Por Roberto Cachanosky
- Es común que parte de la dirigencia política, e incluso del periodismo,
pregunten sobre soluciones a la crisis que vivimos pero que no implique generar
un ajuste “salvaje”.
La realidad es que
el ajuste salvaje ya está ocurriendo con una inflación que se espiraliza
generando caídas del salario real, de las jubilaciones e, incluso, de los mal
llamados planes sociales, dado que ya se han convertido en un negocio político.
Lo que los medios
suelen titular como organizaciones sociales cada vez que cortan la Avenida 9 de
Julio, no son otra cosa que gigantescos negocios manejados por los vivos que
acarrean a la gente para obtener el beneficio de ese negocio.
Además de la caída
del ingreso real por causa de una inflación que ya está instalada en los
tres dígitos anuales, hay que agregarle la pobreza, la desocupación que sería
mayor si no se disfrazara con tanto empleo público, las jubilaciones de miseria
que cobran los que realmente aportaron al sistema durante toda su vida laboral
y la cantidad de jóvenes que se van del país buscando un lugar fuera de
Argentina en que puedan tener un futuro.
De la misma forma
que Argentina se construyó con inmigrantes que venían buscando un futuro en
Argentina a fin del siglo XIX y principios del XX, hoy los nietos de esos
inmigrantes se van de la Argentina por la misma causa que sus abuelos se fueron
de sus países.
Hoy los nietos de
inmigrantes se van de la Argentina por la misma causa que sus abuelos se fueron
de sus países
El punto por
resaltar es que el ajuste salvaje ya está ocurriendo en la economía
argentina. De no corregirse el rumbo, el ajuste será cada vez peor y la
pobreza hará que los pobres sean más pobres y la clase media, que trata de
resistir como puede, termine cayendo a ese estadio.
Es común que se
tenga miedo de tocar los planes sociales. La realidad es que esos planes
sociales, que en 2008 llegaban a 6.750.000 beneficiarios, en 2021 sumaron
15.950.000 beneficiarios.
Este tema no se va
a resolver mientras los planes sociales no tengan límite en el tiempo. Quien
recibe varios planes sociales tiene que elegir entre ir a un trabajo en blanco
y cumplir un horario, o vivir de los que pagan esos planes y hacer alguna
changa cada tanto.
Quien recibe varios
planes sociales tiene que elegir entre ir a un trabajo en blanco y cumplir un
horario, o vivir de los que pagan esos planes y hacer alguna changa cada tanto
(Télam)
Para que alguien
esté dispuesto a dejar los planes sociales e incorporarse a un trabajo formal,
el salario que va a reclamar para dejar el plan social tiene que superar
ampliamente lo que recibe del estado. ¿Por qué dejar ese beneficio y ponerme a
trabajar cumpliendo un horario si total alguien me mantiene? Esto no va a
ocurrir en el corto plazo porque para que los salarios reales aumenten
considerablemente se requiere de inversiones que llevarán tiempo dada la
tradición que tenemos de incumplir las reglas de juego.
Una solución
Para resolver este
problema, lo primero es ponerle un límite de tiempo al plan social; modificar
la legislación laboral para terminar con la industria del juicio para que las
empresas quieran contratar gente; y establecer cursos de capacitación con
rápida salida laboral (electricistas, plomeros, oficios de cocina y tantas
otras actividades que hoy escasean cuando se demandan). En definitiva, de lo
que se trata es de volver a la cultura del trabajo y terminar con la
cultura de la dádiva.
Por el lado del
sector público, habrá que reducir empleos que no son necesarios e indemnizar a
quienes ya no van a formar parte del Estado. ¿Cómo financiar esas
indemnizaciones? En este caso tendría sentido tomar deuda pública porque el
ahorro en gasto más que compensaría los intereses a pagar, dando lugar a una
posterior baja de impuestos para devolverle poder de compra a quienes hoy
sufren una asfixiante carga tributaria.
Habrá que reducir
empleos que no son necesarios e indemnizar a quienes ya no van a formar parte
del Estado, como en Aerolíneas Argentinas (Télam)
El gasto público no
genera una multiplicación de los panes, solo cambia la asignación de los
recursos, con la característica de que, en el caso argentino, es para que cada
vez más gente consuma sin producir y cada vez los que producen sean menos.
Lo mismo ocurre con
las empresas estatales. Aerolíneas Argentinas el año pasado perdió el
equivalente de USD 247 millones. ¿Qué ocurriría si se cerrara? El primer
paso consistiría en quitarle el monopolio de hecho y permitir que ingresen
empresas privadas para competir. Los pilotos, tripulación de cabina y personal
administrativo podrían pasar a las nuevas compañías.
Los que tendrían
que salir a buscar trabajo serían todos los ñoquis de La Cámpora que la coparon
para recibir dinero sin trabajar, perjudicando a los que realmente trabajan.
Secuencia
natural
Es falso que
primero tiene que crecer la economía, para reducir el peso relativo del tamaño
del Estado, porque con el nivel de gasto público, que llevó a una enorme carga
tributaria, se aplasta al sector privado y no lo deja desarrollarse.
Los que tendrían
que salir a buscar trabajo serían todos los ñoquis de La Cámpora
Por eso, el
punto de partida debe ser bajar el gasto público, tener disciplina fiscal,
reducir impuestos y terminar con la inflación que genera un brutal ajuste
por la caída del poder de compra de los salarios y jubilaciones. De esa forma,
se frenaría el endeudamiento interno y se facilitaría el acceso al crédito al
sector privado con tasas de interés pagables.
Bajar el gasto
público no es ajuste, es liberar al sector privado de un peso estatal que le
impide invertir, producir, crear puestos de trabajo y generar riqueza. El
ajuste se produce, justamente, con este gasto público alto e ineficiente.
Hay que terminar
con el fantasma de que si se acaba con el populismo viene el ajuste. Por el
contrario, el populismo ha llevado al país a un nivel de ajuste que condujo a
niveles de pobreza e indigencia a los que era impensable que la Argentina podía
llegar.
|