Por Carlos Pagni - Maniobró
e hizo maniobrar a sus subordinados durante meses hasta conquistar la
candidatura presidencial que tanto había desmentido y que tanto había soñado.
Se propuso humillar a su enemigo Daniel Scioli y lo logró.
Ejecutó el milagro
de reunir el respaldo de Cristina Kirchner y de Alberto Fernández al mismo
tiempo. Retuvo el Ministerio de Economía, desde el cual negocia, en el filo de
la cornisa, la continuidad del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. En
esas alturas, y con estas dificultades, quedó establecido Sergio Massa. Por eso
es más raro el lanzamiento que eligió para este tramo decisivo de su carrera:
colocar bajo el microscopio a la comarca de Tigre para tomar venganza del
intendente Julio Zamora. Massa pretende que Zamora desista de competir por la
reelección postulándose en Unión por la Patria para que la única candidatura de
esa coalición sea la de su amadísima esposa, la presidenta de AySA, Malena
Galmarini. La definición del acuerdo con el Fondo y la definición de las
candidaturas municipales de Tigre están previstas para las próximas 48 horas.
No está claro a cuál de las dos el ministro de Economía está prestando más
atención.
La guerra de
aniquilamiento que emprendió Massa contra su viejo aliado ha adquirido una
resonancia de primera magnitud. Es natural. Todo lo que emprenda Massa en estos
tiempos tiene esa dimensión. Zamora denunció ayer que desde el entorno del
ministro de Economía presionaron a varios funcionarios de su gobierno para que
se alejaran de sus cargos. Cuatro lo hicieron. Entre ellos, Mario Zamora, su
hermano, responsable de la Secretaría de Gobierno. Se fueron también el
secretario de Hacienda, el de Protección Ciudadana y el subsecretario de Redes
Urbanas. El intendente recibió las renuncias acompañadas de explicaciones
escabrosas: amenazas de allanamientos que realizarían fiscales de la zona
norte, basándose en razones imprecisas. Esas intimidaciones, aunque fueran
ficticias, sonaban verosímiles. Massa siempre tuvo una asociación muy estrecha
con la Justicia provincial de su región, como quedó demostrado en la protección
inquebrantable que el Frente Renovador prestó al exfiscal Claudio Scapolan,
acusado de encabezar una banda de policías involucrados en el tráfico de
drogas.
Zamora recurrió
ayer a los medios de comunicación para ventilar estos episodios. Los interpretó
como un escarmiento por no haber retirado su candidatura a la reelección como
intendente. Massa se la habría exigido el lunes pasado por la noche, en el
restaurante Roldán. Es ese segundo hogar donde los Massa suelen celebrar sus
multitudinarios cumpleaños. Los dueños de Roldán, José Luis Manzano y Daniel
Vila, también controlan Edenor y América TV. Ayer Zamora se quejó de cierto
acoso mediático. Si no consigue convalidar su lista dentro de Unión por la
Patria, el intendente deberá postularse por un partido vecinal.
Las últimas
novedades indicaban que Massa solo admitía que Zamora participe de la lista
encabezada por su rival Juan Grabois. Gran generosidad con Grabois en su propio
feudo. Parece difícil que Zamora acepte esa propuesta. Más probable es que vaya
con su propia oferta, solo local. Un desenlace que perjudica a Axel Kicillof,
que perdería los votos que podrían llegarle a través Zamora. Pero Massa no está
para cuidar los intereses de Kicillof. Anoche se habían oficializado las listas
de Unión por la Patria en 134 partidos de la provincia de Buenos Aires. Solo
había discordia en la tierra de los Massa.
La pequeña
peripecia de Tigre merece atención porque proyecta una imagen agigantada de
ciertos rasgos del estilo Massa. Uno de ellos es la obsesión por el poder.
¿También por la venganza? Es llamativo que el primer emprendimiento del
candidato a presidente sea enredarse en una batalla vecinal. Es cierto: es la
batalla de su esposa, que tiene sobre él una gravitación determinante. También
queda al desnudo una insospechada impotencia. Massa es el candidato del
Gobierno. Cuenta con el respaldo de todo el peronismo. Controla los recursos
del Ministerio de Economía; de los ministerios de Transporte de la Nación y de
la provincia, y maneja la Secretaría de Energía, además del Enacom. Su pareja y
candidata, Galmarini, preside AySA, la empresa de aguas. Conocen Tigre como la
palma de su mano. ¿Necesitan que Zamora abandone Unión por la Patria? ¿No
pueden derrotarlo en una interna? La pregunta esconde una profundidad
insospechada. La afluencia de vecinos de clase media y media alta a Tigre,
atraídos por nuevos emprendimientos inmobiliarios, cambió la sociología del
distrito. Y Massa no llega a esos sectores como antes. Está asimilado al
kirchnerismo. Esa novedad puede ser crucial en su campaña.
