Domingo 2 - Por Aldo Michelli* - No podemos aislar las partes en que se compone el
sofisticado sistema del cuerpo humano para intentar aliviar o curar una
dolencia o enfermedad, sin observar la interacción de todos los órganos y
elementos que lo componen, porque lo más exitoso que lograríamos sería
atemperar las molestias, pero sin solucionar el origen de las anormalidades.
Algo así sucede también con el funcionamiento de la sociedad.
Decir que si
encaramos solamente los problemas económicos solucionaremos todos los demás es
una equivocación. Afirmar que las falencias en la producción de riquezas y en
la equidad en la distribución de esos bienes, en un momento determinado y en
una sociedad en particular, es responsabilidad solo del manejo de la economía
es un grave error. La realidad es que es la política la que condiciona a la
economía. Por todo ello, lo que debemos hacer es adecuar los sistemas políticos
que se han utilizado desde que comenzaron las crisis.
Aclarado este
enfoque, ¿cuáles deberían ser los objetivos de un sistema político que ayude a
mejorar la situación económica y social de la inmensa mayoría y, en especial,
de quienes están bajo la línea de la pobreza?
El objetivo
primordial de una política es facilitar el bienestar de todos los habitantes de
la sociedad y no permitir que unos grupos avancen en su calidad de vida a
expensas de los demás. Para lograr el mayor bienestar de todos los habitantes
es imprescindible producir mayor cantidad de bienes y servicios y facilitar una
economía de mercado, que, con sus leyes no escritas pero eficientes,
distribuyan lo producido conforme al aporte laboral, técnico y financiero,
verdaderamente incorporado por cada actor.
Funcionando el
mercado puro, pero controlado para evitar abusos, no solo se incrementaría la
producción, sino que también mejoraría la productividad, que significa producir
más con los mismos insumos de mano de obra, materiales y capital. Es decir, se
produciría con menores costos por unidad. La productividad se logra, primero,
con mayor orden jurídico y social, con mejores inversiones y, fundamentalmente,
con tecnología. Para ello se necesita confianza, que aliente a invertir y a
avanzar con las investigaciones.
El ahorro es imprescindible,
a los fines de acumular los capitales necesarios para encarar proyectos de gran
envergadura, que individualmente no se podrían lograr y que en algunas
actividades son imprescindibles. Un sistema financiero grande y fuerte es
sumamente necesario para apuntalar la inversión a través del crédito.
Debemos aceptar
también la legítima ganancia de los emprendedores, sin la cual nadie se
arriesgaría a invertir su capital, sus conocimientos y su trabajo. En un país
que despliegue confianza y seguridad, el empresario podrá tener un buen pasar
económico y parte de sus utilidades se reinvertirán, con lo cual se provocará
un círculo virtuoso de inversión y producción.
El entramado legal
de una república cumple un papel primordial en lograr confianza. Se deben
respetar los contratos, la propiedad privada y todas las normas, con un Poder
Judicial competente e independiente.
El papel del Estado
es muy importante y se deben dar señales de que se respetan y mantienen las
siguientes premisas:
1) Calidad de la moneda,
con el objetivo de mantener su poder adquisitivo en todo momento y lugar. Esto
se alcanza con una inflación baja. Que el dinero cumpla sus tres principales
funciones: a) ser moneda de cambio para adquirir bienes y servicios, b) ser
unidad de cuenta para fijar precios y c) servir como depósito de valor.
2) Mantener,
evitando los gastos políticos y la corrupción, el equilibrio fiscal; es decir,
que los gastos por las funciones que debe cumplir el Estado, bien especificadas
en nuestra carta magna, sean iguales a los ingresos genuinos que percibe el
Estado. De esta manera se evita pedir prestado, pagar intereses, asumir
compromisos, emitir dinero sin respaldo o elevar la carga fiscal que ahuyenta
la inversión.
3) Respetar la
igualdad frente a la ley, para que ningún ciudadano tenga mayores privilegios
por más cargos importantes que ocupe. Premiar el trabajo y la inversión,
alentar el mérito y dejar de oprimir al que trabaja con gravámenes que implican
recursos que se reparten sin contraprestación alguna a quienes viven del
subsidio del Estado. El comportamiento demagógico del Estado tiene como efecto
secundario proporcionar tiempo al que no trabaja para hacer inteligencia e
incrementar el delito, que trae aparejado mayor inseguridad, otro factor que
incide en las decisiones de inversión. Todo un combo, donde todo incide en
todo.ß |