Por Fernando
Gutiérrez - Si algo quedó en claro con el movimiento en zigzag del dólar
oficial, es que el Gobierno
ha decidido que se mueva en sentido inverso al de la inflación: en los
períodos en que los precios aceleran, la devaluación se ralentiza para que el
dólar cumpla su función de "ancla", mientras que cuando el IPC tiende
a la baja, se acelera el "crawling peg" para recuperar competitividad.
Al principio, esta
política generó confusión, porque desde la llegada de Sergio Massa al
ministerio, se había establecido una nueva política cambiaria, en línea con lo
que venía reclamando el Fondo Monetario Internacional. Fue a partir
de allí que en la carrera del tipo de cambio contra los precios, ganó el dólar
durante el último cuatrimestre del 2022.
En septiembre se
aceleró a 6,2% y empató a la inflación, luego fue de 6,4% en octubre con un IPC
de 6,3% y alcanzó un pico de 6,6% en noviembre contra un índice inflacionario
de 4,9%. En diciembre bajó a 6,2% pero igual se volvió a ubicar encima del IPC,
que fue del 5,1%.
Así, en ese cuatrimestre el dólar oficial subió un 28%
contra un 24,4% de inflación. La diferencia no es grande en términos absolutos, pero representó un significativo
cambio de tendencia si se considera que, al momento de asumir Massa en el
ministerio, se registraba una "inflación en dólares" anual de 25%.
Y, sobre todo,
fue una fuerte señal de cambio político, al punto que se convirtió en una
de las mayores desavenencias públicas que expresó el kirchnerismo respecto del
programa económico de Massa. Los economistas afines a Cristina, y ella
misma en varios discursos, sostuvieron la tesis de que un crawling peg que
acelerase siempre por encima del IPC se convertiría, en sí mismo, en un factor
inflacionario.
El argumento era
que muchos comerciantes tomaban en cuenta al dólar a la hora de reponer
sus stocks y que, por lo tanto, la aceleración de la tasa devaluatoria no
sólo ni iba a recuperar competitividad de la economía sino que iba a
exacerbar la carrera nominal de los precios.
Cuando parecía que
ese punto iba a transformarse en un motivo de ruptura entre Massa y Cristina,
este año sobrevino un súbito cambio en la política devaluatoria. A partir
de enero, el crawling peg empezó a ubicarse consistentemente por debajo
de la inflación. Así, mientras el dólar avanzó un 25,5% entre enero y
abril, los precios se dispararon un 32%.
Un crawling peg contracíclico
Al principio,
generó confusión en el mercado, porque era un quiebre en la tendencia que
contradecía lo que el propio equipo de Massa había anunciado que pondría en
práctica, y también iba en contra de las recomendaciones del FMI en pleno
momento de negociación.
Pero con el correr
de los meses empezó a quedar en claro un patrón de comportamiento
contracíclico, en el que el crawling peg se frenaba en momentos de inflación en
ascenso y se compensaba con una aceleración en períodos de la inflación en
baja.
Es eso lo que lleva al mercado a preguntarse qué ocurrirá en
los próximos meses si, como el Gobierno espera, se ingresa en una nueva fase de
suavización del IPC. Por lo pronto, todas las consultoras que estiman la inflación ya están prediciendo que el dato
de junio terminará algunas décimas por debajo del 7,8% registrado en
mayo, que a su vez había mejorado el pico de 8,4% ocurrido en abril.
Y, a juzgar por las
señales que llegan desde el Gobierno, hay cierta confianza en que esa baja
será la tónica de los próximos meses. Para empezar, el Banco Central, en su comunicado
sobre la tasa de interés,
justificó su decisión de no retocarla a la suba, porque la inflación de mayo
había sido más baja y porque la misma tendencia se estaba notando para junio.
Y el viceministro
de economía, Gabriel Rubinstein, en un reciente encuentro público del
equipo económico, vaticinó que la inflación seguiría en baja, en una senda que
se consolidaría tras la firma del nuevo acuerdo con el FMI, que él mismo está
terminando de negociar.
¿Se vuelve a quebrar la tendencia?
Es en ese contexto
que se planteó en el mercado la cuestión de si se mantendrá la política de usar
al tipo de cambio oficial como "ancla" para ayudar a frenar los
precios o si, como ocurrió el año pasado, se volverá a una situación en la
que el crawling peg le gane al IPC.
A juzgar por los
números de mayo, podría haber, como mínimo, un emparejamiento de ambas
variables. El mes pasado tuvo una tasa devaluatoria de 7,5%, algo que los
economistas que habían pronosticado un IPC de 9% consideraron una consolidación
del retraso cambiario. Sin embargo, cuando se conoció el índice
del Indec se constató que el crawling peg se había ubicado apenas tres décimas
por debajo de la inflación.