El otro mensaje
inconveniente que llega desde Tigre es que el método aplicado con Zamora puede
ser un espejo que adelanta una modalidad de manejo del poder. Massa puede
resultar ajeno para una extensísima franja kirchnerista por su interpretación
de la economía; por su alineamiento internacional; por su concepción de la
seguridad pública. Pero expresa una continuidad inconfundible en una cultura
para la cual el poder que no abusa es una mera atribución. A Cristina Kirchner
no la sorprende esta familiaridad. Sabe que su teoría del lawfare debe mucho a
las relaciones de Massa con jueces como Claudio Bonadio. O con fiscales como
Guillermo Marijuan. El candidato toca ahora la misma cuerda pero con sentido
inverso. Antes de presentar cualquier otro equipo de trabajo, anunció la
creación de una cuadrilla judicial, ofensivo-defensiva, encabezada por Gregorio
Dalbón, el abogado de trinchera de la vicepresidenta.
Mientras se empeña
en sus retaliaciones tigrenses, Massa debe distraerse en el tironeo con el
Fondo. La espada de la devaluación sigue pendiendo sobre su cabeza, si es que
pretende un adelanto de desembolsos. El jueves pasado el desenlace quedó en
suspenso. El directorio no pudo sesionar por falta de quorum. En las últimas
horas hubo reuniones informales de los representantes del G-7 en el organismo
para, coordinados por los Estados Unidos, definir el comportamiento frente a la
Argentina. La hipótesis más extendida era anoche que se realizará el giro
convencional: los 4400 millones de dólares de junio y julio. El país tiene vencimientos
por 5400 millones en ese bimestre. ¿Qué pasaría con los 1000 millones que no
están cubiertos? Esa es la discusión. ¿Habrá desembolsos más ambiciosos, como,
por ejemplo, adelantos del año próximo? Nadie apuesta por eso.
Massa pretende
realizar una fantasía: conseguir más dinero y prometer que, si gana las
elecciones, devalúa al día siguiente. ¿Los Estados Unidos lo apoyarán en esa
propuesta? Demasiado audaz. Aun cuando para los responsables de la política
latinoamericana de Washington, él siempre fue el candidato preferido en el
oficialismo. En Juntos por el Cambio claman con la misma letanía que reiteraba
el peronismo para hostigar a Mauricio Macri: “El Fondo interviene en la
política interna ayudando al triunfo de un partido”.
Massa es un candidato
menemoide, subordinado al gobierno norteamericano y asociado a una camarilla de
contratistas del Estado. Es dificilísimo que la franja más movilizada del
kirchnerismo se sienta reflejada en su candidatura. Para lograrlo, Cristina
Kirchner debió retorcer las reglas de la lógica hasta sumergir al oficialismo
en el mar de la incoherencia.
Para humillación de
Massa, la vicepresidenta explicó que debió obedecer a los gobernadores que
exigían una lista de unidad. Después de recordar, con envidiable sentido del
humor, que ella detesta ser autorreferencial, afirmó que su candidatura era la
más competitiva. Pero debe soportar la proscripción. Por eso el plan B era
Eduardo “Wado” de Pedro, quien tampoco pudo postularse porque Alberto Fernández
lo habría vetado. El país conoce a una nueva señora de Kirchner, que agacha la
cabeza frente a los caudillos de provincia y se resigna sin chistar al capricho
del Presidente. La realidad es otra: esas imposiciones han sido providenciales
porque permitieron que el candidato sea Massa y, por lo tanto, la probable
derrota sea de Massa. Massa es el bendito plan C. El bendito candidato de
descarte.
Lo explicó ella el
lunes pasado, en un discurso destinado a justificar el descalabro peronista.
Fue en la ceremonia de repatriación de un avión con el que se realizaron
algunos de los diabólicos vuelos de la muerte de la dictadura militar. Pero
entre tantas referencias a Massa, De Pedro, Alberto y Scioli, no quedó tiempo
para decir una palabra sobre esa historia negra. Son detalles. Lo importante es
que en esa ceremonia inaugural se puso de manifiesto que Cristina Kirchner está
feliz de que le hayan impuesto la candidatura de Massa. Si el Gobierno pierde,
el responsable será Massa. No ella, que designó a Fernández y es la
vicepresidenta de ese mismo gobierno. Para reforzar ese problema, el Presidente
no tuvo mejor iniciativa que organizar una reunión de gabinete que le permitió
aparecer adoctrinando a los integrantes de la fórmula, Massa y Agustín Rossi,
durante una caminata que para los candidatos debe haber resultado interminable.
Otro desafío para Massa: qué hacer con el fuego amigo que le destina Fernández.
Destrezas de un passive aggressive.
