Por Fernando
Gutiérrez - Sergio Massa está poniendo toda la carne sobre el asador:
asumió una agenda hiperactiva con anuncios
diarios de medidas económicas,
redobló sus críticas veladas a Alberto Fernández por su insistencia
con las PASO, advierte por el riesgo de una pérdida de la estabilidad y deja
flotando la posibilidad de una renuncia.
Todo eso, en las vísperas de la convención del Frente
Renovador, que a su vez se realiza en la previa a la
semana crucial para la negociación con el Fondo Monetario Internacional.
Es cierto que, en
el discurso, Massa sigue sin comunicar explícitamente su voluntad de ser
candidato, pero en sus actitudes se mueve con la impronta propia de quien
ya está en campaña electoral. O, mejor dicho, de quien ya es, de facto,
presidente en funciones.
Mientras Alberto
Fernández ya habla como un ex presidente y declara su tranquilidad de poder
"descansar en paz" porque durante su gestión no hubo situaciones de
corrupción en la que se enriquecieran funcionarios ni se beneficiara a
empresarios amigos -¿un tiro por elevación a Cristina Kirchner?-, Massa
sigue haciendo gala de su hiperactividad.
Ni bien pisó suelo argentino tras la gira por China, en una
demostración de que tomó nota de la queja que le trasladó en gobierno
de Xi Jinping, se levantó una sanción antidumping contra una importación
de bicicletas, y en el ámbito del comercio exterior presumen que será la primera
de una larga lista -hay actualmente 59
medidas aduaneras que afectan a empresas chinas-.
Luego, se confirmó
la convocatoria a un canje de bonos, para patear hasta 2024 y 2025
vencimientos por $9,3 billones y, de esa manera, aliviar uno de los frentes con
mayor potencial de desestabilización.
El miércoles se
conoció el decreto por el cual quedarán exonerados del impuesto a las Ganancias
los trabajadores con salarios brutos de hasta $880.000 y además se exonera del gravamen al medio aguinaldo que se paga este
mes. De esta manera Massa retoma una de sus "banderas"
tradicionales con las que ha hecho sus campañas electorales desde que rompió
con el kirchnerismo en las legislativas de 2013.
La medida beneficia a medio millón de asalariados de clase media-alta, con la
que el ministro intenta reconociliarse.
También está en
carpeta un régimen de premios y créditos al monotributo, otra medida que
apunta a reforzar el consumo, en línea con la negociación que realizó con los
bancos para extender los límites de financiación mediante tarjeta de
crédito.
Además, la agenda
se completa con medidas sectoriales específicas para la industria
automotriz y para las cooperativas agrícolas y avícolas.
Entre el kirchnerismo y el FMI
Pero, sobre todo,
la tarea fundamental a la que Massa está abocado es a la consecución de la
asistencia financiera del FMI, el famoso adelanto de desembolsos por u$s10.000
millones que hasta hace pocos días se daba como un hecho y sobre el cual, sin
embargo, aparecieron dudas en las últimas horas.
En el mercado financiero se está hablando con insistencia
sobre las divergencias internas en el directorio del FMI, donde quienes
desconfían de que Argentina pueda cumplir su cronograma de pagos -ante un acuerdo "stand by" que en los hechos ya
está caído- se resisten a entregar más efectivo. Y la resistencia se
acrecienta, sobre todo, por el pedido argentino de que una parte considerable de esos dólares se destinen a
controlar el mercado cambiario por la vía de la intervención del Banco Central
en la compraventa de bonos.
Es por eso
que el nuevo temor es que el FMI plantee un trato de "stand
still", como se conoce en la jerga financiera a un congelamiento de
las condiciones actuales, en las cuales el organismo "perdonará" que
Argentina incumpla sus metas sobre reservas, déficit fiscal y asistencia del
BCRA al Tesoro, no le exige pagos pero tampoco hará desembolsos adicionales,
hasta que se clarifique la situación política con el recambio de gobierno.
"Así, el FMI y
sus principales accionistas evitan ser vistos como quienes arrojaron a la
Argentina al precipicio, pero al mismo tiempo no le dejan margen para
intervenir en el mercado cambiario paralelo en el segundo semestre",
observa Marcos Buscaglia, ex directivo del Merryll Lynch.
Algunos analistas
creen que esa posibilidad se acrecentó por motivos geopolíticos: el
acercamiento del Gobierno a China, justo en un contexto de hipersensibilidad en
la relación entre las dos superpotencias.
Muchos economistas
temen que, si se produjera ese "stand still" y, por lo tanto, no
hubiese ayuda extra del FMI, sería inevitable la turbulencia
cambiaria en los próximos meses, tal vez con devaluación
brusca antes de las PASO. La explicación es que los recientes
acuerdos para ampliar el swap de monedas con China y recibir dólares vía
inversiones directas no pasan de ser un alivio menor para un país.
