Sábado 9 - Por Francisco Jueguen - Ya nadie lo pone en
duda. La Argentina se encamina hacia una inevitable devaluación. Las preguntas
son cuándo, en el marco de qué plan y quién tomará la decisión. Los programas
de la oposición –tanto un plan de estabilización como la polémica dolarización–
contemplan un ajuste de precios relativos, lo que se traduce como un tarifazo y
una devaluación brusca.
En ese camino, el
debate sobre el día después de la devaluación empezó a aparecer. Como sucedió
en 2015, en la oposición confían en que ese salto del dólar no generará un
fogonazo inflacionario. Ese año, tras la salida del cepo, la suba de precios
fue de cerca del 30%. Como pasó en 2015, los economistas privados dudan de
tales creencias. Detrás surge una pregunta complementaria: ¿a qué dólar
funciona actualmente la economía en medio de cepos, altísima inflación, y con
coberturas por trabas para importar y expectativas de corridas cambiarias
permanentes?
Ese posible impacto
en una economía ya desguazada, sobre todo del lado de los ingresos de los
trabajadores, suma una arista más al debate. Hay quienes afirman que una
licuación de gastos mediante una devaluación similar a la de 2002 puede llegara
generar, en el actual marco político y económico, una nueva hiper inflación en
la Argentina.
Hoy, ante la pérdida
de reservas del Banco Central (BCRA), el Gobierno ya devalúa y lo hace más
rápido. Se llama crawling-peg. Son microdevaluaciones diarias. El economista
Salvador Vitelli afirma que la media móvil de diez días del tipo de cambio
oficial se mueve a un 7,7% mensual, aunque se frenó un poco en los últimos días
con la corta pax cambiaria a la que ingresaron las cotizaciones de los dólares
financieros luego de la intervención oficial no avalada –pero si notificada– al
FMI. Detrás surge la idea de empezar a alinear nominalidad y tasas de interés e
inflación.
Un salto
pronunciado del tipo de cambio está vedado políticamente para el ministro de
Economía, Sergio Massa. Es el tabú del Plan Llegar al que se aferra el tigrense
junto con Cristina Kirchner. ¿Y si le tocara ser Presidente, como quiere La
Cámpora?, le preguntaron. “No trabajo sobre hipótesis. Me toca administrar esta
realidad”, suele decir. Por ahora, Massa trabaja para sumar stock de dólares,
reemplazar esa divisa detrás de las importaciones (con yuanes y reales), más
microdevaluación y una fuerte suba de tasas. Sin confianza, este Gobierno ya no
puede ofrecer un plan integral. La fuerte suba de tarifas de la luz y el gas
son probablemente un anticipo de un ajuste más fuerte pedisenso do por el
Fondo, a lo que se suman las diferentes decisiones del BCRA vinculadas a la
ampliación del cepo a los servicios o a las cripto, por caso. En Economía
esperan una comunicación oficial del FMI mañana sobre un trabajo que empieza el
lunes.
“En la Argentina,
los precios están más basados en el contado con liqui que en el dólar oficial.
La entrada de dólares generaría un precio estable”, afirmó la precandidata
presidencial de Juntos por el Cambio Patricia Bullrich. No es la única que
piensa así. En la UCR están de acuerdo. “En 2015 esa proposición era
empíricamente incorrecta”, contestó a un debate en Twitter Eduardo Levy Yeyati,
referente económico radical. “Hoy, con incertidumbre por el racionamiento de
divisas y el desplazamiento de importaciones al mercado paralelo, no es tan
así”, señaló tras una crítica a la idea que Alfonso Prat Gay, primer ministro
de Hacienda de Mauricio Macri, había enarbolado entonces. Es la misma que toma
ahora Bullrich.
“El 2015 y 2023 son
muy distintos. Este cepo es mucho más duro que el anterior y hay muchos más
precios al blue. Los bienes dolarizados van muy por arriba de la inflación
núcleo desde mediados de 2021”, afirmó en ese mismo entuerto Luciano Cohan,
otro de los economistas que también pasó por el Palacio de Hacienda en tiempos
de Cambiemos.