La unidad
mentirosa
Todo debe
sacrificarse en el altar de la unidad. Suena bien, pero es mentira. En Unión
por la Patria hay dos candidatos a la presidencia. Massa y Grabois, que lleva
en su fórmula a Paula Abal Medina, hija del célebre artífice del regreso de
Perón y de la exministra Nilda Garré. Ayer, Grabois y Abal firmaron una
declaración en la que se lee que su plan inicial era Wado de Pedro, pero que “a
Wado lo volteó el sistema”. Para que quede más claro, aseguran que Massa es un
candidato para dar tranquilidad al 1% de la sociedad. ¿Qué opinará Cristina
Kirchner de esa descalificación? ¿Qué pensará Massa? Esta segunda incógnita es
interesante porque Grabois no es un navegante solitario. Su nombre encabeza las
listas del kirchnerismo. Dicho de otro modo: Cristina y Máximo Kirchner lo
llevan también como su propio candidato. Beneficio que le negaron a Scioli, un
dirigente puesto en valor desde que confiesa que el Presidente lo traicionó y
Santiago Cafiero le robó una banca. En el caso del diputado Kirchner, la
promoción de Grabois es indispensable para que los votantes a los que puede
aspirar La Cámpora no huyan hacia el Frente de Izquierda. Como es obvio, se
trata de una salida provisoria. Una vez que se celebren las primarias y que
Massa sea el candidato único del oficialismo, es posible que los votantes de
Grabois busquen una opción fuera del peronismo.
Massa intenta
producir el mismo efecto en las filas rivales. Por ejemplo, trata de encontrar
alguna combinación con la candidatura de Juan Schiaretti. Pretende que sea un
homenaje a su vieja alianza de 2015 con José Manuel de la Sota. Imposible. Schiaretti
hace política en una provincia en la que Macri sacó en 2019 más del 60% de los
votos. Y aquel Massa era el Massa que barrería con los ñoquis de La Cámpora y
metería preso al kirchnerismo. Además, hoy Schiaretti lleva como compañero de
fórmula a uno de los dirigentes que más detestan al ministro de Economía:
Florencio Randazzo. Schiaretti sigue planteando, mientras tanto, otro enigma:
¿habrá algún acuerdo con Horacio Rodríguez Larreta? Es una pregunta
interesante, porque la candidatura del cordobés amenaza con restar votos al
jefe de gobierno porteño. Hay una intersección, no se sabe de qué tamaño, en la
que los votos de Massa, Larreta y Schiaretti se superponen.
La otra intriga a
la que está abocado el massismo es el fortalecimiento de Javier Milei. Tigre
fue, de nuevo, la sede del primer escándalo. Como reveló Daniel Bilotta, el
dirigente de La Libertad Avanza Martín Urionagüena denunció un acuerdo por el
cual los líderes principales de su partido entregaron la lista de esa localidad
a Massa.Ur ion agüen a dijo tener un audio de Ma lena Galmarini en el quel e
comunicaba que ella presentaría las candidaturas de La Libertad Avanza en la
Justicia Electoral. El primer candidato a concejal de esa fuerza en Tigre es
Juan José Cervetto, antiguo funcionario de la gestión municipal de Massa. Como
se informó en su momento, es llamativa la cantidad de viejos dirigentes del
Frente Renovador en las listas bonaerenses de Milei. Raúl Pérez, un hombre
clave en las gestiones del ministro de Economía, pone mucho énfasis en
desmentir que esas afinidades sean el resultado de reuniones suyas con
Sebastián Pareja, el encargado de tejer la urdimbre bonaerense de La Libertad
Avanza. Pérez ha sido, aquí sin dudas, el responsable de las sigilosas
gestiones que derivaron en que los gobernadores del norte le dieran a Cristina
Kirchner el alegrón de imponerle la candidatura de Massa. Massa le debe un gran
trabajo. Con independencia de especulaciones y habladurías, el ecumenismo de
Milei es asombroso. Designó apoderado de su partido al controvertido abogado
Santiago Viola, hijo de Claudia Balbín, histórica compinche de María Servini de
Cubría, la jueza nacional electoral. No haría falta recordar que los apoderados
representan a los partidos ante los juzgados electorales. Otra sorpresa aparece
en la fórmula provincial bonaerense. La candidata a la gobernación Carolina
Píparo es secundada por Francisco Oneto, uno de los defensores de los cinco
iraníes que tripulaban el avión venezolano que fue retenido por la Justicia
hace un año. Por supuesto, el servicio de defensa no supone adhesiones
geopolíticas. Pero llama la atención que el patrocinante de los iraníes esté en
la lista del candidato que promete, de llegar a la presidencia, mudar la
embajada en Israel de Tel Aviva Jerusalén como primera medida de gobierno.
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