Por Claudio
Jacquelin - Podrán renunciar a las candidaturas, pero jamás transferir el
mando, y menos retirarse mientras les quede alguna cuota de poder por más
menguado que esté. Cristina Kirchner acaba de confirmar (otra vez) la dominante
vigencia de ese principio, que rige para ella tanto o más que para los líderes
políticos de los más diversos signos.
En las 48 horas que
transcurrieron desde que reafirmó que no sería candidata “a ningún cargo”, la
vicepresidenta se ocupó de subrayar su nula disposición a resignar lo que le
queda de liderazgo. Mucho menos a rendirse. También se preocupó por exhibir su
voluntad de no dejarse condicionar más que por ella misma, de ejercer su
autodefensa y de contraatacar a quienes la condenaron y la investigan.
Fueron en ese
sentido todas sus intervenciones, incluida la excepcional aparición anoche en
un set de televisión amigo, “tu casa”, según explicitó el conductor de C5N.
A la luz de esas
premisas cabe analizar la sorpresiva carta de cincos carillas y 8661 caracteres
(sin espacios) que el martes pasado publicó en las redes sociales, justo cuando
terminaba el congreso del PJ donde se había ensayado la representación de la
obra “Cristina presidenta”, que debía interpretarse en público a cielo abierto
el próximo 25 de mayo.
“Salió a cortar el
operativo clamor antes de que se convirtiera en un operativo reclamo o, peor,
un operativo reproche”, señaló un alto dirigente oficialista. Con esa
conclusión coincidieron otros referentes del FDT, quienes admitían que la
vicepresidenta era la gran (tal vez última) esperanza para mantener cierta
unidad y orden, que había cobrado notable fuerza en los días previos ante la
incapacidad del Gobierno para revertir la crisis económica. El ensayo final de
ese clamor terminó por precipitar lo que ella tenía previsto explicitar más
adelante.
Quienes la
frecuentan explican que una combinación de sensaciones íntimas y demandas
familiares para no volver a encabezar una campaña electoral habrían encontrado en
el fallo de la Corte, que suspendió las elecciones de San Juan y Tucumán, el
argumento (o el atajo) final para darle sentido político y dimensión épica a su
rechazo a cualquier candidatura.
A los cristinistas
no les había alcanzado que ella ya hubiera anunciado el 6 de diciembre pasado
la decisión de no presentarse a las elecciones de este año, luego de haber
recibido la primera condena en una causa por corrupción. Anoche reafirmó ese
eje. También, la dimensión personal de su decisión.
La (auto)proscripción
preventiva que se impuso como justificante excluye como causa de desistimiento
la falta “de aptitudes electorales”, que ella les adjudica a “los dos
presidentes que aceptaron el programa del FMI”.
Ella no necesita
mirar encuestas para saber que en su propio espacio nadie puede (o se animaría
a) competir con una postulación suya. Otra cosa es una elección general. Una
prueba a la que otra vez no está dispuesta a exponerse.
En igual sentido
fueron todas sus definiciones e indefiniciones posteriores al mensaje con el
que congeló a los principales dirigentes de su espacio. Esos que, con la
excepción de su hijo Máximo y su fiel Oscar Parrilli, habían entrado en calor
el martes cantando “Cristina presidenta”.
Todo va en el
sentido de mantener las cuotas imprescindibles de misterio e incertidumbre que
irá develando en grageas para seguir sosteniendo su centralidad. Todo en su
medida y armoniosamente.
Definición de
candidaturas, aceptación de elecciones primarias dentro del FDT o un nuevo
dedazo son las incógnitas que ella se sigue reservando. Para que nadie le quite
la vista a cuenta de Twitter. Como mínimo.
No son temas
menores, pero no por eso hay desdeñar las definiciones que ya dejó en sus
apariciones. Alberto Fernández fue sumado a la lista de los réprobos que
integran casi sin diferencias Martín Guzmán y el FMI. Nada que sorprenda si no
fuera por la impiedad y la claridad con la que ubicó allí al “presidente que sí
fue”, gracias a ella, y que ya no volverá a ser, gracias a ambos.
Más importante que
esas revelaciones es el condicionamiento que fijó para quienes intenten
representar al espacio que ella sigue liderando. “Resulta imprescindible –más
que nunca– la construcción de un programa de gobierno. (...) Un programa de
gobierno que es necesario no solo para el peronismo, sino para el sistema
democrático”, escribió, en línea con lo que ya había anticipado su hijo Máximo.
