Por Carlos Burgueño - Sergio Massa y su equipo inician en estas horas una
discreta, pero clave gestión. Necesaria para poder seguir transitando el
período de paz entre Argentina y los mercados financieros, especialmente los
internacionales. El ministro de Economía le confió a algunos de
sus hombres clave del Palacio de Hacienda, que inicien y fomenten una etapa de
relación correcta y profesional con varios de los más importantes fondos de
inversión de volumen mundial, que aún permanecen en el país. Especialmente
con aquellos que ingresaron en el canje de deuda organizado por Martín Guzmán
en agosto de 2020 y que aún permanecen con esos papeles cotizantes en niveles
casi de default, pese a la recuperación de los títulos desde la llegada de
Massa.
La intención del ministro es que estos fondos vuelvan a confiar, que
mantengan los títulos en sus carteras y que tengan la certeza que lo que viene
en términos económicos y financieros es mejor que lo que pasó; y que, en
consecuencia, sus bonos se recuperarán con lo que “al final del día” ganarán
más dinero que ante una venta anticipada. Sabe Massa y el resto de su gente que
la permanencia de los bonistas en sus posiciones locales es una clave
imprescindible para que en la etapa que comenzó ayer luego de la finalización
del período de “dólar soja”, se pueda hablar de “confianza” de los mercados
mundiales a la gestión actual.
El ministro y sus funcionarios no están solos en la cruzada. Massa mantiene buenas relaciones con dos actores clave de Wall
Street desde hace muchos años, relación que se fortaleció en las jornadas
negociadoras del 2020; cuando en medio de los problemas de relación y
aceptación de la oferta de Guzmán; el entonces presidente de la Cámara de
Diputados pudo acercar aliados entre los entonces enojados y confundidos
bonistas. En medio de aquella negociación, y en momentos de empantanamiento,
Massa demostró tener contactos en Wall Street; y por iniciativa casi personal,
destrabó las discusiones que parecían estrellarse; y, finalmente, derivaron en
los lineamientos generales del acuerdo definitivo. La clave de esa gestión fue
la relación probada que el nuevo hombre fuerte del Gobierno estableció con el
tiempo con dos viejos y, en parte, fieles amigos que volvieron a trabajar con
el país. Los fondos de inversión Fintech y Gramercy, de los pocos con los
que Argentina contó para que trabajaran a su favor en los años más duros del
“Juicio del Siglo” contra los holdouts; se convirtieron en el nexo con varios
de los más importantes tenedores de deuda a reestructurar. La
gestión de Massa de aquel tiempo, fue haber negociado directamente (con el aval
de Alberto Fernández y no de Guzmán), una contrapropuesta más accesible para la
discusión; y que pudiera enfrentarse con peso a la que encabezaba BlackRock,
que trababa las discusiones.
Gramercy y Fintech acumulaban, junto con otros fondos menores, un
15% del total de la deuda que se renegociaba, con lo que su apoyo estaba lejos
de garantizar un acuerdo final. Sin embargo fueron a instancias de Massa los
principales impulsores de un diálogo fluido y “de buena fe”. En las últimas
horas, fueron también los de más llegada a los despachos oficiales, dispuestos
por el Gobierno para encontrar vías de comunicación sólidas y,
fundamentalmente, secretas y confiables, entre Buenos Aires-Olivos y Wall
Street. En su momento, si bien se mantuvieron firmes y unidos con los primos
más belicosos de BlackRock, Ashmore, Fidelity y Pimco para rechazar la primera oferta presentada en
mayo de aquel entonces por Guzmán, una vez lograda esa primera victoria en las
negociaciones, se reconvirtieron en el grupo de acreedores más dispuestos a
dialogar mejoras. Se separaron así de BlackRock y sus
aliados, y comenzaron a trabajar en una contrapropuesta que luego de idas y
vueltas de consultas entre los propios fondos y alguna que otra llamada
clandestina a Buenos Aires, fue enviada formalmente a Economía vía Massa para
su estudio y seguro posterior rechazo. Ahora, nuevamente, el massismo confía en
restablecer el aporte que puedan aportar los dos fondos para la etapa que se
viene. No por fe o ideología, sino por su pasado de comprobada y ratificada
alianza. |