Por Carlos Pagni - La
crisis de Juntos por el Cambio parece navegar por un mar de anécdotas. Sin
embargo, sus protagonistas obedecen a movimientos más estructurales. Aun
cuando, como el jugador de ajedrez del poema de Borges, lo ignoren, son movidos
por fuerzas que están modificando el contexto general. Una de ellas es la
despolarización. La amenaza de una hegemonía kirchnerista ha perdido su
vehemencia. Es una novedad importantísima: fue ese peligro el que, en 2015,
inspiró la creación de Juntos por el Cambio.
La ansiedad por
poner límite al “vamos por todo” de Cristina Kirchner naturalizó la asociación
de Pro con la UCR y la Coalición Cívica. Ayer, la vicepresidenta debió aceptar
que los gobernadores del partido le impusieran con un comunicado las reglas
para definir candidaturas. Como ella perdió poder, pero no astucia, se encargó
de pedir antes que le fijaran esas pautas.
Conjurado el
fantasma bolivariano, aquellas afinidades de los socios de Juntos por el Cambio
resultan mucho menos evidentes. La hostilidad del kirchnerismo borraba
diferencias en el bloque opositor. Pero ahora, en una nueva escena, muchos
simpatizantes de Pro descubren que los radicales son socialdemócratas y que
Horacio Rodríguez Larreta es un experonista de padre desarrollista. La guerra
contra el kirchnerismo armonizaba a Juntos por el Cambio. Ahora hace falta otro
contrato.
El segundo factor
de dispersión es el personalismo. Se suele reprochar a los dirigentes que
sacrifiquen los intereses generales en el altar del egocentrismo. Es verdad, es
eso lo que ocurre. Pero es la consecuencia de un problema más complejo. La
política, fascinada por el marketing, ha perdido densidad conceptual y
capacidad proyectiva. Ya no se organiza en torno a partidos, sino a cardúmenes
que simpatizan con un líder. No debe extrañar, entonces, que los debates no se
sostengan en argumentos, sino en descalificaciones personales. El derrotado no
sale refutado, sino ofendido.
El tercer rasgo de
la escena es la incomunicación. Los dirigentes se reúnen, hablan, pero no se
comunican. A Macri y a Larreta les sucede lo mismo que a Alberto Fernández con
su vicepresidenta. Entre las muchas causas de esta desviación, Cayetana Álvarez
de Toledo destacó, en su libro Políticamente indeseable, una central: la
pulsión por influir sobre el relato de la prensa conspira contra cualquier
intercambio sincero. Todo se filtra. Por lo tanto, nadie dice lo que piensa. La
incomunicación tiene una consecuencia perniciosa: los actores desarrollan sus
estrategias con hipótesis equivocadas, y casi siempre paranoicas, sobre la
conducta del rival. Es la forma más eficaz de construir una torre de Babel.
La tormenta que se
desató en Juntos por el Cambio a raíz de la propuesta de Rodríguez Larreta de
asociar a esa coalición con un grupo de peronistas no kirchneristas debe ser
leída a la luz de estas circunstancias. Aun cuando, como es obvio, tiene
características particulares. Una de ellas es que lleva el sello inconfundible
de su autor: Guillermo Seita. Consultor, empresario periodístico, lobista y
encuestador, Seita colabora con Juan Schiaretti desde que trabajaba para
Domingo Cavallo en los años 90. También presta servicios para Larreta. Como en
otras ocasiones, en esta iniciativa de juntar al cordobés con el porteño, Seita
cometió un error imperdonable: una propuesta interesante quedó dañada por falta
de profesionalismo en su realización. Ya le pasó cuando intentó armar un frente
del peronismo federal juntando en sus oficinas a Sergio Massa, Juan Manuel
Urtubey, Miguel Pichetto y Schiaretti, que es el comodín de todas las
combinaciones.
Sería un error, sin
embargo, pensar que la aproximación entre Larreta y Schiaretti fue solo,un emprendimiento
de Seita. Desde hace meses, peronistas como Florencio Randazzo y Diego Bossio,
ligados al gobernador de Córdoba, hablan con figuras del entorno de Larreta.
Entre otras, con Edgardo Cenzón, el todopoderoso recaudador de campaña. Enlasúltimas
semanas se sumó a la mesa el diputado Carlos Gutiérrez, un exmontonero, íntimo
amigo de Schiaretti.
Por otra vía se
sumaron los radicales, encabezados por el presidente del partido, Gerardo
Morales. El jujeño tiene una vieja relación con Schiaretti. Y una misteriosa
animadversión por Luis Juez. Ayudamemoria: en abril del año pasado, Morales
tuvo que desmentir un acuerdo con el kirchnerismo para evitar que Juez llegara
al Consejo de la Magistratura. Era verdad: el acuerdo había sido con Schiaretti
y en su negociación había intervenido Bossio.
Las conversaciones
se aceleraron ante dos novedades: el agravamiento de la economía y el ascenso
de Milei en las encuestas.
