Por Claudio
Jacquelin - La originalidad del gobierno del Frente de Todos lo lleva a romper
récords día tras día. La última singularidad, nunca vista en tal magnitud en 40
años de democracia, roza lo inverosímil. La mayoría de las facciones
oficialistas acusa al Presidente de todos o casi todos los problemas políticos
y económicos pasados, actuales y por venir. Le quemaron los fusibles.
A contramano de la
estrategia comunicacional más elemental, que indica minimizar errores y
potenciar logros (aunque sean inverosímiles), tanto desde el massismo como
desde el cristicamporismo se encargan por estas horas de subrayar las fallas de
gestión de Alberto Fernández y hasta de acusarlo de operaciones que atentarían
contra su propio gobierno. Según esa narrativa, el renunciado jefe de asesores
Antonio Aracre pagó por una filtración que no habría cometido él, sino su jefe.
El Presidente. Nada menos.
“A Antonio lo
entregó Alberto, como hizo con otros. ¿O alguno de los que debió irse se fue
bien y agradecido?”, deslizan con insidia los enemigos íntimos de Fernández.
Desde el entorno más
cercano al Presidente rechazan las acusaciones y deslizan la posibilidad de que
todo haya surgido de sectores cercanos al ministro de Economía, ante el fracaso
en los objetivos que debía alcanzar: estabilizar las principales variables,
como el tipo de cambio y los precios. Contraataque feroz. Aunque la portavoz
presidencial ironice sobre la interna “encarnizada”, con una foto sin más
epígrafe que su interpretación y ninguna información. “Cuando no hay soluciones
para los problemas de la gente, la política se habla a sí misma para tratar de
eludir su responsabilidad. No hay que dar muchas vueltas, todo empezó con el
7,7% de inflación de marzo y se disparó con el salto de $20 en la cotización
del dólar blue en solo dos días hábiles. El resto es sarasa”, afirma una de las
personas que más cerca suele estar de Fernández.
“De qué pueden
acusarlo a Alberto si Sergio tiene toda la botonera, como él reclamó. Antes,
cuando los resultados económicos no se daban el culpable era el ministro de
Economía, Martín Guzmán, y ahora, cuando la inflación y los precios no
encuentran techo, la culpa es de Alberto y no de Economía. No es serio. Con el
kilo de yerba a 700 mangos no hay Aracre que valga”, se enoja otro estrecho
colaborador presidencial.
El ida y vuelta era
imparable ayer mientras la cotización del dólar tocaba los $440, una suba del
10% en solo cuatro rondas de los mercados.
“Alberto aprovechó
para esmerilarlo a Sergio desde que se conoció el dato de inflación de marzo
porque no quiere que sea candidato presidencial. No fue Aracre, sino él el que
empezó a instalar la idea de que podía haber otras políticas y hasta otro
ministro. El plan del jefe de asesores no lo hizo circular su autor”,
respondían desde el Palacio de Hacienda.
El retuit de Malena
Galmarini (titular de la empresa estatal de agua y esposa del ministro) a un
posteo que afirmaba que Massa se quedaría hasta el final del Gobierno, porque
el final llegaría si él se fuera, sirvió a los fieles que le quedan a Fernández
para justificar sospechas, lo mismo que a los cristi-massi-camporistas para
reafirmar sus acusaciones, así como la debilidad del Presidente.
“Hace ya demasiado
que el massismo viene aterrorizando y extorsionando en privado y ante factores
de poder y formadores de opinión con la idea de que si Sergio se va el Gobierno
no dura 48 horas. Ahora Malena lo hizo público. Buscan excusas y meter miedo
para no hacerse cargo de los malos resultados”, argumentan con extrema crudeza
y poco cariño en la Casa Rosada.
Del otro lado,
vuelve una pelota recargada: “Alberto dejó filtrar las propuestas económicas de
Aracre para instalar que Massa estaba fracasando y que si se iba tenía otra
solución a mano, lo que agravó todo y explica el salto del dólar”, sostienen en
el entorno de Massa. El afecto societario hace mucho que está roto, a pesar de
las fotos, las visitas y los llamados telefónicos entre Presidente y ministro
que se publicitan. Nada que vaya, precisamente, a calmar las angustias
ciudadanas y a generar confianza en los operadores económicos.
