Por Fernando Gutiérrez - Se confirmaron los peores temores: aun con
las temperaturas más benignas, que posibilitaron una fuerte caída en la
importación de gas, el resultado de la balanza comercial sigue en la "zona
roja". Es decir, consumiendo
más dólares de los que ingresa: con el saldo negativo de u$s300 millones
registrado en agosto, se acumulan tres meses consecutivos de déficit.
Y la perspectiva
a futuro es incierta. Por un lado, se descuenta que el "dólar soja"
permitirá un impulso a la exportación en
septiembre, al tiempo que la compra de combustibles seguirá bajando. Pero, aun
así, hay dudas sobre si será suficiente para que el año termine con el
superávit que el Gobierno espera.
En su reciente mensaje al
Congreso por el proyecto de presupuesto, el ministro de
Economía, Sergio Massa, calculó que este año se terminará con un
superávit comercial de u$s7.751, una cifra poco ambiciosa en comparación
con el saldo de u$s14.750 millones, y sobre todo si se tiene en cuenta que este
año se registraron precios récord en las materias primas que Argentina exporta.
Pero, aun con lo poco ambicioso de la meta, hay serias dudas sobre su
cumplimiento. Para que ese superávit sea posible, las importaciones tendrían
que finalizar el año en torno de los u$s81.000 millones, dado que la
expectativa del mercado -expresada en la
encuesta REM del Banco Central- es que las ventas alcancen u$s88.525
millones.
Esto implica
que en el último cuatrimestre del año las importaciones deberían alcanzar unos
u$s23.000 millones, a un promedio de u$s5.750 millones por mes. Y para cumplir
ese objetivo sería necesario un recorte de
25% respecto del actual nivel de importaciones.
Por más que la compra de gas, gracias a los calores primaverales,
volverá a caer en los próximos meses, con eso no resulta suficiente: aun cuando
se produzca en septiembre una reducción de u$s800 millones, como proyectan las
autoridades, igualmente el total de importación estaría un 20% por encima del
"objetivo" para que el año termine con superávit.
Es una
situación que hoy parece improbable, justo en un momento en el que los
industriales están advirtiendo sobre el riesgo de un freno en la economía que
lleve a la suspensión en fábricas si no se proveen los dólares
necesarios para seguir importando insumos y maquinaria.
Importaciones: un alivio primaveral
La buena noticia del reporte de INDEC sobre agosto es que, tal
como se había proyectado, la compra de combustibles tuvo una fuerte caída,
de u$s945 millones, respecto del nivel récord que se había registrado el mes
anterior.
De esta forma, el rubro que este año se transformó en la pesadilla de
los funcionarios -de la mano de la explosión de precios energéticos, por la
guerra en Ucrania- ahora representa un 17% del total de las
importaciones. Es una
mejora respecto del 27% que se había alcanzado en julio, pero
todavía está muy por encima del promedio histórico: hace un año, la compra de
energía era un 13% del total y ya se la consideraba elevada.
Pero si la
compra de gas cayó en picada, ¿cómo se explica entonces que se haya repetido la
situación del déficit comercial? La respuesta está, sobre todo, en la
soja. En agosto, en medio de la polémica sobre el dólar y el perjuicio que la brecha cambiaria suponía para
los productores, la exportación se redujo al mínimo.
En aquel momento, el cálculo que hacían las agremiaciones rurales era
que, una vez que se descontaban las retenciones y que se producía el efecto de
vender dólares al precio oficial y se los recompraba a la cotización del
paralelo, los agricultores apenas retenían un 30% del precio internacional de
la soja.
Fue esto lo que derivó en el régimen especial propuesto por Massa, de
reconocer un dólar de $200 para las exportaciones de soja durante el mes de
septiembre, y que generó un efecto de "puesta al día" en las
ventas, con un ingreso que ya supera los u$s4.500 millones.
En las cifras
de agosto que acaba de publicar el INDEC se refleja el peor momento de la
exportación, con el rubro de productos primarios registrando una caída de 18%
respecto del mes anterior y de 27% en comparación con el nivel de hace un
año. Y si la caída en la venta no fue peor es porque el mercado internacional sigue
mostrando buenos precios, que atenuaron el hecho de que, medida en volúmenes,
la venta de productos agropecuarios tuvo una contundente reducción de 32%
interanual.
