Por Belkis Martínez
- ROSARIO (De una enviada especial).– El polo agroexportador de soja más
moderno del mundo, ubicado en el Gran Rosario, tiene una imagen inusual en
estos días por causa de la peor sequía que se recuerde en el país: en plena
cosecha, las playas de camiones están prácticamente vacías y la actividad en
las plantas de molienda de soja es casi nula. Según la industria, la capacidad
ociosa de las fábricas que transforman soja en harinas, aceite y biodiésel es
del 74%.
ROSARIO.– En las
playas de camiones de las plantas procesadoras de soja y otros productos del
polo agroexportador del Gran Rosario reina el silencio y se genera un vacío
infinito. La imagen y el escaso ruido del megáfono, que cada tanto llama a una
unidad para descarga, retumban en el suelo y evidencian la desolación que se
genera en el principal clúster exportador del país. Las historias de los
conductores, que muestran a flor de piel sus penurias, son el reflejo del
impacto de la sequía, que va a dejarles fuertes pérdidas desde los productores
agropecuarios hasta las industrias, que ya sienten un fuerte cimbronazo.
Como pudo observar
durante una recorrida por las plantas de uno de los mayores complejos de
molienda de soja del mundo, las empresas hoy tienen un 74% de capacidad ociosa
y prevén que esto va a recrudecer en menos de 20 días. En el polo
agroexportador se hicieron millonarias inversiones que lo fueron convirtiendo
en el más moderno a nivel global.
El conteo de
camiones en una de las playas más grandes de Sudamérica, que pertenece a una
compañía del rubro, no supera los 30 entre los que ingresaron a descargar y
cargar para la exportación. En otra playa se llega a 300. Pero en dos semanas
el número sería cero.
Por la sequía, este
año el procesamiento de soja se ubicaría en 27 millones de toneladas, un 58,7%
menos que en 2016, cuando se alcanzó el récord de 46 millones de toneladas. La
molienda prevista sería la menor en 18 años, como estimó recientemente la
Cámara de la Industria Aceitera y el Centro de Exportadores de Cereales
(CiaraCEC). Vale recordar que las proyecciones de cosecha de la oleaginosa
están en 22,5 a 23 millones de toneladas, por debajo de los 42/43 millones de toneladas
del ciclo agrícola pasado. En el primer trimestre del año se molieron 5,5
millones de toneladas de la oleaginosa, cuando en igual período de 2022 ese
número fue de 8,1 millones de toneladas y de 9,4 millones en 2021. Más allá de
los números, las enormes celdas de almacenamiento vacías hablan por sí solas.
El viernes pasado,
a las 9.20 caía una leve llovizna sobre la localidad rosarina de General Lagos,
donde está la primera planta que recorrió
Las gotas de agua
salpicaban las líneas de porotos de soja que dejaban los pocos camiones en las
calles internas. En las plataformas de descarga el trabajo estaba ralentizado.
“La industria la está pasando mal y lo va a pasar mal, pero lo va a morigerar
importando soja de Brasil, Paraguay y Bolivia [hay una previsión de 10 millones
de toneladas], pero el transporte está en una situación tremenda”, contaron a
este medio.
La sequía, que
ocasionará pérdidas de divisas para el país en torno de los US$21.500 millones,
según calcularon en el Centro de Exportadores de Cereales (CEC), ha dejado un
escenario desolador que “no solo impactó en la cantidad, sino en la calidad”.
Es aquí donde la cantidad de camiones y la calidad de los granos que llegan
juegan un papel preponderante. “¿Nada tenés? ¡Aguantame uno!”, “se necesita un
camión con soja por la fila 5”, son las frases que se escuchan en las plantas y
que evidencian el escenario catastrófico que va a impactar en la economía del
país.
Las playas tienen
una capacidad instalada cercana a los 2000 camiones para épocas normales y de
gran cosecha; en todas hoy están ingresando a descarga alrededor de 300 por
día. En el primer trimestre de 2023 llegaron a los puertos del Gran Rosario
157.294 camiones, según los datos del sector. Esto representa una caída del
63,36% respecto de 2022, cuando se descargaron 429.323 unidades en ese tiempo.