Palabras y hechos
en contra
Frente a este
cúmulo de palabras hirientes que hacen circular de un lado y otro del
oficialismo, los hechos no aportan motivos para la pacificación. Todo lo
contrario. A la suba imparable de precios se le sumó la reciente disparada de
los dólares paralelos, a pesar del lanzamiento de la nueva cotización a $300
para exportadores que no solo no está reportando beneficios sino más costos que
los que ya estaban previstos.
Ahí no terminan las
malas señales y las cuestionadas políticas: “El Banco Central tardó una semana
en subir la tasa de interés después de que se conoció el índice de inflación.
Y, en medio de otra corrida contra el peso, no se les ocurrió mejor cosa que
profundizar la interna ¿Qué esperaban que pasara?”, se preguntó retóricamente
un economista consultado por oficialistas y opositores.
La escalada de la
disputa da lugar hasta a versiones que las partes hace circular y de cuya
veracidad cabe dudar, pero que tienen visos de verosimilitud, a pesar de la
complejidad temática que encierran, cercanas a una visión conspiranoica de la
vida, y que tanto cerca de Fernández como del exjefe de asesores las niegan.
“En la salida de
Aracre también influyó la cuestión internacional. Justo cuando Estados Unidos
hacía depender como nunca su apoyo financiero de que el Gobierno diera
garantías para sus intereses estratégicos, el jefe de asesores del Presidente
operaba a favor de los chinos”, lanzan desde el kirchnerismo puro y duro, tras
recordar que Aracre había sido el CEO de una compañía de capitales chinos. A
tales niveles llega la desconfianza y la paradoja, que de la mano de Massa el
cristicamporismo queda del lado norteamericano del mundo. Aunque usted no lo
crea.
Al margen de los
dardos verbales que se arrojan, siempre bajo la condición del anonimato,
también abundan anticipos de acciones por parte del cristicamporismo que,
aunque no se cumplan, con su difusión apuntan a seguir socavando la imagen de
Fernández.
El objetivo de
máxima (y de Máximo) no es solo hacerlo responsable de todos los yerros de su
gestión, para los cual le sobran méritos aunque no pueda adjudicársele
exclusividad en los resultados obtenidos.
¿Golpe de Estado
partidario?
En lo inmediato se
proponen lograr la renuncia al intento de reelección, que el Presidente
posterga para desesperación de sus enemigo. Así desde el cristicamporismo
hicieron correr la amenaza de que en la reunión del Consejo del Partido
Justicialista por celebrarse hoy una consejera muy identificada con Cristina
Kirchner pediría la renovación de autoridades, que es lo mismo que hacer
renunciar a Fernández a la presidencia del PJ. Un golpe de Estado partidario.
El rumor tenía hasta anoche más destino de amenaza que probabilidades de
concreción. Sobran los toreros de salón, que se van en amagues.
El embate
desembozado contra el Presidente sólo puede hallar algún paralelismo con el que
los frepasistas de la Alianza le dedicaban a Fernando de la Rúa en sus estertores,
aunque, a diferencia de ahora, los ataques provenían entonces de sectores
minoritarios del oficialismo. Hoy en la Casa Rosada ruegan que se cumpla el
axioma marxista: que la historia solo se repita como farsa.
No obstante, las
analogías (siempre imperfectas) interpelan a los actores y observadores, ante
el deterioro creciente de la situación socioeconómica, la fragilidad financiera
y la descomposición interna del oficialismo. Una degradación que se extiende
mucho más allá de la figura de Fernández y que apenas encuentra algún punto de
apoyo en el exterior, de la mano del gobierno de EE.UU. y del FMI, empeñados en
evitar un colapso que traería más inestabilidad en la región y negativos
efectos geopolíticos para su intereses.
