Por José Luis Brea - Quienes han estado con Sergio Massa estos últimos
días, en su viaje por Estados Unidos, dicen que se lo ve exultante. Sabe que la
imagen de hombre de acción que busca transmitir, acaso para disimular
limitaciones técnicas, es música para los oídos en la cultura norteamericana.
El ministro de Economía se presenta como uno de los tres accionistas del Frente
de Todos que, por esa condición, y a diferencia de un gerente, que puede saltar
del barco en cualquier momento, puso en juego su futuro político para evitar
una gran crisis. Afirma que, con el aval de los otros dos “dueños” de la
coalición, tiene el terreno libre para avanzar.
Con todo, hay dudas que persisten. Al “factor Cristina”, que más allá de
repliegues tácticos siempre tiene la acción de oro, se suma el estilo
hiperactivo y por momentos desordenado de Massa, cuyo voluntarismo a menudo
tropieza con los hilos de la red que el propio Gobierno fue tejiendo en los
últimos años.
Mientras él, en Estados Unidos, y su secretario de Comercio, Matías
Tombolini, en Buenos Aires, enfrentaban los pedidos de los empresarios para
flexibilizar el acceso al dólar oficial, el Banco Central preparaba la prórroga
hasta fin de año de la resolución que administra cupos mensuales de importación
y obliga a las compañías a financiar a 180 días las compras al exterior de un
grupo de bienes. No es que la extensión de las trabas al comercio exterior
sorprenda, pero el timing (la medida recién vencía el 30 de este mes) desentonó
con el espíritu de esos encuentros. Podrá haber buenas intenciones, lo que no
hay son dólares.
Tras el debut del nuevo dólar soja, la señal es clara. La celebrada
entrada de divisas que impulsó ese mecanismo, unos US$2000 millones en su
primera semana, trae alivio al presente, pero no despeja el horizonte. Las
restricciones que el BCRA había dispuesto en los meses de mayor drenaje de
reservas no pueden ser levantadas sin generar un descalabro. La demanda
reprimida de dólares para la importación y el pago de deudas privadas superaría
con creces la oferta. En la entidad calculan que, al obligar a las empresas a obtener
por su cuenta financiamiento comercial, se ahorraron unos US$5000 millones.
“Quedó demostrado que podían conseguir esos créditos, pero si dejaran de tener
esa exigencia volverían a pedirnos los dólares para pagar todo”, analizan. Las
expectativas de una devaluación fuerte siguen intactas.
La Unión Industrial Argentina y otras cámaras advierten que la
continuidad de las trabas puede frenar el ritmo de actividad económica. “Hasta
ahora no se ha parado una sola línea de producción por falta de insumos”, retrucan
en el Gobierno. ¿Qué pasará el 1° de enero? Todo indica que la estrategia de ir
perforando el cepo en forma selectiva goza de buena salud.
Son tensiones subyacentes con un sector que contraataca renovando la
presión para que los dólares baratos no financien el turismo, sino la
producción. El Gobierno hace rato que sabe que el Mundial de Qatar es un
desafío tanto para la selección argentina como para el BCRA. Ajenas a estos
tironeos, empresas del Estado manejadas por La Cámpora, como YPF y Aerolíneas
Argentinas, se preparan para, a través de promociones y sorteos, llevar hinchas
argentinos a la fiesta del fútbol mundial que empieza en noviembre.
Antes y durante su gira por Estados Unidos, Massa viene repitiendo que
hay cuatro sectores que pueden generar dólares rápidamente: el complejo sojero,
la minería, la energía (gas y petróleo) y la economía del conocimiento. Hacía
allí apunta el barco, mientras un coro de sirenas pide su propio traje a
medida: dólar malbec, dólar leche, dólar mascota. Es el reconocimiento de que
el tipo de cambio oficial está atrasado. El ministro busca mecanismos para
disimularlo sin hacer una devaluación generalizada. “Con este nivel de pobreza
no se puede”, insiste ante sus interlocutores.
Los Tres Chiflados y la cañería
La otra medida que el Central entregó en combo el jueves pasado también
generó ruido, en este caso en el campo. El directorio fijó una tasa mínima,
equivalente al 120% sobre la tasa de las Leliq, para el financiamiento a
productores que mantengan un stock de soja superior al 5% de su producción.
Resultado: el piso del costo de los tipos de interés para el sector pasó a ser
de casi 84%. El tema estaba en el radar desde hace un tiempo: con tasas y
líneas especiales para el agro, los productores prefieren comprar insumos y
afrontar otros gastos con financiación en pesos en lugar de desprenderse de la
cosecha, prolongando así la retención. Tres días después del “premio” del dólar
diferencial al sector para incentivar las liquidaciones, salió el “castigo” de
la suba de tasas. En la Mesa de Enlace algunos explotaron de bronca. La
Secretaría de Agricultura volvió a ponerse del lado de los representantes del
campo.
Más contradicciones: los bancos públicos, como el Banco Nación y el
Provincia, eran los más activos. La entidad que ahora conduce Silvina Batakis
tiene líneas de financiación con parte de la tasa bonificada para un amplio
abanico de actividades, como la compra de maquinaria agrícola de fabricación
nacional, condiciones especiales de financiación para ganaderos, tamberos y
frigoríficos; para la compra de combustible, semillas, agroquímicos,
fertilizantes y otros insumos. Otro tanto sucede en el Provincia, que se jacta
de haber recuperado una política activa de asistencia crediticia a la
agroindustria.
Son enredos de una política de parches que no pasa desapercibida. Hay
más: en la misma semana en la que Massa anunció el dólar soja y promovió Vaca
Muerta en Houston, en Buenos Aires la UIA acercó al Gobierno una lista de
insumos con faltantes “apremiantes”, entre los que incluyó equipos, válvulas y
silos de arena que se necesitan en el yacimiento neuquino, y fertilizantes y
agroquímicos para el campo.
“Son como los Tres Chiflados arreglando la cañería”, ironiza uno de los
ejecutivos que asistieron a la charla de Massa en la Cámara de Comercio de
Estados Unidos el miércoles pasado. Alude al episodio en el que los cómicos
ingleses, como plomeros improvisados, tratan de evitar que el agua brote de un
caño conectando más y más caños que solo empeoran el problema inicial, hasta
que uno de ellos termina autoencerrándose en una jaula de tuberías.
Pero en ámbitos oficiales ven las cosas de otra manera: dicen que en el
primer semestre, pese a todas las advertencias empresarias, la economía creció
más del 6% y las importaciones –incluso descontando las compras de energía–
fueron récord. Adelantan un dato: tras el cimbronazo de julio provocado por la
salida de Guzmán, en agosto retomaron su nivel anterior y habrían alcanzado
unos US$6500 millones, el segundo más alto del año después del dato de junio.
En un contexto de inflación rozando el 100% anual y con una negociación
en curso con el FMI para obtener el financiamiento imprescindible para no caer
en default, Massa no pierde el entusiasmo. Al igual que viene sucediendo en
encuentros anteriores con hombres de negocios, sugirió en Washington que quiere
ser candidato a presidente en 2027. Sobre la base del ordenamiento de la
economía que confía en lograr, se ve para entonces como el relevo con “visión
social” de un próximo gobierno que, imagina, será de derecha y promercado. Una
ambición fuera de escala para un presente lleno de incertidumbre. |