Un pliego de condiciones para quien venga. Mensajes directos para Sergio Massa
et alii.
Si la autoestima
del ministro de Economía no se agrieta con los indicadores de la inflación ni
la cotización del dólar, es previsible que minimice condicionamientos. Más aún
después de que anoche le extendiera el sobreseimiento provisional por su
gestión con el argumento de que “agarró una papa caliente” al hacerse cargo del
ministerio .
Sin embargo,
abundan los que señalan en el entorno cristicamporista que el pragmatismo de la
vicepresidenta y de La Cámpora en la crítica actualidad no será tan elástico en
un eventual próximo gobierno. Ahí estará el “imprescindible programa” para
fijar los límites. Ya dijo que con un acuerdo con el FMI, que Massa se esmera
en sostener, el país está destinado a una inflación incontrolable. Anoche
volvió a conminarlo para que no siga acatándolo y se revise.
No habría que
esperar tanto para que el pliego de condiciones se corporice. Los problemas que
afronta el “plan llegar” del Gobierno exponen cada vez más claramente las
incoherencias entre lo que Massa ejecuta y lo que Cristina Kirchner predica.
Ayer, el denostado
Martín Guzmán no solo se dio el gusto de incluirla a ella entre quienes no
conservan “aptitud electoral”, durante una entrevista en Radio Con Vos. También
resaltó un pecado mortal de Massa, según el dogma cristinista, al señalar que,
además de estar endeudando al país en dólares, lo está haciendo a una tasa
peligrosamente alta, con la venta de bonos en dólares a valor de default. El
placer de la venganza.
En ese contexto,
vuelve a asomar la opción del “ascenso” de Axel Kicillof a la candidatura
presidencial. A pesar de que este se aferra con desesperación al sillón de
Dardo Rocha sin dejar de reconocer que su destino no depende de él. “Haremos lo
que haya que hacer”, dicen en el entorno del gobernador para admitir que eso
significa “lo que ordene la jefa”.
“Si eso llegara a
pasar, la única razón no será que Axel es quien más retiene los votos de
Cristina. También es el único con el que no va a tener problemas de ningún
orden Cristina. No toca la plata y ya se bancó que ella y Máximo le
intervinieran el gobierno después de la desu rrota electoral de 2021”, explica
un interlocutor de la vicepresidenta y del gobernador.
La opción “Axel
presidente”, sin embargo, preocupa en el peronismo bonaerense. Son varios que
(por interés o realismo) le asignan probabilidades muy relativas de imponerse
en el plano nacional y temen que se pierda el bastión kirchnerista. Ese argumento es
rebatido por los que empujan hacia arriba a Kicillof, más después de que los
presidenciables de Pro no lograron unificar una candidatura a gobernador. El juego está
abierto y Cristina lo va llevando hacia una desembocadura que nadie conoce. El desorden y las
disputas abiertas en la coalición cambiemita le permiten a la lideresa
prolongar el misterio, a la espera de que se despeje un poco más (para bien o
para mal) el horizonte económico. Por lo pronto, sus
acólitos y sobre todo ella misma confían en que su último renunciamiento y la
ampliación de la autopercibida proscripción a todo el peronismo alimenten la
convocatoria al acto del 25 de mayo para que supere la comparación con el
cierre de la campaña de Macri en 2019. No hay lugar para una derrota callejera
en esa competencia. Todo tiene que ver con todo. En cambio, en esa
búsqueda de preservación del poder, no parece inquietarle que la extensión del
concepto de proscripción a todo el peronismo puede tener consecuencias muy
peligrosas. Desde ese punto de
partida hay un solo paso a la deslegitimación de las elecciones o el
desconocimiento de un resultado electoral adverso. Mucho más después de que la
misma vicepresidenta también dijera que se vive en “una democracia mutilada” y
que el pacto democrático de 1983 ya fue violado. No parece el mejor
camino para augurar un buen futuro, en medio tan difícil presente.ß Más importante que
esas revelaciones es el condicionamiento que fijó para quienes intenten
representar al espacio que ella sigue liderando
La opción “Axel
presidente”, sin embargo, preocupa en el peronismo bonaerense |