En las tratativas
con Schiaretti, Randazzo y Bossio, Larreta fue terminante acerca de que no
rompería Juntos por el Cambio detrás de esa aventura. Era lo que le había
sugerido Randazzo. Aun así, se avanzó hasta la idea de encontrar denominación a
una alianza que incluyera, como dos sujetos distintos, a Juntos por el Cambio
con el peronismo de Schiaretti y sus compañeros: se pensó en “Hacemos Juntos”.
Larreta encargó a su estratega de marketing, Federico Di Benedetto, chequear
cómo caería esa marca en el electorado. Toda esta ingeniería no tuvo en cuenta
tres factores concatenados. Que en Córdoba hay elecciones al día siguiente de
la inscripción de candidaturas, que en esa provincia Macri es un líder
indiscutido y que Macri es el principal adversario de Larreta. El alineamiento
de estos tres fenómenos puso en emergencia la alianza Larreta-Schiaretti.
Schiaretti no tuvo
en cuenta que sus tratativas lograrían lo que se creía imposible: que Macri
respaldara sin limitaciones a Juez en un distrito donde su voz es poderosísima.
Macri viene de un acuerdo de último momento con Juez, a quien siempre reprochó
sus implacables acusaciones contra Germán Kammerath, su viejo amigo.
Además, el
kirchnerismo cree que, si Schiaretti se va a aliar con Juntos por el Cambio,
queda un universo vacante en la provincia. Para seducir a esos votantes la
señora de Kirchner ha comenzado a evaluar a de la Sota, hija de José Manuel,
como eventual vice de la fórmula nacional del Frente de Todos. Un problema para
el acaudalado Horacio Miró, alter ego de Seita, que tiene con las herederas de
De la Sota algunas cuentas pendientes.
Distracciones
Morales tampoco
calibró los efectos de la asociación con los peronistas cordobeses. En su caso,
un error imperdonable. Larreta también se distrajo. No evaluó el estruendo que
provocaría con su movimiento. Ni el costo que puede pagar en una provincia
decisiva: si el próximo 25 Juez gana la gobernación, les agradecerá a Macri y a
Patricia Bullrich. Si pierde, culpará a Larreta. Otra variable que no está
contemplada en la mesa de arena del jefe porteño es la ambición de Schiaretti.
¿A quién quitaría votos el cordobés en una primaria si se presentara como
candidato a presidente? ¿A Larreta o a Bullrich? No hace falta contestar. Acaso
Schiaretti no quiera gastar 15 millones de dólares, que es lo que cuesta una
primaria en ese nivel. Pero puede exigir la vicepresidencia. ¿Larreta lo
imagina su jefe de Gabinete? Es lo que barruntan en el peronismo.
Tal vez Macri sueña
con que esta dinámica lo lleve a una ruptura. Sería el modo de explorar un
acuerdo con Javier Milei. Es una reconfiguración improbable. ¿Imposible? No. La
escena política, sobre todo en América Latina, está plagada de divorcios y
desprendimientos en formaciones partidarias que parecían eternas. Chile, Perú,
Ecuador son ejemplos de esta fragilidad. También España.
Por esa razón,
economistas y asesores de su equipo están elaborando, con asesores de Morales y
de los peronistas de Schiaretti, un documento para presentar en los próximos
días. Allí estarían los lineamientos generales de un programa común para sacar
al país de la crisis. En el texto intervienen, entre otros, Julia Pomares,
Eduardo Levy Yeyati, Diego Bossio y Martín Rapetti. Para entender la
contradicción que estalló en Juntos por el Cambio no hay que dejarse hipnotizar
por Córdoba. El duelo principal se libra en la ciudad de Buenos Aires. La
alianza que apoya la asociación de Larreta con Schiaretti es la que sostiene a
Martín Lousteau contra Jorge Macri, cuyo triunfo es una prioridad absoluta para
Mauricio, su primo: Morales es Martín Lousteau y Emiliano Yacobitti. ¿Se puede
estar asociado en una coalición nacional y competir en un distrito al mismo
tiempo? Juez cree que no. ¿Qué creen los Macri?
La asociación de
Lousteau y Yacobitti con Larreta lleva, por los automatismos inexorables de la
interna radical, a dirigentes como Maximiliano Abad o Ernesto Sanz, al
encuentro de Bullrich. La candidata ofreció la candidatura a vicepresidente de
su fórmula a Facundo Manes, quien la rechazó. Manes no quiere desistir de su
aspiración presidencial. Y está, desde el punto de vista estratégico, más cerca
de Larreta: cree que de la crisis no se sale sin un acuerdo con el PJ. Otro
ayudamemoria: Manes tuvo varios encuentros con Schiaretti. Mucho antes que
Larreta. Pese a estos pormenores, hay quienes sospechan que la distancia entre
Bullrich y Manes no se explica por la política, sino por otra actividad: la
neurología. En esa disciplina, Bullrich ya optó por Conrado Estol, a quien
incorporó a sus filas a fines de marzo. “El otro Manes”, titularon algunos
medios. Sal en las heridas.