En realidad, ya se
había insinuado un cambio en la segunda mitad de abril, cuando como parte de
las medidas para combatir la corrida cambiaria, se aceleró la tasa
devaluatoria para achicar la brecha entre el tipo de cambio oficial y el
paralelo. De hecho, hubo jornadas en las que se pisó el acelerador del crawling
peg a una velocidad que, proyectada a nivel mensual, daría un 8,2%.
¿Qué pasará en junio?
Las proyecciones indican que el tipo de cambio oficial podría cerrar el mes en
torno de $257, lo que implicaría que la cotización se habrá corrido un
7,3% en el mes. Es una cifra que coincide con la que la
mayoría de las consultoras pronostican para el IPC de junio.
De ocurrir esa situación, se estaría volviendo a algo
que no se constataba desde diciembre pasado, cuando Massa todavía soñaba
con que era posible sostener un sendero de caída de un punto
de inflación cada dos meses.
Massa, tironeado por Cristina y el FMI
El interrogante,
claro, es si un quiebre de la tendencia cambiaria es factible en el
contexto de una campaña electoral en la cual el propio ministro de Economía es
candidato y en donde el dato de inflación será uno de los ejes del debate.
Massa se encontrará
entre fuegos cruzados. Por un lado, el FMI le exige una corrección cambiaria
como condición para adelantar los desembolsos del año. Se descarta que no
habrá una devaluación brusca, pero también parece improbable que el organismo
se resigne a ver cómo el retraso cambiario se profundiza.
Ya el staff técnico del Fondo, en uno de sus últimos
reportes, había sido explícito sobre el tema cambiario: "Para mejorar
la acumulación de reservas, la tasa de devaluación deberá ubicarse de manera
consistente por encima de la inflación". Y, más contundente aun, había estimado en hasta un 25% la
sobrevaluación del peso.
Tomando en cuenta
esa situación, la conclusión debería ser que se volvería a la tónica del último
cuatrimestre del 2022, con un dólar corriendo más rápido que el IPC.
Pero Massa tiene,
del otro lado, una fuerte presión política de parte de sus socios en la
coalición Unión por la Patria. Y nadie ha sido más explícita sobre
este punto que la propia Cristina Kirchner.
"Digo y
sostengo que ese acuerdo firmado con el FMI es inflacionario porque es una
política enlatada, que se aplica como una receta monotemática a todos los
países", dijo la líder kirchnerista en un
discurso en La Plata,
reforzando la tesis de que la aceleración devaluatoria es, de por sí, un factor
inflacionario.
"Fíjense cómo
se dispara la inflación a partir de la firma del acuerdo, cuando se pierden herramientas. Desde
entonces, la tasa de devaluación tiene que acompañar a la inflación en un país
de economía bimonetaria, cuando es el dólar el que genera la inflación, y es
algo que no les entra a los funcionarios del Fondo y parece que tampoco a
muchos argentinos", disparó Cristina, mientras acompañaba sus palabras con un gráfico que mostraba la
aceleración del IPC a partir de inicios de 2022.
Por otra parte,
aparecen señales inquietantes en el horizonte, sobre todo el de una caída
adicional en la demanda de dinero y una tendencia a refugiarse en el
dólar. Es algo que suele ocurrir en todas las previas de las elecciones, y que
en este contexto puede verse potenciado por los altos guarismo de
inflación.
En su último
reporte, monetario, la consultora LCG alerta sobre la caída en la
demanda de pesos, que podría tener una leve contención por el cobro del medio
aguinaldo por parte de los asalariados del sector formal. Lo cierto
es que la base monetaria está cayendo a un ritmo real de 32% interanual y
actualmente representa apenas un 4,7% del PBI un mínimo histórico desde la
creación del peso como moneda nacional.
Pero, como
contracara, las Leliqs y otros pasivos del Banco Central ya representan un
12,3% del PBI, lo cual lleva a que, cuando se calcula el "dólar de
convertibilidad", la cifra empiece a crecer, poniendo una presión
adicional al tipo de cambio oficial. La estimación de LCG prevé un
"tipo de cambio sombra" de $665, lo cual hace prever que una
salida brusca del cepo cambiario resultaría más traumática de lo que se
esperaba meses atrás.
Es en ese marco que
Massa debe manejar la sintonía fina del crawling peg, sin retrasarlo para no
generar el enojo del FMI ni para crear las condiciones de una nueva escapada
del blue, pero sin acelerarlo demasiado para evitar que el kirchnerismo lo
culpe por estar otra vez echándole nafta a la inflación. |