Por Diego Cabot -
En la calle Matheu, donde está la sede del Partido Justicialista (PJ), hay
algunas sentencias inapelables. Uno de los concurrentes a la reunión del
viernes pasado lo explicaba con crudeza hace un tiempo:“Un peronista sin poder
es un mueble. Si tiene suerte, alguien le pasará una franela cada tanto”. El
presidente Alberto Fernández, no solo a partir del anuncio de no competir por
la reelección, sino mucho antes, ha empezado a transitar ese camino.
El problema es que
quedan 230 días en que, a diario, hay decenas de desafíos económicos que
parecen no tener nadie que los aborde.
Solo para poner
algunos números que hagan de mojón en la crónica. El 1° de abril, cuando el
país se anoticiaba de que en Estados Unidos condenaban a la Argentina a pagar
miles de millones de dólares por la desprolija estatización de YPF, el dólar
oficial minorista estaba a $216; el contado con liquidación (CCL), a $406, y el
paralelo andaba por los $391. Pasaron poco más de 20 días y los valores son
$225, $456 y $460, respectivamente, al cierre de esta nota. Desde entonces
hasta ahora no hubo ninguna medida para intentar contener la suba de la
cotización en las pizarras. Más allá de que la venta de bonos o algún que otro
préstamo se acrediten en las cuentas del Banco Central, la gestión económica
está paralizada.
De hecho, hay un
solo puntal que se mantiene como política y que consiste en encontrar dólares
frescos en algún lado como para ponerlos arriba de la mesa y calmar la demanda.
Ahora bien, si esa va a ser la única política clara y concreta, es necesario
entrar en un terreno donde el Presidente es el principal gestor: el de las
expectativas.
¿Qué tiene que ver
eso? Sucede que si la única política vigente va a ser correr con dólares
empuñados como espadas para ofrecerlos a los que estén dispuestos a pagarlos,
pues el precio empieza a ser la gran variable. Dicho de otra manera, en el caso
supuesto e hipotético de que los consigan, ¿hasta qué precio están dispuestos a
comprar los agentes económicos? O, si se lo quiere más simple: ¿es caro o
barato comprar dólares?
Con un
“expresidente en ejercicio”, tal como lo definió un dirigente del PJ, con un ministro
de Economía, Sergio Massa, que atiende a la política con una mirada de supuesto
candidato, y con un calendario electoral que podría extender las definiciones
hasta fines de noviembre, cuando se celebre el ballottage, pues la sensación es
que cualquier precio es barato para aquellos que tienen muchos pesos. Es decir,
nadie sabe si está caro o si está en precio, lo que prima es la sensación de
que será más accesible que dentro de un tiempo.
Sin medidas
económicas concretas y sin ninguna ancla de expectativas, todo parece indicar
que cualquier oferta de dólares será escasa frente a los que quieren sacarse de
encima los pesos.
Este mismo
recorrido que se hace con el dólar se podría realizar con la gran mayoría de
los bienes que tienen componentes importados. El consumidor, que también se
mueve con la misma lógica y está lejos de la sofisticación bursátil y
financiera de otros, si no tiene acceso al dólar, valida precios de productos,
también con la certeza de que el valor de hoy es menor que el de mañana.
La gestión, en
punto muerto
Desde hace semanas,
la gestión puntual de la administración publica es prácticamente nula. Un
termómetro de ello es el Boletín Oficial. Ayer, por caso, 230 días antes de
traspasar la banda y en medio de una fuerte suba del dólar blue y con una
inflación consolidada por encima de 100%, no hay ningún decreto publicado. La
edición del día apenas contiene seis decisiones administrativas. Algo más:
todas ellas son designaciones de funcionarios. Ninguna medida efectiva de rango
presidencial.
Esta pequeña
anécdota expresa dos problemas: el primero, la falta de gestión; el segundo, el
goteo constante que se da en la expansión del gasto. Justamente este punto es
uno de los que requieren coordinación y decisión en un año electoral. Sucede
que hay varios ministerios cuyos presupuestos corren a ritmo de 100 metros
llanos. Alguien debería coordinar ese mostrador en el que todos piden. Otros,
en cambio, parecen adormecidos.
Un ejemplo podría
ser el Ministerio de Desarrollo Social. Según datos oficiales de ejecución
presupuestaria, publicados por la cartera de Economía, el que maneja Victoria
Tolosa Paz ejecutó hasta el 21 de abril el 41% de su presupuesto anual para
partidas destinadas a alimentos. Esas partidas deberán ser reforzadas, si se mantiene
el ritmo de gasto, y mucho más si, como sucede en años electorales, se relaja
la billetera.
En el otro lado,
entre los que no ejecutan o, lo que es lo mismo, no gestionan, están algunos
ministerios, como Interior, Vivienda y Hábitat, y Turismo. La cartera que
conduce el alfil kirchnerista para la presidencia, Eduardo “Wado” de Pedro,
ejecutó el 12,65% del total presupuestado, mientras que del que está destinado
a la construcción de viviendas, apenas el 14,6%. El que tiene números más
magros es el ministerio de Matías Lammens, que apenas gastó 10,8 pesos de cada
100 que tenía estipulados. Claro que es injusta la comparación de aquellos con
este, ya que Turismo tiene alguna estacionalidad mayor que aquellos. Quizá por
en alguno de estos despachos perezosos se escuche aún eso de que hay
funcionarios que no funcionan.
Sin coordinación y
sin poder, parece difícil que el Gobierno dé certezas en materia económica como
para anclar las expectativas. Según datos de la Escuela de Gobierno de la
Universidad Torcuato Di Tella (UTDT), el índice de confianza en el Gobierno
(ICG) está en valores históricamente bajos. “El ICG de abril fue de 1,07
puntos, con una disminución de 9,1% respecto del mes de marzo. En términos
interanuales, el índice tuvo una variación negativa de 25,5%. El nivel de
confianza actual es 45,6% inferior al de la última medición del gobierno de
Mauricio Macri (diciembre de 2019) y 53,9% menor que el del primer mes completo
del gobierno de Alberto Fernández (enero de 2020)”, dice el informe.
Hay algo más que
vale la pena mencionar de ese indicador: “La caída en el ICG de abril lo lleva
al valor más bajo de la gestión de Fernández. El único menor desde mayo de 2003
fue en diciembre de 2009, durante la primera presidencia de Cristina Fernández
de Kirchner (ICG=1,04). El puntaje obtenido en abril en el componente
‘Evaluación general del gobierno’ (0,63 puntos) es el más bajo desde diciembre
de 2002, durante el gobierno de Eduardo Duhalde (0,56 puntos)”.
Este nivel de
deterioro en la imagen del gobierno en general, pero del Presidente en
particular, torna difícil el margen de acción. Por lo que demuestra, Alberto
Fernández no está en condiciones de anclar expectativas económicas como para
encarar esta parte crucial de la coyuntura argentina. El problema es que la
economía tiene otros actores más allá de los funcionarios. Claro, tienen
métodos y tiempos muy distintos. El mercado no parece estar dispuesto a esperar
230 días sin medidas.
El Gobierno solo
apuesta a conseguir dólares para calmar la demanda
Los tenedores de
pesos están dispuestos a validar altos precios
El valor actual del
dólar siempre se percibe inferior al que tendrá en el futuro |