“Si ustedes querían saber lo que era la sequía, acá tienen”, remarcaron en las
fábricas visitadas.
La inmensidad de
las celdas que en épocas de grandes cosechas pueden almacenar entre 100.000 y
300.000 toneladas solo es comparable al vacío que se ve en una escena de la
película Todopoderoso, de Steve Carell, cuando les da la bienvenida a todas las
especies de animales al Arca. A lo lejos se refracta una pequeña luz que señala
el lugar desde donde pende una pala mecánica para remover las 20.000 toneladas
que hay de trigo en la celda más grande.
Las frases y
comparaciones del movimiento con años anteriores se emplean para reflejar,
incluso, la cantidad de barcos que aguardan en sus respectivos puertos: en una
planta es cero. Las mangas que penden de las cintas que trasladan la mercadería
desde el interior de una de las plantas a los barcos están ociosas. En épocas
normales se carga un barco por día de no menos de 30.000 toneladas. Ahora eso
se hace cada tres días.
“La industria
aceitera está atravesando uno de los peores momentos de la historia con una
fuerte caída en la molienda, causada por la sequía más grave de los últimos 70
años. A esto se le suma un precio internacional que no puede aumentar porque
Brasil tiene una supercosecha y un mercado cambiario extremadamente volátil que
lo condiciona muy fuerte”, dijo Gustavo Idígoras, presidente de Ciara-CEC.
Frente a este
escenario, Idígoras recordó que las industrias vienen advirtiendo sobre “la
alta probabilidad de que las fábricas puedan adelantar paradas técnicas durante
plena campaña de la cosecha gruesa, por esta situación”. Este procedimiento
normalmente se hace entre diciembre y enero, cuando hay menor actividad y dura
aproximadamente un mes. “Una vez que esas paradas técnicas empiecen se va a
limitar mucho la posibilidad de oferta de soja, por tanto, el mercado de soja,
vinculado con la molienda, depende de estas situaciones. Hay que evaluarlo día
tras día”, sintetizó.
Impacto
A 60 kilómetros, en
un puerto de Timbúes, dos barcos aguardan a ser cargados con mercadería de una
de las fábricas procesadoras, que en su interior alberga tres líneas de
molienda de 11.000 toneladas. De allí sale un buque a diario sea con biodiésel,
lecitina y harina de soja que se exportan al mundo.
En su interior, las
fábricas cuentan con un sistema informático de control que monitorea, entre
otras variables, la humedad, fibra y materia grasa, en base con los análisis de
la calidad del grano que está ingresando a la planta. A raíz de la mala calidad
de la soja, explicaron, las fábricas tienen que cambiar la situación cada tres
o cuatro horas, para alcanzar los estándares de calidad exigibles en los
productos.
Pablo Juárez es de
la localidad de Monte Buey, Córdoba. De allí trae granos a las distintas
terminales portuarias en Timbúes y Arroyo Seco. Llegó a las 7 a una de las
fábricas del Gran Rosario. Contó que hay mucha diferencia en la cantidad de
viajes que realiza ahora y los de años anteriores.
“Venías a esta, que
es la playa de camiones más grandes de Sudamérica, y tenías un montón esperando
para descargar; ahora está prácticamente vacía. Eso significa que nosotros
estamos viajando un 70% menos de lo normal en comparación con la cosecha del
año pasado”, expresó.
El transportista
mueve mercadería hacia los puertos desde hace más de 20 años. “Nunca viví una
sequía semejante. Para colmo, está pronosticado que si no llueven unos 200 mm
ahora no se va a poder sembrar trigo. Así que es mucho más negro el panorama de
lo que creemos”, indicó. Esto no solo repercute en las industrias, sino que es
transversal en toda la cadena. “Nosotros ganamos mucho menos; si bien las
tarifas han aumentado no tenés cantidad de viajes y es muy difícil. Esta semana
hice tres viajes desde mi zona al puerto, cuando normalmente hago seis por
semana”, precisó.
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