Por Javier Blanco -
Con un gasto público que parece estar poniéndose en “modo electoral”, una
recaudación impositiva afectada por el impacto de la sequía en las
exportaciones y la tendencia al estancamiento que muestra la actividad
económica, el Gobierno recurrió una vez más al modo de financiación que más le
gusta: la emisión monetaria sin control, por fuera de las metas acordadas con
el FMI y pese a que la inflación no para de dar señales de una muy peligrosa
aceleración.
Del nuevo
descontrol monetario, varias veces advertido por la nacion en los últimos días,
se conoció ayer una nueva prueba: el jueves pasado, 48 horas después de haber
obtenido $150.000 millones del Banco Central (BCRA) en concepto de adelantos
transitorios, el Ministerio de Economía le pidió al ente monetario un nuevo
envío por igual monto. Lo hizo aun cuando 72 horas antes ya había logrado que
le girara otros $140.000 millones.
Así, en lo que va
del mes, la maquinita funcionó otra vez a pleno para enviarle al Tesoro
nacional $440.000 millones, lo que, sumado a los $130.000 millones transferidos
el 21 de abril y los $100.000 millones girados el 17 de marzo, hacen que el
total de la asistencia llegue ya a $670.000 millones, cuando el compromiso
asumido ante el FMI era que esa fuente de recursos solo podía aportar algo
menos de $373.000 millones en todo el primer semestre.
Es decir, el
incumplimiento de la meta de asistencia monetaria para la primera mitad del año
por parte del Gobierno ya supera el 79%.
Lo cierto es que
“la meta monetaria con el FMI, que ya estaba incumplida de facto dadas las
intervenciones en el mercado secundario de deuda en pesos, ahora está
incumpliéndose de jure en $297.200 millones si hoy terminara el trimestre. Como
agravante, la nueva asistencia llega cuando los depósitos del Tesoro en el BCRA
quedaron en $66.000 millones al 12 de abril, por lo que no debe descartarse que
llegue un nuevo AT antes de que el 19 de mayo liquide la licitación de mañana
[por hoy]”, advirtió ayer Portfolio Personal Inversiones (PPI). Es cierto que,
con un mes y medio para cerrar el trimestre, el Tesoro aún puede obtener
financiamiento vía mercado y con ello cancelar AT para cumplir la meta formal.
“Pero monetariamente no cambiaría la cuestión”, dicen.
El regreso de la
monetización del déficit, tras ocho meses de abstención oficial, se produjo en
marzo, pero sin sobrepasar los límites convenidos con el FMI tras la última
revisión del acuerdo (ahora nuevamente en renegociación).
Pero la apelación a
este recurso, en un contexto en el que la demanda de dinero no deja de caer y
las señales de repudio al peso se hacen visibles de manera constante en fuertes
pulsiones dolarizadoras, hace que cada peso extra emitido se convierta en
combustible para la inflación de manera casi automática.
El ministro de
Economía, Sergio Massa, había debutado en el cargo tras un pico de inflación
superior al 7%, dando a entender que conocía los riesgos de seguir emitiendo en
ese contexto y al asumir públicamente un compromiso para no volver a hacerlo
ese año. Pero ahora, igual que al Gobierno en general, parece no importarle ese
riesgo.
“Sigue funcionando
a máxima potencia la máquina de imprimir pesos .... Total, la inflación no dio
8,4% en un mes (que equivale a 165% en un año) y la emisión no tiene nada que
ver”, había observado sorprendido el economista Juan Ignacio Paolicchi, de la
consultora Empiria, tras el giro anterior.
La aceleración en
el ritmo de asistencia monetaria muestra que está en marcha nuevamente otro
inquietante proceso de deterioro en las cuentas públicas, como viene señalando
La cuestión es que llega cuando el patrimonio del BCRA ya está muy dañado y es
público y notorio que la entidad ya ni cuenta con reservas netas positivas.
Ocurre que la mayor
emisión obliga al ente monetario a tratar de esterilizar cada vez una mayor
proporción de los pesos que pone en circulación, lo que aumenta el ritmo de
expansión de su deuda remunerada, ya a punto de sobrepasar los $14 billones.
Esto lo obliga a subir cada vez más las tasas de referencia y dispara el
denominado déficit cuasi fiscal, que tras la última suba de tasas, ya se estima
que “superará este año el 8% del PBI, frente al 4,3% del PBI el año pasado”,
alertan en Delphos Investment.ß
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