanes (un aporte neto total equivalente a más de
US$90 millones), lo que deja a la vista que no puede detener un drenaje
continuo de sus reservas que agrava la debilidad de su muy castigado balance.
Dada esta situación
extrema es que el Gobierno le pidió al FMI, como ya hizo en junio, reprogramar
para fin de mes los pagos que debe hacerle, aunque esas postergaciones tienen
un costo por el cargo de intereses que se agrega a los montos previstos
originalmente.
Y en una jornada en
la que la entidad, a través de la comunicación A 7798, dejó establecido que se
les permite a las empresas YPF y Enarsa formar activos externos al tipo de
cambio oficial siempre que estos se vuelquen a asegurar el pago de
importaciones de energía desde el exterior.
Pese a esta
significativa venta de reservas, el BCRA volvió a desacelerar fuertemente el
ritmo de suba del dólar oficial: así, tras haberlo dejado saltar $1,45 en la
rueda previa apenas permitió que avance $0,15 ayer (cerró a $259,50 el
mayorista vendedor), lo que parece insinuar que ha decidido darle mayor
volatilidad al tipo de cambio, aunque sin modificar su estrategia
de adecuación cambiaria. • |