En el terreno
porteño, la disputa entre Jorge Macri y Lousteau ya empezó a tomar temperatura.
Yacobitti explicó ante Alejandro Fantino que Jorge Macri está inhibido para
presentarse porque no cumple con los requisitos domiciliarios. Agregó que hay
antecedentes judiciales que le impedirán competir. ¿Los radicales piensan
llevar el caso a la Justicia? Varios constitucionalistas del partido redactaron
ya la presentación que realizará Nito Artaza apenas Jorge Macri inscriba su
candidatura. Un detalle clave: el padrino del juez electoral de la Ciudad es
Daniel Angelici, aliado a Lousteau por pertenecer a la UCR y por disfrutar,
desde las sombras, de algunas decisiones del ministro de Desarrollo Económico
porteño, José Luis Giusti.
En el oficialismo
del Frente de Todos celebran las discordias de la oposición. Y apuestan a que
favorezcan a Bullrich. Ya lo dijo Eduardo “Wado” de Pedro en una involuntaria
publicidad para Larreta: “Contra Bullrich o Milei, ganamos”. Ayer los 10
gobernadores del PJ alinea Natalia dos con el kirchnrismo “exigieron”, ese fue
el verbo que usaron, que se constituya una lista de unidad para las
presidenciales. Fue la derivación de una gestión de Cristina Kirchner, como
queda demostrado en la participación de Alicia Kirchner y Axel Kicillof en la
conjura. El pronunciamiento es inusual, pero no incomprensible: la
vicepresidenta ya no tiene margen para lanzar un candidato con un tuit, como
hizo en 2019, cuando postuló a Fernández. Ahora debe conseguir el consenso peronista.
En especial para evitar que, si se produce una catástrofe, ese mismo peronismo
la convierta en “mariscala de la derrota”, como se decía en 1983. Como aquel
insólito predicador de Guyana de fines de los años 70, Jim Jones, la señora de
Kirchner desea que, si llega el apocalipsis, se produzca un suicidio colectivo.
Por eso en la Plaza de Mayo subió a 300 invitados a su palco.
Fernández olvidó
cumplir otra promesa: “No me voy a pelear nunca más con Cristina”. Anteayer le
dedicó una serenata diciendo que él no entrega obra pública a los amigos ni
tiene amigos empresarios. Desde el Instituto Patria le contestaban, también en
media lengua: “Obra pública no,contratos de seguros”.¿Hablande un tal Martínez
Sosa? Habladurías.
Cuando el
Presidente se ufanó de no tener amigos empresarios hubo quienes pensaron en
Massa, como si el ministro de Economía fuera ajeno al Gobierno. Massa está
rodeado de hombres de negocios cuyos movimientos generan siempre interrogantes.
Por ejemplo: cuando Jorge Brito, según informó Florencia Donovan, compre la
filial local del Banco Itaú, ¿lo hará con dólares oficiales? Preguntado de otro
modo: ¿Jorge Brito puede comprar el Banco Itaú porque accede a dólares
oficiales? Otra incógnita: para la planta de químicos destinados a la minería que
piensa construir Mauricio Filiberti, ¿habrá financiamiento blando de la Anses?
¿Conseguirá los dólares para importar los materiales que necesita para
levantarla?
Massa celebra la
proclama de los gobernadores. Y presiona para ser el candidato. Los experimentos
de Larreta, Schiaretti y, sobre todo, de su socio jujeño Morales lo
entusiasman. Él siempre le prometió a Cristina Kirchner que dividiría Juntos
por el Cambio. Ahora simula, que es lo que mejor le sale, que lo está haciendo.
Es una forma de presionar: si no lo postulan, ¿rompe y se va con sus amigos?
Así como Massa fue
el protagonista del acontecimiento crucial del período 2013-2019, la fractura
del peronismo, hoy se propone ser el agente de la situación simétrica: la
fractura del no peronismo. Cuando se pone bajo la lupa la estructura que arma
Milei en la provincia de Buenos Aires, llama la atención la cantidad de amigos
de Massa que colaboran con ella. Como suele suceder con los apóstoles de la
nueva política, caen en manos de los expulsados de la vieja política, rezagos
capaces de proveer logística y recursos. Si Milei arguye que él no es un
candidato antisistema, hay que darle la razón. Postuló para la gobernación a
Guillermo Britos, intendente de Chivilcoy que antes fue comisario de la
Bonaerense nada menos que en Lanús y San Martín. Amigo de Martín Insaurralde y
de Baldomero “Cacho” Álvarez, Britos expresa al núcleo de poder del conurbano
bonaerense. Toda una definición sobre la seguridad. Es habitual que las
valoraciones surjan por comparación: si se lo pone al lado del controvertido
Fernando Burlando, impensable contertulio de Patricia Bullrich y Néstor
Grindetti, Britos es un prócer.ß |