Por Fernando Gutiérrez - Pocas medidas han generado una evaluación
tan contradictoria como
la del nuevo "dólar soja": mientras el Gobierno celebra la masiva exportación
y el secretario de Agricultura, Juan José Bahillo, publica tuits en lo que
habla de "éxito", en
el campo se escuchan críticas, quejas y nuevos reclamos sectoriales, mientras
los economistas advierten por el costo monetario y fiscal.
Desde el unto de vista oficial no hay duda sobre cómo interpretar el
resultado de haber subido a $200 el tipo de cambio para los sojeros: el hecho
de que en una semana se hayan comercializado 4,6 millones de toneladas de soja,
dejando un ingreso de más de u$s2.000 millones significa que se hizo lo
correcto.
Sin embargo, las respuestas que recibió Bahillo ya dejan la pauta de
cómo en el otro lado del mostrador las cosas no se perciben de la misma forma.
Quejas porque el beneficio se concentró en las grandes exportadoras y
no en los productores pequeños, reclamos sobre discriminación por
parte de otros sectores que también quieren "su" dólar, advertencias
sobre el impacto en precios de alimentos, la lista es larga.
Por caso, el productor Santiago del Solar denunció que los pellet
de soja, que se utilizan para la alimentación de las vacas en los
tambos, aumentaron 30% en una semana como consecuencia de la nueva
política oficial. "Es muy ingenuo creer que con una resolución se puede
tener un dólar soja para exportar y otro para el mercado interno",
plantea.
Y,
sugestivamente, ese punto también está generando críticas dentro de la propia
coalición de gobierno, sobre todo desde el kirchnerismo, donde se teme que
ahora venga un efecto en cascada en el que los demás sectores pidan una
mejora de tipo de cambio,
y en el medio exista el riesgo de escasez o subas de precios en el mercado
interno.
Concretamente, lo que genera preocupación es que la contracara de la
alta venta de soja fue la disminución drástica en la comercialización de
maíz. Este producto se usa como insumo de alimentación animal, con lo cual
las distorsiones en el mercado maicero suelen tener impacto sobre los precios
de la carne.
En algunos sectores, como la recría de vacunos, el alimento representa
hasta un 55% de los costos de producción, lo cual da la pauta sobre el
potencial de un impacto inflacionario a corto plazo.
Inflación a la vista y ruido político
Con la inflación en el tope de las preocupaciones sociales -según
confirmaron las últimas encuestas-, lo último que el ministro Sergio
Massa necesita es la aparición de nuevos factores que presionen al alza el
precio de los alimentos. Pero esa es la posibilidad de la que se habla con
insistencia.
Así lo explica el consultor Salvador Di Stefano: "El maíz vale
$34.600 la tonelada el disponible y $47.800 la tonelada la posición diciembre.
El trigo vale $43.400 la tonelada el disponible, y $57.000 la tonelada la
posición diciembre. Esto
impulsará a mediano plazo los precios de la cadena de carnes, láctea y harinas
a la suba. Hay varios sectores que entre la suba de la soja, maíz y trigo
muestran resultados negativos, por ende, habrá menos oferta de productos y,
ante una demanda constante, los precios arbitrarán a la suba".
La situación hace prever nuevos "ruidos políticos". En
el kirchnerismo, donde el dólar soja fue visto como una claudicación
política, ya están advirtiendo sobre un nuevo "lobby" del
campo para extender el dólar más alto a otros sectores.
Y lo cierto es
que los pedidos se empiezan a notar. Ya los bodegueros habían pedido un
"dólar Malbec" para apoyar la exportación
vitivinícola, y ahora se sumó el reclamo por un nuevo "dólar tambo"
en una industria que ha sufrido por la reducción de los márgenes de
rentabilidad.
Una medida con ganadores y perdedores
Las quejas del campo son de diversa índole. Una que se está escuchando
con intensidad es que se provocará una distorsión en los contratos de
alquiler, dado el extendido criterio de fijar el precio en quintales de soja.
La queja es
que, al publicarse una "pizarra única" con los precios nuevos, el
propietario de la tierra puede exigir que
esos quintales se conviertan valor que empezó a regir en septiembre, aun cuando
el productor haya vendido antes y no se beneficie con la medida.
De hecho, en el campo se advierte que los precios de alquileres para la
próxima temporada están experimentando una fuerte alza, aun cuando otros factores
del negocio -la falta de lluvias, principalmente- preanuncian menores rindes
para los próximos meses.
"La mayoría de la soja que resta por venderse no es soja de
productor sino de arrendador. El
dueño del campo es el que tiene la mayor cantidad de soja concentrada para
vender. La mayoría de los productores ya vendieron. Yo lo hice en
marzo con el precio récord", comentó el productor cordobés Fernando
Bazán, entrevistado en el programa agropecuario "Comité de Crisis".
Es testimonio que se reitera y que está instalando la idea de que lo que
Massa ideó como una medida de estímulo trajo el efecto de ahondar la diferencia
entre los jugadores grandes y los chicos. Para el pequeño productor, que no
tiene espalda financiera como para acumular producto y ya vendió, se está dando
la peor combinación: no
puede beneficiarse con el nuevo precio pero pagará un alquiler como sí lo
hubiera hecho.
Y no es la única diferencia que se está percibiendo. El propio esquema
del dólar soja está generando un efecto derivado, paradójicamente, de su éxito:
ocurre que al ser tan masiva la exportación se notó un sesgo a la baja en el
precio al productor, que arrancó en $75.000 y cayó progresivamente hasta
$68.000.