La incertidumbre
sobre el futuro político-electoral del FDT lleva a sus principales dirigentes a
poner en duda aún las certezas que se albergaban hasta hace nada sobre la
posibilidad de retener el bastión kirchnerista bonaerense. Las condiciones
objetivas y subjetivas se alinean en el rubro de las amenazas.
El hermetismo de
Cristina Kirchner y el juego de misterio que mantiene sobre su propio futuro y
respecto de las candidaturas que promovería agregan una cuota sustancial de
preocupación como para exasperar a los suyos y precipitan disputas en una
espiral descendente.
Acto cristinista
en duda
“El operativo
clamor, por ahora, queda reducido a nosotros, los dirigentes. Y para peor ella
no da señales de estar dispuesta a subirse. Es cada vez más probable que haya
que desactivar el acto en la 9 de Julio, para el 25 de mayo. O, al menos, que
no contemos con la presencia de Cristina ahí. Deberíamos garantizarle algo que
es hoy impensable: un millón de personas. Si no, no se va a exponer a que
comparen su acto con la plaza del “Sí se puede” que hizo Macri ahí en 2019, con
casi medio palo de gente”, afirma uno de los pocos interlocutores de la
vicepresidenta que tiene confianza como para cuestionarle alguna afirmación sin
temor a no entrar más a su despacho.
Desde el
cristinismo agregan que a esos motivos que la hacen dudar de exponerse a un
operativo clamor acotado hay que incorporar la variable familiar. “En la casa
tiene mucha demanda para que no sea candidata a nada”, explican quienes conocen
algo de su intimidad. Aunque dejan abierta la puerta a las sorpresas.
Las indefiniciones
de “la jefa”, la pendiente que transita el Gobierno y la falta de candidatos
competitivos precipitó disputas aun en espacios cerrados, como La Cámpora.
Cristina Kirchner
en los tramos altos de la boleta (aunque prácticamente descartada en el renglón
presidencial) es una demanda sin certezas de éxito, mientras Massa, que sigue
siendo el candidato mayor por descarte, empieza a perder brillo. Así, sin
convicción ni entusiasmo alguno, asoma en ese espacio la perspectiva de una
PASO en la que competirían el ya lanzado Daniel Scioli y el semilanzado en
proceso de aceleración Eduardo Wado de Pedro. Pero todo dependerá de la jefa.
Camporistas
divididos
“Hasta la interna
camporista está a full, aunque no se haga tan pública y se disimule. Sobre todo
porque Cristina contiene y el temor al llano sostiene. Pero hoy hay dos
Cámporas. Una, la de Máximo, cada vez más cuestionado, que es muy
superestructural. La otra, la del Cuervo (Andrés Larroque), que fue el primero
en plantear la necesidad de una renovación generacional y una reconexión con la
militancia”, explican desde ese sector.
Las diferencias
solo van in crescendo y el hijo de la vicepresidenta empieza a sentir el rigor
de la pérdida de centralidad y capacidad de convocatoria. A la independencia
que siempre mostró respecto de él el gobernador Axel Kicillof, se le suman los
intendentes peronistas, que se lo demostraron hace poco: apenas un puñado
asistió a su última convocatoria. Al heredero familiar (pero no necesariamente
político) lo perturba, además, que al apoyo que siempre le dio su madre a
Kicillof ahora se le agregue el respaldo a los emprendimientos de Larroque.
Ambos solo responden a ella.
El lugar del hijo
Máximo en la política, dicen, es una de los grandes dilemas de la
vicepresidenta. Por eso, algunos especulan con que el apellido Kirchner podría
estar en la boleta bonaerense, quizá para una senaduría nacional, aunque no
necesariamente llevar el nombre propio de Cristina. En todo caso, son
escenarios de supervivencia y no metas triunfales para lo que alguna vez fue el
Frente para la Victoria.
La profundización
de las peleas internas y el acelerado deterioro de las variables económicas
amenaza con convertirse en un círculo vicioso con destino de espiral
descendente.
Hoy, para la
mayoría del oficialismo, la culpa de todo es del Presidente. El riesgo es que
con el paso del tiempo ese resulte un salvoconducto flojo de papeles. |