Por Fernando Gutiérrez - Oculta detrás de los festejos por el éxito
del "dólar soja", la recaudación impositiva de septiembre
fue una confirmación de las peores sospechas: ya
aparecen las primeras señales de enfriamiento de la economía.
Es lo que se
evidencia cuando, a los números de la recaudación se le depuran el efecto del
aporte extra de las retenciones al agro y cuando se calcula la variación real,
teniendo en cuenta que, con una inflación que probablemente se ubicará en torno
al 7% en septiembre, ya se estará en un nivel anualizado de 84%.
Tras el récord de ventas -ingresaron u$s8.123 millones- la soja produjo
el esperable impacto
sobre la recaudación: la retención de exportaciones aportó a la
caja de la AFIP $434.033 millones contra apenas $89.135 millones del mes
anterior.
Es decir, casi se quintuplicó la recaudación por retenciones, que
en septiembre representó un 20,4% de la "torta" total impositiva. En
comparación, en agosto había caído a un nivel mínimo de 5%, mientras que en
septiembre del año pasado era 7,5%.
Con semejante aporte extraordinario causado por el tipo de cambio
preferencial a $200, se descontaba que el Gobierno recibiría un oxígeno
fiscal, con lo cual afrontar los gastos de los próximos meses, que
incluyen un refuerzo en la asistencia estatal para los sectores de menores
ingreso.
Pero, lejos de
ser motivo de festejo, la recaudación de septiembre esconde una preocupante
señal de alarma: en las "entrelíneas" de la recaudación ya pueden
reconocerse los síntomas de un enlentecimiento en
la actividad productiva, un tema del cual los economistas vienen advirtiendo
desde que se puso en marcha el plan económico de Sergio Massa.
Sin la soja es otra cosa
Para poner en números la situación, cuando se depura el "efecto
soja", el aumento interanual de la recaudación ya no es el impactante
117,9% sino un 89,7%, una cifra que cuando se corrige por inflación deja una variación real de
2,9%. Y si la comparación se hace contra agosto pasado, la cosa empeora:
la recaudación "des-sojizada" ya marca una caída real de 2,5% en
un mes.
Pero hay otro factor a considerar: la caja de la AFIP también creció por
la contribución de un rubro que no es motivo de festejo para el Gobierno: el
impuesto PAIS, que es un reflejo de la "fuga" de dólares, porque es
el que grava la adquisición de divisas para ahorro, la compra de pasajes de
avión, los gastos con tarjeta en el exterior y las operaciones comerciales en
plataformas online.
En septiembre, la
recaudación del impuesto PAIS permite inferir que los argentinos pagaron
$146.696 millones por sus compras dolarizadas, lo cual, a un tipo de cambio
promedio de $149, significa que le pidieron al Banco Central nada menos
que u$s980 millones.
Es un dato que
confirma al equipo de Massa en la necesidad de ponerle un freno a la compra
dólares por parte del público minorista a través de
un nuevo esquema cambiario, el todavía no oficializado "dólar Quatar".
Lo cierto es que si a la recaudación total se le resta, además del
aporte de la recaudación por la exportación de soja, también el impuesto PAIS,
entonces las cifras arrojan un resultado peor aun: la suba anual de la
recaudación queda en apenas un 1,4%, mientras que la variación mensual respecto
de agosto marca una caída real de 3%.
La economía real pone el freno
Los rubros habitualmente ligados a la "economía real" -Ganancias,
el IVA y el impuesto a los cheques- tuvieron, en realidad,
variaciones mucho menos impactantes que la suba general de 117,9% expresada en
la recaudación general.
Aunque también en este caso hay que considerar factores extraordinarios
que hace que haya que tomar las cifras con precaución. Es así que lo recaudado
por Ganancias tuvo una suba nominal de 110% -un 14% interanual real, corregido
por inflación- pero es un rubro que tuvo dos impactos extra. El primero, claro,
fue la propia actividad inusual de la exportación agrícola, que impacta en la
recaudación de Ganancias por la dirección de Aduanas.
Pero, sobre
todo, el incremento en este impuesto está influenciado por "anticipos y
percepción sobre pagos realizados en
dólares", según observa un reporte de la consultora LCG.
El IVA, por su parte, indicador por excelencia de la actividad
productiva y comercial, registra un incremento casi nulo, de apenas 0,3%
cuando se lo corrige por la inflación anual.