Esta situación tiene enojados a los productores, porque
ocurre en paralelo con una leve recuperación de la soja en el mercado
internacional. En otras palabras, el beneficio del esquema diseñado por Massa no
se distribuyó en forma pareja en el complejo sojero, sino que recayó en mayor
proporción sobre las grandes firmas comercializadores que sobre los pequeños
productores.
Para traducirlo
a cifras, esto implica que el precio que le quedaría al sojero luego del
descuento por retenciones, bajó en una semana desde
u$s380 a u$s340.
El temor al "día después"
Lo cierto es que estas quejas no están haciendo que disminuyan las
ventas. De hecho, se da por descontado que el objetivo de ingresar u$s5.000
millones por concepto de exportación en septiembre será cumplido.
Sin embargo, en el campo se sigue notando una estrategia defensiva, ante
lo que se percibe como una
campaña complicada, por el mix de intervencionismo estatal e inconvenientes
climáticos.
Hay quienes
manifestaron el temor de que el nuevo dólar soja los deje fuera de otros
beneficios. Un productor hizo un símil con los
compradores del "dólar ahorro", que pierden derechos para pedir
subsidios energéticos, por ejemplo.
Por lo pronto, las recientes medidas del Banco Central -penalización
con tasa más alta para los productores que no exportaron y
extensión de las restricciones al dólar para importar insumos- fomentaron un
empeoramiento del humor.
Y uno de los
mayores interrogantes es que ocurrirá "el día después". Es decir, el
1° de octubre, cuando los sojeros vuelvan a recibir el precio anterior que les
resultaba poco atractivo para vender. En el
mercado se debate sobre si la medida podrá continuar para evitar un bajón en el
ingreso de divisas y su consecuente repercusión en las reservas del Banco
Central.
Hay quienes creen que, luego de lograda la aprobación de las metas
del Fondo Monetario Internacional, el Gobierno tendrá un margen para
volver a tomar medidas de estímulo al sector cuando se realice la próxima
revisión del organismo, algo que ocurrirá en diciembre.
Mientras tanto, Massa podrá compensar un menor ingreso del campo con la
disminución en la importación de energía. Según un adelanto filtrado a la
prensa, en agosto las compras de combustibles habrían caído u$s900
millones respecto del récord de u$s2.281 de julio, y las temperaturas
primaverales harán que la cuenta siga bajando.
Una montaña de pesos, el alto costo de la
calma
Sin embargo, estos números no terminan de despejar las dudas en el
mercado financiero. Más
bien al contrario, desde la aplicación del "dólar soja" se han
intensificado las advertencias sobre problemas monetarios y financieros.
El problema ha sido diagnosticado por los economistas: el hecho de
comprar dólares a $200 y luego venderlos a $140 genera una diferencia de $60
que engrosa la base monetaria y requiere de estrategias de absorción para que
no haya un impacto inflacionario.
Un informe de la consultora MQ proyecta que, con una
exportación de u$s5.000 millones en septiembre, el Banco Central estará
convalidando una emisión monetaria de u$s588.400 millones. La cifra
surge de la suma entre lo que se pagará a los sojeros más el diferencial de
cotizaciones entre el "dólar soja" y el tipo de cambio oficial.
Si a eso se le
suma el pago de intereses por Leliq y otros pasivos, el resultado de la suma es
inquietante: en apenas un mes se estará volcando al
mercado $970.000 millones, equivalente a 22,5% de la base monetaria.
Para que esos pesos no presionen la brecha cambiaria, se subirá la
tasa de interés. Y, además, el Tesoro aprovechará para buscar
financiamiento en un momento de mayor liquidez. De hecho, el rumor en la city
es el deseo de Massa de repetir la experiencia de su primer canje de deuda
y volver a hacer una oferta para despejar vencimientos a mediano
plazo, esta vez colocando título con vencimiento en 2024.
Pero en el mercado hay escepticismo y creen que serán necesarias medidas
más profundas de reforma cambiaria.
"El camino
hasta las elecciones de 2023 es todavía demasiado largo. Es claro que el dólar
soja contribuyó a descomprimir la presión de corto plazo, pero todavía no es
evidente que este esquema híbrido pueda funcionar sin un
salto discreto del tipo de cambio oficial hasta mediados del año que
viene", advierte un informe de Consultatio, que pronostica una nueva
presión sobre la brecha con el dólar paralelo.
En la misma línea, el analista y trader Christian Buteler habla sobre el riesgo de un "efecto
búmeran" porque los pesos que se han debido volcar al
mercado constituyen el combustible que hará despegar nuevamente al dólar.
"El precio
del dólar en nuestro país siempre guarda una correlación con el stock de pesos
existentes. Así lo que hoy provoca un alivio temporal en el valor del dólar
libre será lo mismo que en el futuro presionará a estos
tipos de cambio cuando llegue la hora de pagar los costos de la medida",
argumenta.
Pero claro, para que ocurran estos eventos faltan varias semanas, lo
cual en la Argentina equivale a hablar de largo plazo. Mientras tanto, Massa
celebra la estabilidad, que aunque haya sido comprada a un precio caro sirvió
para mostrar una mejor foto de la situación en las reuniones
con Kristalina Georgieva en el FMI y con Janet Yellen en el
Tesoro estadounidense. |