Por caso, el
influyente Emmanuel Álvarez Agis, en una conferencia con inversores,
mostró que su "indicador de fragilidad financiera" -que combina 40
variables y anticipa el riesgo de una devaluación brusca- se encuentra en
un máximo histórico.
Con el foco en el 14 de agosto
Esta situación es
la que explica por qué Massa, a través de sus principales voceros, está
agitando el fantasma de una ruptura de la estabilidad cambiaria y, al mismo
tiempo, una ruptura política dentro del Frente de Todos. Su postura
-para irritación del ala izquierdista del kirchnerismo- es que su presencia al
frente del ministerio es lo que transmite tranquilidad al mercado y al propio
FMI.
Es más, la versión
que circula en el mercado es que las chances de ayuda del Fondo
aumentan en la medida en que Massa conserve la posibilidad de ser presidente, sobre todo por la inquietud que
generó en el organismo y en la embajada estadounidense la propuesta
sobre dolarización que promueve el libertario Javier Milei.
El argumento de Massa hacia la interna del Frente de Todos
es claro: hay que evitar a toda costa que el 14 de agosto -es decir,
el lunes siguiente a las PASO- se produzca un cimbronazo cambiario, como le
pasó a Mauricio Macri en 2019. Según Massa, eso ocurrirá si los
candidatos que promueven una
devaluación -en especial, Milei y Patricia Bullrich- resultan más votados
que el candidato del oficialismo.
Esa situación ya no
sólo afectaría las chances electorales del peronismo sino directamente la
propia gobernabilidad en los largos cuatro meses hasta el recambio
presidencial. Es con ese razonamiento que Massa está planteando la negativa de
plano a la realización de las PASO en el Frente de Todos y hasta deja flotando la amenaza tácita
de su renuncia.
Sólo en ese
contexto se entiende la muy comentada frase de Cecilia Moreau, presidente
de la Cámara de Diputados que acompañó a Massa a China y que, a su
regreso, disparó: "Massa está harto de sostener la estabilidad
mientras oro se dedican a jugar la interna con soldaditos de cartón".
Y, más incisivo
aun, el ministro de Transporte Diego Giuliano, uno de los directivos de la
cúpula del Frente Renovador, condicionó la permanencia de ese espacio en el
Frente de Todos a que "se demuestre voluntad de ganar las elecciones".
El mensaje, a esta
altura, ya no se limita a otros aspirantes como Daniel Scioli y Agustín
Rossi, sino también a la propia Cristina Kirchner, luego de que surgieran
rumores de que la vice no ve con malos ojos una interna que le permita ganar visibilidad
a su "ahijado político" Eduardo De Pedro.
¿Massa o la devaluación?
Ese clima es el que exacerba la atención por el discurso que
dará Massa el sábado en la convención del Frente Renovador. Poco antes de
poner un pie en el avión que lo lleve a Washington, el ministro aprovechará la ocasión para recordarle, a
propios y extraños, de quién depende la estabilidad económica en este
momento.
Aunque sus
principales colaboradores -con el viceministro Gabriel Rubinstein a
la cabeza-, están negociando desde hace semanas, Massa se prepara para cumplir
con la parte política de la negociación. Su propósito es superar los
escollos técnicos y plantear el argumento de que, sin la asistencia del FMI,
puede ocurrir una crisis de consecuencias políticas impredecibles.
Como siempre, el primer planeo de Massa es que no es viable
una devaluación abrupta, como la que sugiere el staff técnico del organismo. Su
diagnostico es claro: hay una porción significativa de bienes de la canasta de consumo, especialmente los alimentos, que aún
siguen referenciados al tipo de cambio oficial y no al paralelo. En
consecuencia, el argumento argentino es que una devaluación traería un
inmediato "contagio" a precios -pass through, en la jerga
financiera- que neutralizaría el efecto reactivador de la devaluación
y agravaría la crisis social.
También tiene para
ofrecer, como muestra de buena voluntad, los números sobre el recorte del
gasto público -4% en febrero, 17% en marzo y 10% en abril- aunque claro,
en el resultado global no se traduce en disminución del déficit porque la
recaudación tributaria cayó, respectivamente, un 8%, un 21% y un 18% en ese
trimestre.
Pero, sobre todo, para que el FMI atienda su pedido, lo más
importante es que siga percibiendo a Massa como un actor con autoridad
política. En dos semanas se deberá cancelar una cuota con el Fondo por u$s2.700 millones y, para ese
entonces -tres días antes del cierre de candidaturas- es probable que el
peronismo haya definido su discusión interna. |