Por Carlos Burgueño - Casi
cerrado (se anunciará en días) el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional
(FMI) por la aprobación de las metas del segundo trimestre del año, el equipo
económico argentino negociador ante el organismo financiero buscará cerrar un
objetivo superador: que las metas del tercer y del cuarto trimestre de 2022 se
tomen de manera conjunta, y que la fiscalización general de finalización del
año y cumplimiento de las metas pactadas dentro del Facilidades Extendidas, se
discutan globalmente en algún momento del primer trimestre del próximo año.
La alternativa fue planteada hace unas semanas desde Buenos Aires en el
inicio de las reuniones virtuales que parte del equipo de Sergio Massa
mantenían con los técnicos del staff del FMI comandados por el venezolano Luis
Cubeddu. Y si bien este no descartó la alternativa, dejó en claro dos
cuestiones. La primera, que algún tipo de revisión siempre habrá que ejecutar.
Y la segunda, que una decisión de este tipo dependerá siempre de la voluntad
política del board del organismo; y que tanto en su nivel de jefe del caso
argentino como en el del director gerente para el Hemisferio Occidental Ilan
Goldfjan puede hacer únicamente una recomendación ante el máximo nivel de
conducción del FMI.
Desde Buenos Aires tomaron nota de ambos reclamos y llevaron las
carpetas a las reuniones de primer nivel de Washington, tanto en la sede del
Fondo como en la secretaría del Tesoro; ambas reuniones sostenidas finalmente
ayer. El tema será plafón de negociación hacia delante, una vez que las partes
terminen de cerrar las pautas del segundo trimestre, y comiencen ya a hablar de
lo que viene en los próximos meses.
Por lo que se percibe en el frente criollo, la voluntad desde Washington
estaría presente y podría concretarse. Sólo habría un escollo insalvable para
ambas partes: Argentina necesita la aprobación trimestral antes del 30 de
diciembre, el día en que el país debe girar el último pago por unos u$s2.450
millones correspondientes al último pago del año al organismo por el Stand By
de 2018, y que debe liquidarse con dinero del propio FMI. Como estos fondos
deben salir sólo después de la aprobación de las metas trimestrales, deberá
tomar el board una decisión política para avalar la liberación del dinero.
Según se afirma cerca de la delegación argentina, no sería algo
extraordinario ni inédito para el FMI. Pero sí algo difícil de aprobar y de
explicar ante el Board; tarea que deberán realizar tanto el staff como los
funcionarios locales en los próximos meses. Quizá utilizando el teléfono que le
dejó Janet Yellen en su teléfono personal a Sergio Massa.
El argumento que se esgrime en ambos frentes para avanzar en un guiño de
este tipo es el mismo. Quizá por cuestiones políticas más que económicas o
financieras, debido a que nadie quiere en el mundo actual una crisis en un país
importante como Argentina. Mucho menos provocada por el propio organismo. Y
que, en todo caso, llegará en el 2023 el momento de juzgar el primer año del
acuerdo.
Mientras tanto, lo que se recomendaría en las dos costas del acuerdo,
sería un aval a la secuencia del Facilidades Extendidas y un “siga siga”
momentáneo. Desde Buenos Aires habrá que apoyar esa posición ante Washington
con números y porcentajes adecuados a lo pactado para los primeros seis meses
del año. Esto es, mostrarle a la gente del FMI que las metas de 2,5% del PBI,
emisión monetaria de 1% y una suba radical de las reservas del BCRA (quizá no de
los u$s5.800 millones pactados), pero similar.
Será tarea conjunta de dos funcionarios del Palacio de Hacienda: el jefe
de asesores Leonardo Madcur y el secretario de Planificación Económica Gabriel
Rubinstein, quienes demostraron en esta gira que mantienen sólidos sus
contactos directos con la sede del organismo. Y que en Washington hay espacio
para escuchar sus propuestas y sugerencias. No es poco ante hombres y mujeres
del FMI acostumbrados a percibir con sensibilidad las promesas poco
consistentes que les llegan desde Buenos Aires desde hace años.
Gran parte de la tarea será convencer al director gerente para el
Hemisferio Occidental, Ilan Goldfjan, quien demostró y demuestra que su
intención y tarea no es ser lo más empático con el país, sino cumplir el
mandato que le dio en marzo el board del Fondo de ser un fiscalizador
implacable del Facilidades Extendidas y su cumplimiento estricto. El board le
dio esta orden el 25 de marzo, en la complicada sesión en la cual el máximo
nivel del organismo que maneja Kristalina Georgieva aprobó por unanimidad el
acuerdo con Argentina. Pero donde dos países puntuales, Alemania y Japón,
fueron muy duros en sus referencias sobre la realidad de la economía local, y
les exigieron a los técnicos del FMI máxima tensión y análisis para el
cumplimiento de las metas fijadas en el acuerdo. Fue el directorio el que
dictaminó, además, que haya un adelantamiento de las misiones fiscalizadoras,
comenzando en mayo y sumando un viaje más a los 10 programados originalmente.
Ese día el Fondo habló de “riesgos excepcionalmente altos”, un eufemismo
para decir que se lo considera de muy difícil cumplimiento por parte del país.
Ante el panorama, el organismo financiero le dictó a Goldfajn la misión puntual
de ejecutar la aplicación del “Artículo IV” del organismo ante Argentina, lo
que implica ser el principal responsable de controlar que las metas del acuerdo
de Facilidades Extendidas se cumplan. |