En el equipo de
Hernán Lacunza creen que el ajuste de precios relativos –subas de tarifas y
aumento del dólar– serán esta vez una realidad vía shock. Nada de gradualismo.
En ese think tank de gobierno también confían en que el dólar “trabaja bastante
más arriba que en 2015, por un cepo más largo y más rígido”. Allí aseguran que
ya “hay varios sectores que están priceados al CCL porque temen que ese sea el
costo de reposición”. Por otra parte, sentencian que “hay una cuasi renta en
muchos sectores de precios seteados al blue y salarios, al oficial”. Hay
conentonces en Juntos.
Sin embargo, esa
sensación no es la misma entre todos los economistas, sobre todo, entre los que
trabajan en el sector privado. “Los transables son exportables e importables.
Los exportables van al oficial, Ni con desdoblamiento están en el CCL. Importables
van al oficial, nunca al paralelo porque se quedan sin acceder al oficial. Lo
que sí ocurre es que le cargan todos los costos financieros a la operación, con
lo cual el tipo de cambio real es más alto. Pero ninguno está en el CCL. Se
puede argumentar que la diferencia es menor a la brecha con alguna de las
cosas, pero unificar va a corregir precios relativos y se va a hacer en
contexto de alta inflación con resaca monetaria. Ergo, va a ser un proceso de
corrección inflacionario por diferenciales”, afirmó el economista en jefe de la
consultora Ledesma, Gabriel Caamaño Gómez. No es el único que opina igual. Su
colega de Orlando Ferreres y Asociados, Fausto Spotorno, calculó un valor del
dólar en el que actualmente estaría funcionando la economía: $320.
Siempre existe otra
biblioteca. Hay economistas que creen que no hay que devaluar, una coincidencia
con lo que piensa, por caso, Cristina Kirchner. Quien dejó esa sentencia en
letra de molde (en su blog) días atrás fue Domingo Cavallo.
“Una alternativa
consiste en recurrir a una fuerte devaluación ‘desdolarizadora’ que licue
deudas, salarios y jubilaciones, brinde fuerte protección a la sustitución de
importaciones y genere recursos fiscales a través de las retenciones
agropecuarias, petroleras y mineras”, describió Cavallo, que proponen algunos
en la oposición.
Según piensa, ese
ajuste fiscal, similar al que condujo a los “superávits gemelos” de 2002, es
incompatible con un plan de estabilización posterior porque supone “una
violación generalizada de contratos y de derechos de propiedad de quienes
ahorraron e invirtieron productivamente en el pasado y deja mucho más
desalineados que antes a los precios relativos, los que en la búsqueda de su
realineamiento van a generar una puja distributiva muy desestabilizadora”. El
ex ministro asegura que esa opción generará una hiperinflación. Más pobreza.
Cavallo propone
otro ajuste. “La reforma del Estado con eliminación de los organismos, empresas
y fuentes de gastos que no son esenciales y que sólo sirven para distribuir beneficios
a funcionarios políticos y miembros de corporaciones que por largo tiempo
lograron obtener prebendas y privilegios”, escribió. “La reforma del Estado,
las privatizaciones, la eliminación de impuestos distorsivos, la apertura de la
economía y el anclaje nominal de las expectativas de inflación son
indispensables para que se pueda derrotar definitivamente a la inflación en un
período de dos años”, cerró.
Pero se trata de un
cruel debate en una crisis en la que cualquier hipótesis puede adelantarse gracias
a la sequía y ante el vacío de poder que ofrece el Frente de Todos. Para el
Ieral, las reservas netas del BCRA ya se acercan a cero. “En el mercado de
futuros, el tipo de cambio oficial pasó a ser negociado a un precio implícito
de $360 por dólar para fin de agosto, un salto de casi el 60% para un horizonte
de menos de cuatro meses”, alertaron en su último informe. En Economía no creen
necesario aun así retocar el precio del dólar soja 3.0. “El flujo [de
liquidaciones] comenzó a subir”, dijeron confiados, pese a que –según el
economista Amilcar Collante– entre enero y mayo, las reservas brutas cayeron
$10.500 millones. Es el peor arranque desde 2003. ● |