Pero el dato
llamativo es el de los rubros de la recaudación vinculados a la seguridad
social -como las contribuciones patronales y los aportes personales-, con una
variación nominal de 81,7%, que esconde una desmejora cuando se lo corrige por
inflación. En conjunto, estos rubros ligados al mercado laboral marcan una caída real de 1,4% en la comparación
interanual, y una retracción de 2,4% contra el mes anterior.
Y esto ocurrió en un contexto de aumento del empleo, lo cual da la pauta
de la magnitud que está alcanzando el retraso de los salarios. El Gobierno
alega que la evolución de estos impuestos sigue afectada por las exenciones
otorgadas por el Estado para aliviar la carga tributaria al sector de la salud
y a las provincias del norte.
Lo cierto es que se trata de un rubro de la recaudación tributaria que
marca un retroceso, en un fuerte contraste con lo que ocurría en otros momentos
de rebote de la economía, cuando solía ser destacado en los comunicados
oficiales como un síntoma de la recuperación salarial en el marco de
los acuerdos paritarios.
El temor al efecto post-soja
Estos datos, en definitiva, confirman a quienes vienen advirtiendo por
un enfriamiento de la economía. Como Jorge Vasconcelos, economista jefe de
la Fundación Mediterránea, quien destaca que entre febrero y julio,
el EMAE -indicador proxy del PBI- sólo subió un 1%, en un virtual
amesetamiento.
"La
aceleración inflacionaria de los últimos meses disminuye el poder adquisitivo
de la demanda; el torniquete a las importaciones de
insumos y partes afecta la producción y, en un combo más reciente, operan el ajuste fiscal y monetario", observa
Vasconcelos.
Y destaca cómo el gasto público pasó de expandirse 11,2 % interanual en
términos reales en el segundo trimestre a contraerse 4,1 % en el
tercero, al tiempo que el crédito al sector privado se contrajo un 5 % en
términos reales en los últimos 30 días, pese a que los depósitos a plazo fijo
subieron 5 puntos.
En todo caso, lo que el mercado da por seguro es que este ingreso de la
caja fiscal que se vio en septiembre será una situación excepcional, sin
chances de repetirse. Más bien al contrario, la expectativa es que, así como la
soja realizó un aporte excepcional el mes pasado, volverá ahora a tener una
contribución muy baja.
La primera señal al respecto la dio el hecho de que el Banco Central
compró el martes apenas u$s3 millones, después de haber tenido jornadas en las
que rondó los u$s400 millones. Los analistas del mercado agropecuario pronostican
una caída brusca en la exportación, que podría prolongarse hasta marzo inclusive.
El hecho de que
las grandes industrializadoras que compran granos ya estén bien abastecidas,
unido al bajo atractivo que implica volver a un precio de $55.000 por tonelada
después de los $70.000 que se pagaron hace un mes,
hacen que los productores sojeros vuelvan a la actitud defensiva y retengan en
silobolsas un remanente de aproximadamente 17 millones de toneladas.
"El mercado tiene una regla de oro: la comercialización de
granos responde directamente a los incentivos que se les dé a los productores
para que negocien sus inventarios. Frente al atraso cambiario, el productor se
sienta arriba de su stock", afirma Diego Palomeque, consultor
financiero y director de la firma Agroeducación.
Pronósticos escépticos para la economía
Esto lleva al escepticismo sobre la fortaleza de la caja fiscal en el
corto plazo. "Para lo que resta del año esperamos que la recaudación en
términos reales vaya perdiendo vigor en virtud de un resentimiento en el
nivel de actividad. La mayor nominalidad podrá explicar la magnitud de la tasa
de crecimiento, pero en términos reales estimamos que el crecimiento
debería empezar a ceder", apunta la consultora LCG.
Y proyecta que
la recaudación anual llegará a $19 billones, lo que implica una suba nominal de
77% respecto del 2021, algo que
probablemente terminará reflejando una caída en términos reales.
Mientras tanto, el humor empresarial se refleja con elocuencia en varias
encuestas, como la realizada por el IAE Business School: ante la pregunta de
cómo será la situación del país en los próximos seis meses, un 65% respondió
"peor", reafirmando una tendencia de pesimismo creciente. Ante la
pregunta sobre si su propio negocio podrá mejorar, sólo un 41% respondió
positivamente, cuando en el sondeo anterior era un 49% el que proyectaba un
crecimiento.
Otro sondeo,
realizado por la consultora EY en conjunto con el Instituto Argentino de
Ejecutivos de Finanzas entre empresas líderes, revela
expectativas pesimistas para el año próximo. Ante la pregunta de cómo evolucionará la rentabilidad de su compañía, apenas un
30% cree en un crecimiento. |