Sigue faltando un recorte a la importación
Pero, aun descontando que en los próximos meses haya factores que
jueguen a favor -menos importaciones de gas y más exportaciones agrícolas-, las
estadísticas dejan dudas sobre si el optimismo del Gobierno está justificado.
Ocurre que cuando se depura el "efecto gas" y se observa las
compras sin el rubro de energía, las
importaciones siguen mostrando una tendencia ascendente. En agosto
se ubicaron en u$s6.501 millones, una suba de 9,6% respecto del mes anterior.
Y los antecedentes del comercio exterior no hacen prever que sobre el
final del año venga un alivio sobre la demanda de dólares para compras en el
exterior. Más bien al contrario, la expectativa es que las importaciones
tienden a aumentar.
El año pasado,
las compras "no energéticas" del segundo semestre fueron un 18%
más altas que las del primero. Si se mantuviera esa tendencia, entonces
las importaciones -sin contar la compra de combustibles- se ubicarían para la segunda mitad del año en torno de
U$s40.000 millones.
Y el dato llamativo es que, a pesar de todos los anuncios de los
funcionarios en el sentido de que se extremará el control para evitar que
haya un "sobre-stockeo" de mercaderías -y, además, la
fiscalización por sobrefacturación de importaciones-, las proyecciones
se están revisando al alza. En un mes, los economistas subieron en
u$s1.705 millones su pronóstico de importaciones para este año, con lo cual
están previendo compras totales por u$s81.490 millones.
Además, claro,
la salida de dólares se ve agravada por el rubro que no queda registrado en la balanza comercial pero que va ganando un peso creciente en
el balance cambiario: los viajes y los gastos con tarjeta de crédito en el
exterior.
Los datos
de recaudación del impuesto PAIS permiten adelantar que en agosto ese
monto fue de u$s800 millones, lo que da un acumulado de u$s5.400
millones por concepto de demanda minorista para turismo y ahorro.
Massa, entre dos "lobbies" opuestos
Con estos números sobre la mesa, la situación del comercio exterior
implica todo un desafío para el equipo del ministro Massa, que tiene
que hacer frente a dos "lobbies" en sentido opuesto: por un
lado, la exhausta caja del Banco Central impone la necesidad de recortar la
entrega de divisas, mientras que por otro lado los empresarios advierten que
sin importaciones la economía se encaminará a una inevitable recesión.
En estos días Massa intenta conciliar esos dos objetivos contradictorios.
Una de sus fórmulas quedó explicitada en el proyecto de ley de presupuesto que
se apresta a debatir el Congreso: un
blanqueo de capitales, de manera que los importadores usen su propio
"canuto" dolarizado y no tengan que pedirle divisas al Banco
Central.
Claro, para ello habrá que asumir un costo político: legalizar la
entrada al país de fondos no declarados ante la AFIP, luego de haber
fustigado con dureza el blanqueo realizado en 2016 por la gestión macrista.
La condición
será que estos capitales paguen una multa de 5% y destinen los recursos a
importaciones o a operaciones del mercado inmobiliario. De todas formas, no
está claro cuánto sería el monto que se podría llegar a
ingresar por esta vía y, en todo caso, recién se haría efectiva para el año
próximo.
Antes de que eso ocurra, la economía tiene urgencias en el plano
cambiario. Para empezar, porque se viene el "efecto del día
después" del régimen para la exportación de soja. Los analistas del
campo ya pronosticaron que, una vez terminado el beneficio del dólar a
$200, la venta sufrirá un previsible bajón.
Y la reciente polémica con el campo -por la
prohibición de que los pesos ingresados por la exportación se destinen a la
compra de dólar MEP- no contribuye precisamente a mejorar el pronóstico.
En un clima de
irritación con el Gobierno, directivos de agremiaciones rurales ya predijeron
una caída en las inversiones de cara a la próxima
campaña, que ya de por sí lucía poco atractiva, como consecuencia de la escasez
de agua. |